El Río Duratón (3). El Convento de la Hoz.
Duratón 1. Parque Natural de las Hoces del Río Duratón.
Duratón 2. El venerable anacoreta San Frutos.
Seguimos enrocándonos en las hoces del río Duratón. Nos dirigimos al monasterio que acogió entre sus muros el primer colegio franciscano de Misioneros de España -Ver Nota 1–.
“Yace un convento en una profundidad horrenda. Yace, digo, porque esta como en una lóbrega sepultura…”.
Así se expresaba Fray Felipe Vázquez en 1786. Y no le faltaba razón.
El cenobio mendicante que los hijos de Francisco de Asís fundaron en las profundidades del cañón excavado por el río Duratón, según los estudiosos de la Orden franciscana en 1231, albergó en 1680 el primer colegio franciscano de Misioneros de España, fundado por Fray Francisco Salmerón.
El de los benedictinos de San Frutos, como sabemos, llevaba ya siglo y medio de andanzas por estos lares.
Quizá por ello tuvieron sus más y sus menos las dos órdenes religiosas. Disputas por límites de propiedades, aprovechamiento de hierbas y, cómo no, por las buenas truchas del río. Y no sólo discusiones y pleitos, incluso llegaron a las manos con final trágico de muerte.
Aunque finalmente, según apuntan las crónicas, todo se zanjó con división de territorio: los benedictinos desde la presa del portillo de la Pez, aguas abajo hacia el Vado de Neguera, pasado el cenobio de San Frutos y, los franciscanos, aguas arriba hasta La Molinilla.
Estas y otras historias están recopiladas, por María de la Soterraña Martín Postigo, en un interesante estudio titulado: San Frutos del Duratón. Historia de un Priorato Benedictino, Segovia 1970.
Según cuentan, el lugar de la Hoz fue visitado por la católica reina doña Isabel, devota de la Virgen y a cuyas expensas se rehízo el convento tras un derrumbe de una parte del mismo.
Acaeció un 7 de septiembre de 1475, festividad de la Natividad de Nuestra Señora. Los frailes salvaron milagrosamente la vida al ser la hora de maitines y hallarse la comunidad fuera el mismo.
También visitó el lugar Felipe II, una inscripción (no sabemos si aún sigue legible) decía: […] CATHOLICO PHILIPO SEGUNGO / I DE LAS ESPANAS VINO AQUÍ ANO 1561 / I DIO LIMOSNA PARA ESTA PLAZUELA / [I PAR] A TODA LA OBRA NUEBA DESTA CASA.
La Desamortización de 1835 hizo que pasara a manos privadas y, según datos recopilados, en 1918 se celebró la última misa, siendo oficiante el Obispo de Segovia, Remigio Gandásegui y Gorrochategui.
Por entonces, y gracias a la fotografía, podemos comprobar cómo se conservaba aún la grandiosa espadaña del monasterio. La propiedad del lugar estaba en manos del abogado y político sepulvedano Emilio Zorrilla.
Al año siguiente, 1919, un grupo de personas realiza una excursión ‘al antiguo convento de la Hoz’ que trascribiremos en una próxima entrada (nº 4).
En un entorno ajardinado del pueblo segoviano de Cabezuela podemos ver un escudo extraído de las ruinas del convento en 1974, según versa en una placa anexa al mismo.
“El escudo se corresponde con el linaje de la familia Proaño, patronos del convento desde el año 1587, tal y como refiere Fray Felipe Vázquez en su libro ‘Historia de Ntra. Sra. de los Angeles de la Hoz’ (nota sacada del libro ‘El Convento de la Hoz. Diario de una investigación’, del que es autor J. Carlos Santa Engracia Blasco).
Escudo con polémica en su ‘rescate’, ‘extracción’ o ‘traslado’, pues doña Amparo Tubilla, Vda. de Zorrilla, mostró su malestar, en una carta al director de un periódico local segoviano, esgrimiento la titularidad de la finca y reclamando, en su momento, que “vuelva al lugar y posesión de donde nunca debió ser extraído”.
Vamos a indicar el itinerario que creemos más conveniente para acercarse a la hoz que ampara en sus entrañas las ruinas del convento.
El paraje al que accedemos se encuentra, al igual que la ermita de San Frutos, dentro de la demarcación del Parque Natural de las Hoces del Río Duratón.
Hemos comentado en las entradas anteriores que los accesos al mismo están regulados por normativa específica.
La mejor opción, para no llevarnos ninguna sorpresa desagradable, es consultar sobre sendas o permisos para zonas restringidas en distintas épocas del año: Casa del Parque, sita en la antigua iglesia de Santiago, en Sepúlveda.
De Sebulcor al convento de la Hoz.
Nuestro recorrido comienza en el pueblo de Sebulcor, desde donde se alcanza el acceso natural a la margen orográfica izquierda del río.
En su ribera se encuentran enclavadas, en el interior de un meandro al fondo del cañón, las ruinas que perseguimos.
En la localidad indicada se ha desarrollado una buena oferta turístico-deportiva, con alojamientos y empresas dedicadas al denominado Turismo Rural y los deportes de aventura.
Si la orilla orográfica derecha, por la que accedimos a la ermita de San Frutos –Ver entrada 2, enlace arriba-, estaba dominada por la lastra, la izquierda pertenece al denominado mar de pinos, de la Tierra de Pinares segoviana.
Masa arbórea de pinos resineros, con menor presencia del piñonero, que se sustenta en la llanura arenosa que se extiende entre los ríos Cega y Duratón.
