Hace ya tiempo que la política española consiste en anestesiar al ciudadano, tratarlo como a un niño pequeño que tutelar diciéndole que las pelis de Cine de Barrio son de otra época, entretenerlo con golosinas generalmente en forma de ayudas económicas y polémicas superfluas, y a la vez lanzarlo al foso para que se pelee contra otros por las ideas que se pregonan a gritos en el Parlamento o en las redes sociales, que vienen a ser lo mismo, ideas que rara vez se traducen en una forma de vida real y solo forman parte del imaginario, de lo que nos gustaría ser. Triunfa la certeza y desaparece la duda, que es lo que antes nos mantenía alerta, a la vez que dedicamos menos tiempo a informarnos de verdad, no a regalarnos los oídos.
La muerte de Vargas Llosa ha reanimado un fenómeno recurrente en España, el de la necesidad de mostrar a todas horas la ideología y la pureza a partir de la crítica a un famoso. Fallece el escritor peruano y entre los más alejados a sus ideas encontramos una o dos líneas de texto para destacar sus méritos literarios y cuatro o cinco para remarcar sus faltas morales por no coincidir en aspectos políticos. Se usan frases del tipo «fue un gran escritor, pero…» y tras ese ‘pero’ lo que se hace es contarle al resto del mundo digital cómo somos y cómo era supuestamente Vargas Llosa, aunque la imagen que nos hemos hecho de él dependa de un puñado de titulares periodísticos o de sus relaciones sentimentales, porque pocos de los que opinan realmente han hecho un seguimiento de la trayectoria del escritor.
Hemos situado la ideología en el centro de todo, y eso implica dedicar más tiempo a parecer odiosos y resaltar lo que no nos gusta que a centrarnos en lo positivo, en lo que une. De ahí que una campaña electoral no sea más que un conjunto de mítines preparados para los acólitos en los que no se contarán propuestas para mejorar un país, sino que focalizará el mensaje en decirte por qué no debes votar al oponente. En el momento en el que el centro político ha desaparecido, con él se ha esfumado la capacidad de debatir, de asimilar las diferencias, de opinar sin miedo a la etiqueta que nos colgarán y de encontrar puntos en común sobre los que empezar a avanzar.
Joaquín Sabina decepcionó a quienes lo creían perfecto cuando dijo que de izquierdas le quedaba poco y que le encantaban los toros. Hay quien jamás verá una de las estupendas películas de Javier Bardem porque apoyó el «No a la guerra» y se declara progresista, ni las de José Luis Garci porque nunca ha comulgado con la corriente política del mundo del cine. A Fernando Trueba le boicotearon ‘La reina de España’ por decir que no se había sentido español ni cinco minutos en su vida, como si para disfrutar de una película antes haya que aprobar un test de patriotismo del director. Rafa Nadal cae mal en un sector de la izquierda, independientemente de sus 22 Grand Slams, porque no ha escondido sus opiniones ni ha buscado complacer a nadie… y así cientos de casos.
En cambio, sí permitimos que el partido al que votamos incumpla sistemáticamente las promesas electorales, que mienta, que robe, que no piense en el bien común… Ahí sí tenemos capacidad de adaptación para oscilar a la misma velocidad que lo hagan los gobernantes por intereses partidistas. A ellos sí los perdonamos, a la vista de las encuestas electorales y de las elecciones, porque creemos que en lo que hemos votado está el acierto moral. Sin embargo, si echáramos un vistazo a cómo es la vida real de un votante de derechas y uno de izquierdas, y no la de palabra y la de golpe de tuit, el 95% de las cosas que hacemos y que nos suceden son las mismas con pequeños matices. Por eso quizás deberíamos empezar a escuchar menos lo que cuentan quienes sobreviven a base de dividirnos, y remar en la misma dirección, porque los problemas que nos atañen son similares y lo único que empieza a estar más claro es que a quienes pagamos con el dinero de nuestros bolsillos para que nos resuelvan los problemas globales no están ni por asomo capacitados para conducirnos por el camino adecuado, uno de progreso, estabilidad y paz social.
Disfruten del domingo, queridos lectores/as.
20 abril, 2025
Una pega, creo que es más del 95%, gran articulo, muchas gracias .
20 abril, 2025
Muchas gracias por leerlo, Manin. Puedo alegar en mi defensa que el porcentaje tiene un margen de error de +-5% 😉
Saludos.
20 abril, 2025
No puedo estar mas de acuerdo con usted.
Muchas gracias or saber explicar con sus frases, mis pensamientos
20 abril, 2025
Gracias a usted por dedicar unos minutos a leer esta entrada, Andrés.
Saludos.
20 abril, 2025
No se puede decir más claro. Desde siempre he dudado que los votantes de cualquier partido político estén de acuerdo con la mayoría de las consignas que estos proclaman pero como dijo un presidente americano de un dictador centroamericano, y obviando las palabras gruesas, “es un sirvengüenza, sí. Pero es nuestro sirvengüenza”
20 abril, 2025
Yo creo que sin ir más lejos, a cualquier votante, y por supuesto me incluyo, se nos haría muy complicado enumerar 10 medidas reales de un partido político y saber, dos años después, si las ha cumplido… aunque para esto último no hace falta mucha investigación, me da a mí.
Gracias por la lectura, Clamores del Eresma.