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Prohibido el móvil en clase

En el Instituto han prohibido el móvil al alumnado. Siendo precisos, se ha restringido su uso exclusivamente a la hora del recreo, y eso porque se consideraba objetivo imposible ir más allá. Se trata de una medida cada vez más extendida en todos los países. En Francia la implantaron en 2018 y en Italia los profes recogen los móviles según empiezan las clases.

Lo recomiendan los psicólogos: tanto móvil conlleva retrasos cognitivos, dificultades de atención, más dispersión y, quizá lo más evidente, resta tiempo no ya al estudio sino a la vida en general. Por ejemplo: de año en año se constata un incremento de chavales (y adultos) que duermen muy pocas horas. Se van a la cama con el móvil y se quedan visionando vídeos de poca duración (los más adictivos) hasta que les vence el sueño. En algunos casos solo duermen cuatro o cinco horas, y eso en una fase vital del desarrollo son palabras mayores: estamos hablando ya de enfermedad.

Volviendo del claustro en el que se tomó la decisión sintonicé en la SER a Carlos Boyero, que despedía su sección lamentando que cuando va en el metro se asusta. Todo Cristo está con la mirada perdida en el móvil. La verdad que la imagen acojona bastante; si el metro ya es de por sí como un convoy de hormigas somnolientas prestas a cumplir su función en el hormiguero, ver que todas las hormigas están alienadas inmersas consumiendo un mundo extraño por una estrecha rendija de pixels (en mi caso, ese desfile de fulanos friendo cosas en puestos de comida callejera, tipos selváticos pescando peces gato con una botella de Fanta) da una vertiginosa sensación de inhumanidad.

¿El móvil nos robó la humanidad? Relativicemos un poco; antes de los smart tampoco es que el metro fuera la alegría de la huerta. Después de todo, jugar al candy-crash es mejor que pasar estaciones con la mirada muerta en un reflejo de aluminio (¿o no? Tal vez mirar reflejos en el aluminio es como meditar para liberarnos del samsara). El móvil nos aísla pero a la vez nunca antes nos relacionábamos tanto con un tío abuelo. ¿En qué cambia leer las noticias en papel a hacerlo por el móvil?

La parte negativa es la adicción, sí, y también esa inquietante y creciente dependencia de la máquina. Eso es nuevo. Salir de casa con la maquinita se nos torna obligatorio. Vale, como lo fue un día salir con zapatos. Nos maquinizamos como un día decidimos vestirnos. Y en nada la IA tomará decisiones por nosotros: “Hey Chat GDT, ¿qué comemos hoy? ¿Pollo o filete?”. Y la IA te dirá: “pollo; el filete está más lejos de la fecha de caducidad y no hay tiempo material de descongelarlo. ¿Quieres que llame a Globo y pides kebabs?”  Nadie sabe pues si nos inhumanizamos o bien esta´despersonalización es un pasito más hacia el Ciber sapiens.

Nos engañan cuando nos dicen que la tecnología es un salto de conocimiento. La tecnología es la aplicación del conocimiento a una mayor durabilidad, comodidad y confort de nuestras  vidas, que es lo que viene caracterizando el devenir del hombre desde el neolítico. Pero reconozcamos que hay un punto de alienación en esa fila de chicos ensimismados pasando vídeos de Tik-tok.

Hace un siglo, la escuela de Frankfurt descubrió que el cine (luego la tele, hoy el móvil, la publicidad siempre), y ya no la religión, eran el verdadero opio del pueblo. Las industrias culturales, en términos de Adorno y Benjamin, estructuran un orden de valores esencialmente conservador y de preservación del statu-quo, enemigo de la revolución (para ellos, para los neo-marxistas de la República de Wiemar, tan necesaria y conveniente). La tesis no deja de ser discutible. Pero el hecho cierto es que tenemos a la masa pegada a una pantallita por la que mira al mundo. Quien manda en esa pantallita, domina el mundo. O cree que lo domina.

A mí me da que, en realidad, este mundo va por libre, con sus dinámicas caóticas auto-organizadas en aras de no sabemos qué. Supongo que el objetivo del mundo es mantenernos a flote mal que bien. A menudo a costa de otros.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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2 Comments

  1. A mí me parece muy triste ver a los jóvenes y no tan jóvenes sentados en la terraza de un bar y en vez de estar conversando están mirando la pantalla del móvil. Además se raya la mala educación porque ya no se priva uno de hablar por él cuando estamos en lugares donde nos dicen que lo apaguemos, consultas médicas, teatro, cine, clases, etc.

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  2. Prohibir, prohibir y más prohibir. Los centros educativos no tienen que imponer su moralidad en lo que haga la gente en su tiempo libre como el recreo (siempre que no sean utilizados durante en transcurso de la clase)

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