Sustrato arenoso que puede tener varios metros de profundidad, a veces con uso minero. Un ejemplo cercano lo tenemos en una explotación, a cielo abierto, en la zona de Burgomillodo (junto a la presa del pantano construida en 1929 y recrecida posteriormente en 1953), dedicada a la extracción de arenas feldespáticas y silíceas.
El primer tramo de nuestro recorrido transita por el pinar, recorriendo posteriormente, una zona desforestada para uso agrícola. Estos labrantíos dan paso a la lastra que antecede al cañón excavado por el río Duratón.
(Ver imágenes del recorrido en el mapa y la ‘vista satélite’ que muestran, claramente, los paisajes de este trazado).
El Recorrido.
Nuestro camino comienza en un pequeño parque ajardinado en rededor de un antiguo potro de herrar.
Dos pequeños soportes informativos dan cuenta de la antaño indispensable estructura pétrea, y sobre el convento al que encaminamos nuestros pasos.
En este punto, un poste vertical nos indica la dirección a seguir: el camino de La Lastra.
Tras pasar el arroyo Charco Redondo, casi sin darnos cuenta, se adentra en el tramo de pinar comentado anteriormente.
Este arroyo, actualmente podemos decir que semiseco, es tributario del río Duratón en el lugar donde se encontraba el molino de La Molinilla, cercano al conocido espacio recreativo del puente de Villaseca.
La calzada que tomamos, de arena y piedra compactada, nos acompañará casi todo el recorrido (4,5 Km aproximadamente).
Tras dejar el pinar entramos en una nava roturada para uso agrícola. Una cruz de madera, a la derecha del camino, llamará nuestra atención.
Desde este punto podemos observar una zona de cruce de caminos, en la que encontraremos un cartel del Parque Natural que nos muestra la dirección de nuestro destino.
Estamos cercanos al Portillo de la Pez o Portillo de las Tres Cruces. En la linde de los términos de Sebulcor, Fuenterrebollo y el anejo de Carrascal del Río, Burgomillodo
–Ver Nota 2-.
Tomamos la dirección indicada en el poste y empezamos a caminar por una senda en la lastra, descarnada y ampliada por el paso de vehículos que pueden acceder hasta las inmediaciones del barranco.
En un kilómetro, siempre aproximadamente, daremos vista al cañón del Duratón y nos encontraremos con la impresionante visión de las ruinas del monasterio franciscano que buscábamos.
El recorrido total, desde Sebulcor, no llega a los seis kilómetros.
Antes del embalsamiento del río Duratón, el acceso al convento se realizaba por una quebrada conocida como Portillo de la Pez (en los mapas topográficos como El Portillo) y por mayores del lugar como Portillo de las Tres Cruces.
Nombre, este último, que coincide con la toponimia encontramos en las minutas del Instituto Geográfico y Estadístico de 1906.
El portillo de la Pez aparece reflejado en los documentos que transcribe María Soterraña Martín en el estudio indicado al principio de la entrada.
Parece ser que debe su nombre a una cueva, así denominada, que se encontraba cerca del río, hoy colmatada por el arrastre de arenas del pinar.
Actualmente, al final del portillo, se agolpan decenas de coloridas canoas que surcan el río durante gran parte del año.
La zona alta del pequeño desfiladero era punto de encuentro de caminos:
De Cantalejo a Villaseca, de Fuenterrebollo, de Navalilla a Villar de Sobrepeña, de Carrascal del Río a Sebulcor.
Quizá la denominación de Portillo de las Tres Cruces, de las que no se conserva resto (ni sabemos su ubicación, aunque por conversaciones algunos paisanos podían estar colocadas a lo largo de la garganta), indicaban a los viajeros el estrecho paso.
Sí conocemos, por el mapa indicado, la existencia de una cruz en la zona de La Lastra.
El 2 de agosto de 2004, festividad de la patrona del convento, una peregrinación desde el pueblo de Sebulcor repuso, ‘en el lugar donde ya hubo otra’ (según versa una inscripción), la denominada como cruz de la Viña.
La cruz actual es de madera y está colocada en la margen derecha del camino, en dirección al convento. Desconocemos si la primitiva, que el mapa indica a la izquierda de la vía, era de este material o no.
Actualmente las aguas del embalse no permiten acceder a pie a las ruinas por ninguna vertiente, pero antaño, también había una bajada por la margen orográfica derecha, contraria a la que nos encontramos, una cañada real accedía a ella por el término de Villaseca.
Era la conocida como Cuesta de la Hoz, una sinuosa bajada que, aún hoy, se intuye en el cortado -ver foto-.
No parece que hubiera muchos más accesos al convento, salvo veredas en los cortados, a veces inverosímiles, que acceden a cuevas y solapos para resguardo de pastores y ganado.
Desde La Molinilla, cerca del puente de Villaseca (paso que no tuvo un puente consistente hasta mediados los años 50 del siglo pasado), siguiendo las hoces, paralelos al río, por el lugar donde estuvo el molino, hubo un calera y quedan las paredes de la ermita de la Calleja (hoy arruinada), no encontramos en los mapas consultados camino o senda alguna.
Sí puedo dar fe de un recorrido hasta el convento, en año de sequía prolongada (la de hace cuarenta años -1976- debió de ser gorda), pues guardo recuerdo de un paseo caminando por la orilla y por el cauce del río
–ver dibujo reproducido, de César Mosteyrín–
Continúa 4: Una excursión al convento de la Hoz en 1919.
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