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Un servicio policial en el Acueducto

Reclamaba el viernes pasado Íñigo Domínguez, el ganador del premio de periodismo, Cirilo Rodríguez, que los informadores pudieran disponer de tiempo para poder “escuchar mejor” y yo, me lo he tomado a pecho. O parecido, que lo que he hecho ha sido dar tiempo al protagonista de esta historia para que tomara aire.

El policía charla con el hombre, en lo alto del acueducto.

El policía charla con el hombre, en lo alto del acueducto.

El oficial de la policía local con número 6049 se subió la tarde del lunes al canal del acueducto, en lo más alto, en la vertical de la hornacina de la virgen, (28 metros hasta el suelo) y estuvo tres cuartos de hora charlando con un hombre al que al final convenció de abandonar el monumento por el mismo sitio por el que había subido y no de otro modo.

Resuelto el conflicto y con el numeroso público aplaudiendo el final feliz, el oficial dio novedades a sus jefes que le esperaban en la cuesta de San Juan: la alcaldesa, algunos concejales, el mayor… Y el abrazo emocionado “que tengo grabado en la mente” con un compañero en el se desinfla el subidón de adrenalina, los músculos se vuelven blandos y se evalúan por primera vez los riesgos corridos.

Por como lo cuenta, da la sensación de que en ese momento también le invadió por unos instantes cierto pesar, que los bomberos tienen escalas y métodos más seguros de andar por los altos, que la conversación con un ciudadano en aquel estado tiene más posibilidades de éxito si la dirige un especialista…

Luego dio el parte en casa, este con más carga sentimental, de esa que sólo se suelta en la intimidad, donde sus familiares, después de achacarle algo de locura por hacer lo que hizo, le formularon la pregunta lógica “¿No había otro?” y le hicieron también algunos reproches, aunque debían tener algo de boca pequeña (y llena de orgullo), que un poli está para ayudar al personal ¿No?

El mismo policía se justifica en la situación sobrevenida, la actuación casi instintiva y la vocación de servicio. “Quizá si estas cosas las piensas sentado en el sillón de casa, poniendo los riesgos sobre la mesa —una persona que, remotamente o no, parece estar planteándose un salto definitivo al vacío es impredecible en sus reacciones y ahí arriba todo es un peligro— y con tu familia presente, pues lo piensas dos veces. Allí era distinto”, explica el oficial. Fue el primero que llegó, con otros tres policías nacionales, y actuó.

Y eso que no era su primer servicio en el acueducto, que ya estuvo en el canal en una situación similar, aunque entonces como apoyo, hace diez meses, cuando otro hombre se encaramó al centro del monumento. Entonces fue un nacional el que corrió los riesgos directos y se acerco y le convenció de que bajara por el camino seguro.

Aunque en general le incomoda severamente, sí hay algo que pone contento al 6049 de todo el torrente de elogios y felicitaciones —también más de una crítica por su osadía— que está recibiendo en estos días y es el hecho de que con situaciones como esta, los ciudadanos caen en la cuenta de dos cuestiones: la de policía local es una profesión de riesgo y su función va más allá del odiado talonario de multas, que los servicios humanitarios o de servicio social son los que ocupan la mayor parte de su tiempo.

El año pasado, por ejemplo, cubrieron 540 servicios asistenciales, posiblemente (seguro) menos visibles que el acontecimiento del Acueducto, pero con toda seguridad, tan importantes o trascendentes para los ciudadanos afectados.

Demasiados paseos en un año.

El acceso al canal del Acueducto está terminantemente prohibido por el Ayuntamiento en un doble intento de evitar la posibilidad de causar cualquier daño al monumento, por un lado, y de prevenir los peligros que entraña el paseo.

Sin embargo, los cerramientos y prohibiciones no han impedido que desde agosto hasta el pasado martes se produjeran tres sucesos similares.

El 9 de agosto pasado, el suceso se resolvió en treinta minutos de forma casi idéntica que el más reciente, aunque como se ha dicho, entonces fue un policía nacional el que convenció al hombre. El 27 de febrero, a primera hora de la mañana, fueron los bomberos —que usaron una autoescala— los que lograron que depusiera su actitud otro hombre que amenazaba con lanzarse al vacío.

Author: Redacción

Acueducto2. Noticias y actualidad de Segovia.

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1 Comment

  1. Podemos poner todas las trabas que queramos para no acceder. La primera debiera de ser la educación. Lo mismo que algunos se encaraman a un pilar para hacer el gallito-escalador o la foto, los más osados, por aventura o por apuesta, buscan la forma de pasearse por arriba. No es la primera vez y me temo que no será la última. En cuanto a los que puedan tener tendencia suicida, todavía más complicado, el que está dispuesto no creo que valga con parlamentar, estará abajo. Seguiremos confiando en nuestros ‘ángeles de la guarda’, la labor de nuestros uniformados, a veces, es impagable.

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