Peñalara, la cumbre, con el circo y lagunas
Peñalara, la cumbre, con el circo y lagunas.
(Serie: Sitios Naturales de Interés Nacional. 1930)
El 12 de octubre de 1930 la Gaceta de Madrid publicaba la Real Orden, de 30 de septiembre de 1930, dictada por el Ministerio de Fomento declarando Sitios y Monumentos naturales de Interés Nacional en la Sierra de Guadarrama.
Después de una introducción en la que se exponen los informes pertinentes, dispone que queden declarados sitios naturales de interés:
La Pedriza de Manzanares, situada en el término municipal de Manzanares el Real, provincia de Madrid, […] paraje constituido por terreno rocoso destinado a pastos y de propiedad particular.
La extensión de terreno […] correspondiente al llamado Pinar de la Acebeda, propiedad del Real Patrimonio, situada en el término municipal de San Ildefonso, provincia de Segovia, en su zona limítrofe con la de Madrid.
La cumbre, circo y lagunas de Peñalara, […] correspondiente a terrenos de pastos de verano, propiedad del Estado, situados en el término municipal de Rascafría, provincia de Madrid, en su zona limítrofe con la de Segovia.
Igualmente quedaba declarado como Monumento natural de Interés Nacional:
“el risco situado cerca del puerto del León, al comenzar la vertiente meridional, en el lugar comprendido entre el collado de la Sevillana y la Peña del Cuervo…”.
Se trata del lugar conocido como la Peña del Arcipreste, cuya petición es realizada por la Real Academia Española de la Lengua al conmemorarse este año seis siglos de la composición del Libro de Buen Amor.
La declaración de Sitio Natural de Peñalara decía:
“Al pie de la cúspide se muestra el abrupto circo rocoso, abierto a los accidentes geológicos y excavado por la acción de los glaciares de los tiempos anteriores a la Historia, lugar embellecido por las plácidas lagunas, de límpidas aguas, de los Pájaros y de Peñalara”.
Peñalara es el agua, es el farallón que culmina el Guadarrama desde donde la vista se pierde en el amplio panorama de las Dos Castillas.
Hasta la creación del Parque Nacional del Guadarrama, la zona tenía protección como Parque Natural de la Comunidad de Madrid, ocupando cotas entre los 1640 y 2428 metros de altitud. Este último ha pasado a formar parte del primero el 23 de junio de 2013.
La labor realizada desde hace una década en las áreas más frágiles, indicando caminos y habilitando trazados, algunos con pasillos de madera que conducen a los parajes más visitados, ha dado sus frutos. La labor de “descontaminación” realizada con los elementos artificiales y hostiles a la naturaleza (antiguos remontes de esquí, construcciones…) y la regeneración vegetal de la zona es exquisita y meritoria.
Recomendamos una visita a la ‘Casa del Parque’, en el puerto de los Cotos, donde encontraremos toda la información y colaboración posible.
En la cima de Peñalara nos viene a la memoria el nombre de un insigne segoviano, don Félix Gila (en 1889, junto al escritor y periodista José Rodao protagonizan una subida a la Mujer Muerta).
Gila, doctor en ciencias y periodista, junto a otros cinco acompañantes, tiene asegurado un lugar de privilegio en la cumbre de Peñalara cumbre.
En 1890 realizan la primera ascensión, documentada, a su cima. En la crónica manifiesta que dejaron un documento acreditativo de la hazaña dentro de una botella.
Engullidos en su circo granítico, vivaqueando al amparo de las rocas, acurrucados en el saco cerca de sus lagunas, recordamos la vida de Fernando Osorio, personaje de ficción creado por Pío Baroja que en su novela Camino de Perfección, hace noche en la laguna de Peñalara.
Osorio, junto a su acompañante, el alemán Max Schltze, al que encuentra fortuitamente en el monasterio de El Paular, ascienden a la zona y, envuelto en una manta a la vaga luz de las estrellas, describe el entorno como “…paisaje extraño, un paisaje cósmico, algo como un lugar de planeta inhabitado”.
Panorama insólito y a veces inhóspito cuando te encuentras enrocado en sus hoyas glaciares, pero siempre fastuoso.
Lugar de leyendas que se asientan en los canchales de la misteriosa laguna de Peñalara. Palacios ocultos en sus profundidades, conciliábulos de brujas y hechiceros… o la misteriosa nieve roja.
Ello nos lleva a un llamativo viajero francés Théophile Gautier, autor de Voyage en Espagna (1845), quien en la primavera de 1840 recala por la venta del Cristo del Caloco.
De larga melena lisa y chaleco de fantasía, atrae pronto todas las miradas. Mientras descansa, a la sombra de los Calocos, junto a la majestuosa Cañada Real contemplando el horizonte de montañas, acierta a oír la conversación de algún zagal o la plática de un corro de arrieros, sobre la misteriosa laguna de Peñalara.
Escucha con atención y luego, esboza en una esquina de su cuaderno de notas unos versos:
“On trouve… lacs… bleus comme des turquoises…”
Enrique de la Vega transcribió impecablemente los versos de Gautier, aunque Constancio Bernardo de Quiros, protagonista de un interesante recorrido de Segovia a Sepúlveda, junto al poeta Enrique de Mesa, no está convencido de que la laguna fuera la joya azul cantada por nuestro viajero:
“Hallándose en estos montes lagos de algunas toesas, puros como cristales, azules como turquesas, joyeles desprendidos del áureo anillo que portaba en su dedo el ángel Ituriel, donde la cabra humilde, al beber se imagina que lame el cielo azul en su agua cristalina…”.
Sea o no sea un canto a nuestra recóndita laguna, nosotros les ofrecemos en versión original la poesía, “Les yeux bleus de la montagne”, que Teófilo Gautier dejó escrita en su Viaje por España.
“On trouve dans les monts des lacs de quelques toises,
Purs comme des cristaux, bleus comme des turquoises,
Joyaux tombés du doigt de l’ange Ithuriel,
Où le chamois craintif, lorsqu’il vient pour y boire,
S’imagine, trompé par l’optique illusoire,
Laper l’azur du ciel.Ces limpides bassins, quand le jour s’y reflète,
Ont comme la prunelle une humide paillette ;
Et ce sont les yeux bleus, au regard calme et doux,
Par lesquels la montagne en extase contemple,
Forgeant quelque soleil dans le fond de son temple,
Dieu, l’ouvrier jaloux !”.
Dejamos la ‘Peña Lara’ que Bernaldo de Quiros relata en su sencilla y exquisita obra publicada en 1905 y retornamos al valle en un descenso fácil y rápido:
[…] de la roca se pasa a la pradera, de la pradera al bosque de pinos con claros donde se extienden las sabinas en grandes rodales. Bajo el pinar, el agua clara, fresca, leve y armoniosa, fluye en los amables arroyuelos. Todo es allí hermoso, de un arte, a la vez, eterno siempre y siempre nuevo: el Arte con que la Naturaleza inimitable cumple, a cada momento, las siete funciones terrenales: cortical, volcánica, batídrica, epipolídrica, oceánica, glaciar y eólica, según los sabios.
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