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San Juan de los Caballeros, un jardín segoviano que fue carrera deportiva

Segovianos y turistas transitan por el ameno jardín que rodea la antigua iglesia de San Juan de los Caballeros -hoy Museo Zuloaga-, sin apenas saber que una de sus partes tuvo un pasado tan curioso como notable. Me refiero a la amplia ‘calle’ que se forma desde el oeste de la plaza de Colmenares hasta la propia muralla, acotada por el arbolado; un espacio ancho y alargado que, en los siglos XVII y XVIII, sirvió para practicar juegos caballerescos.

Resulta que los caballeros segovianos, como los de casi todas las ciudades y villas de estos reinos, solían ejercitarse en las artes ecuestres, no solo como forma de entretener sus ocios provincianos, sino como la mejor manera de prepararse para la guerra, entonces consustancial a toda la Monarquía Universal hispánica. En ello le iba mucho a la propia Corona, que se preocupó de fomentar esos ejercicios a través de las reales cédulas de 6 de septiembre de 1572 y de 1º de octubre de 1609, recomendando que ‘sería muy conbenyente que en las çiudades, villas y lugares destos reynos, los cavalleros y hombres prençipales y de calidad fundasen e ynstituyesen entre sí alguna cofradía, conpañía o orden, debaxo de la adbocación de algún Sancto, con tales hordenanças, condiçiones y capítulos que por ellos, entre otras cosas, se hordenasen fiestas en algunos días señalados, de justas, torneos y juegos de cañas y otros exerçiçios militares, y que los mysmos lugares así mysmo … se hordenasen las dichas fiestas y regoçijos, ayudando con lo que se pudiese y fuese justo para las dichas fiestas, y que los nuestros corregidores y justiçias y cavalleros prençipales tomasen cargo de lo mober, proazer y poner en horden… para que todos se exercitasen, y pusiesen y estubiesen armados, encabalgados y prevenidos…’

De la primera de esas cartas reales debió de surgir el Juego de Pelota, edificado en 1573 por los Nobles Linajes en la bajada desde el Rastro (hoy paseo del Salón de Isabel II) al barrio de San Millán, y cuyos restos parece ser que están sepultados en esos taludes. Parece ser que ese campo de juego tenía sesenta y cinco varas de largo por trece de ancho (unos 55×11 metros), y que continuó abierto y en funcionamiento durante más de trescientos años, al menos hasta 1893.

De nuevo durante el reinado de Don Felipe III, la Corona exigió de la nobleza segoviana un retorno a su primigenia función militar: la antes citada carta de Su Majestad, datada en 1609 y dirigida a la Ciudad de Segovia, su concejo, justicia, regidores, caballeros y demás vecinos, ordenaba que ‘cumpliendo con vuestra obligaçión hagáis poner en orden la gente conque esa Çiudad acostumbra servir en semejantes ocasiones’. Leída ante los Nobles Linajes en la sesión de 1º de enero de 1610, la propuesta fue acogida con inusitado entusiasmo por los caballeros segovianos, que comisionaron a don Juan de Contreras y a don Mateo Ibáñez de Segovia para que apreciasen las armas y coseletes que serían necesarios, y buscasen los dineros para comprar estos pertrechos; tales armas y arneses se adquirieron en Madrid en aquel mismo año, por don Jerónimo del Campo.

Muy luego, descartada la opción de correr caballos en el cerro de la Piedad, por su lejanía y frialdad en invierno, en sesión de 11 de noviembre del mismo año de 1610 se acordó hacer una ‘carrera’ en la plazuela de San Juan, con su pared, en donde jugar con los caballos y ejercitarse en las artes marciales. A cuyo efecto, pocas semanas después, don Sancho de Paz y don Gonzalo Bravo de Mendoza solicitaron a la Ciudad, en nombre de la Junta de Nobles Linajes, la cesión de dicha plazuela. La ciudad cedió la propiedad de dicho terreno a los Linajes, y la fábrica de esta ‘carrera’ ya estaba en curso de construcción a comienzos de 1612.

Para dirigir los ejercicios, los Nobles Linajes contrataron a un maestro de armas, encargado de enseñar a los caballeros jóvenes el manejo de las armas, y señaladamente la esgrima. La primera referencia documental es del 1665, cuando se recibió a Diego de Flores, sin salario pero dándole una ayuda de costa de 200 reales al año. Seis meses más tarde, los Linajes recibieron por maestros de armas, pero ‘ad honorem’ y sin salario, a Diego de la Flor Serrano y a Alonso Hernández. En 1689, por muerte de Alonso Hernández, los Linajes recibieron por maestros de armas a Agustín Núñez-Bravo y a Jerónimo de Castro Nieto. En la parroquia de San Millán se conserva un interesante pavés del siglo XIV, hecho en madera decorada con las armas de Castilla y León -y con las de la familia de los Segovia en la clavazón-, que fue repintado en el siglo XVII, pues lleva la inscripción ‘Año de 1689. Renovólo Alonso Fernández, Maestro de Armas de Linages’.

A los ejercicios y carreras en la plazuela de San Juan, y en otras partes, acudían siempre, para amenizarlos, los activos músicos de los Nobles Linajes, que eran varios ministriles y trompetas, y un tambor -la historia musical de Segovia está aún por hacer-. Y es que tales juegos caballerescos hubieron de ser muy seguidos por parte del vecindario segoviano.

Notemos que, a más de servir de entretenimiento y de entrenamiento guerrero, esos juegos públicos tenían otra importante misión: afianzar, ante los humildes vecinos de la Segovia industrial y textil, el papel de la Nobleza como indiscutible e indiscutida clase rectora de aquella sociedad estamental, en que la ‘reputación’ -la propaganda legitimadora-, era un concepto muy apreciado.

Por cierto, no olvidemos que los caballeros segovianos conservaban todavía entonces la tradición del alarde militar obligatorio, para poder ser eximidos de impuestos. Aunque no a través de los Nobles Linajes, sino de los Quiñones: ‘se juntaban todos ciento el dia de Nuestra Señora de las Candelas de cada un año y hacían su alarde en forma de guerra, dando buelta a la ciudad con sus armas y caballos; la qual costumbre, quanto más los Reyes de España yvan ganando tierras a los moros, y trocando las cosas de la guerra en la de la paz, y así el alarde vino a hacerse con velas encendidas en las manos en vez de armas…’. Bonito espectáculo sería aquel alarde guerrero alrededor de las murallas, y bien podría recuperarse como reclamo turístico: en Segovia hay hoy pocos nobles caballeros, pero hay muchos caballos…


Author: Alfonso Ceballos-Escalera y Gila

Doctor en Derecho e Historia. Concejal de Vox en el Ayuntamiento de Segovia.

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5 Comments

  1. Como en Segovia “hay hoy pocos nobles caballeros”, como dice este señor (me suena que con algún título heredado), que salga él con la antorcha a dar una vuelta a caballo por el paseo de Sto Domingo.

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  2. Interesante artículo, el problema es que con ustedes vamos camino de la involución y pretenden devolvernos a la Edad Media con el beneplácito del Señor Mazarías y Cía.

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  3. Enhorabuena por su publicación D.Alfonso.

    Un interesante artículo que nos recuerda a los segovianos una parte desconocida de nuestra Historia desconocida para la gran mayoría.

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    • Mis disculpas por la repetición no intecionada del adjetivo “desconocida”.

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