Hace 150 años, un segoviano que se preciara, antes de salir de casa se hubiera puesto sobre la camisa, el jubón, una suerte de chaqueta, y las calzas, pantalones cortos que enlazaban con las medias por la rodilla. El calzón era la prenda por antonomasia del vestuario masculino, hasta el punto que “llevarlos bien” puestos equivalía en el habla coloquial, a ser “todo un hombre”, lo contrario que quien los llevaba flojos, “el calzonazos”.
No se sabe muy bien, sería por el XIX, cuando desde Francia vino la costumbre del pantalón, que llegaba hasta el zapato, y que gradualmente fue arrinconando el calzón español. Consta que los últimos que se vieron en movimiento por Segovia fue por los años 30, por la zona de Cuéllar. En Sepúlveda, allás por 1917 campaba un tal Choto de Sepúlveda, de quien dijo Julia Gómez Olmedo (pionera en la investigación sobre la vestimenta tradicional) que, “es de los pocos que visten aún de corto en los días sonados. No le gusta, sin embargo, escuchar la gaita esa de oír a los vecinos: ¿vas a los toros?”.
Detalles que nutren la espectacular exposición que sobre vestimenta tradicional puede verse en el Torreón de Lozoya, hasta el 5 de abril. Y es que, a diferencia de las manidas colecciones de trajes típicos regionales, la muestra “El mundo por montera“, comisariada por el etnógrafo Carlos Porro, es un recorrido didáctico por el vestuario de nuestros bisabuelos a través de 150 piezas recogidas de fundaciones, museos etnográficos y colecciones particulares. Vestuario de pastor, con sus zamarras y albarcas (semi-zapatos de cuero que, con suerte, duraban unos meses), de a diario o festivo, como los impresionantes faldones del danzante de Veganzones o de la procesión del Niño de la Bola (Cuéllar). Eso para él.
Como no podía ser menos, para ella las cosas eran bastante más complejas, camisas, monteras, ligas, fajos, refajos y contrafjos. Corpinos, y sobre el corpiño, los gajos, corales, medallas, relicarios o el Cristo Barriguero (un medallón que se ceñía al vientre) entre otras piezas del joyel tradicional segoviano.

Reguera, Vázquez y Sara Dueñas, directora del ITCS, recorriendo la muestra. Arriba, colección de monteras.
Ropajes y complementos que se alternan con fotografías espectaculares, de segovianas y segovianos de primeros de siglo, recogidos por los primeros etnógrafos y sus cámaras a pie de calle.
La muestra ha sido patrocinada por el Instituto de la Cultura Tradicional Manuel González Herrero, de la Diputación, en colaboración con la Fundación Joaquín Diéz y la Caja Segovia, que aporta personal y espacio. Es la segunda muestra de la Fundación ex-cajista, y la primera que se realiza con “socios” en la nueva etapa de la entidad. El resultado, más que digno, de obligada visita y que recuerda a los buenos tiempos, cuando el torreón era un motor cultural de la ciudad.
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