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V Centenario de la Habana, cuando Cuba era de Cuéllar

Felipe VI rinde homenaje a José Martí en Cuba.

Sin desmerecer encierros, castillos y vinos, probablemente la fundación de La Habana sea la mayor gesta del genio cuellarano. El gobierno cubano de Miguel Díaz-Canel se apresta a celebrar, el 16 de noviembre, el quinto centenario de la fundación de la capital de Cuba, entre grandes fastos y la presencia de próceres internacionales, entre otros, Felipe VI, en la primera visita oficial de un monarca español a la isla caribeña.

Por la cosa del indegenismo, y porque ciertamente la conquista de Cuba no está exenta de controversias, la efeméride oficial pasa por alto o se oye más bien poco quién lo hizo, que no fue otro que el entonces gobernador de la isla, Diego Velázquez de Cuéllar.  Facultado por la corona para fundar ciudades, Velázquez precisaba un puerto sureño desde el que articular el comercio con España y también como plataforma para saltar al Yucatán, y de ahí a la conquista de México. En 1514, Velázquez encomienda a su paisano de Navalmanzano y lugarteniente Pánfilo de Narváez la fundación de San Cristóbal de La Habana, dicha así por ser -es una de las teorías al respecto- territorio del cacique taíno Habaguanex. Pero esa primitiva Habana no prosperó, optando Velázquez por “trasladarla” a tierras más saneadas, en la orilla norte en 1519.

El conquistador de Cuba

En poco tiempo Velázquez la convertiría en el principal puerto de la isla. El cuellarano había llegado a América en 1493, en el segundo viaje de Colón. Aunque descendiente del muy noble linaje de los Velázquez, cuya casa nobiliaria fue el palacio de Pedro I y que, especialmente a lo largo del siglo XV, fue cantera de cancilleres y cortesanos, no era sin embargo Diego un hombre rico, más bien las crónicas (Fernández de Oviedo) le pintan como un hidalgo pobre, que había aprendido el oficio de la milicia en los tercios de Nápoles, y que terminó siendo uno de los capitanes más activos en la “pacificación” de La Española (Santo Domingo) y probablemente el castellano más rico de la isla.

Diego Velázquez.

La cuestión es que Diego Colón, hijo del almirante y virrey de las nuevas posesiones, encomienda a Velázquez en 1511 la conquista de Cuba, que el cuellarano completó en tres años. Comparada con la “pacificación” de La Española, la de Cuba fue una conquista fácil, no especialmente virulenta, en gran medida por la presencia de fray Bartolomé de las Casas. Aún así Velázquez hubo de deponer por sanguinario a Francisco de Morales, susituyéndolo por el más moderado, Pánfilo de Narváez, quien pese a ser “más moderado” protagonizó la matanza de Caonao, según refiere de Las Casas. Tampoco Cabeza de Vaca, que acompañó al de Navalmanzano en la fallida conquista de Florida, habla demasiado bien de Narvaez, a quién pinta como enfebrecido por el oro.

Es una cuestión controvertida. Pesa la leyenda negra si bien en los últimos años la historiografía tiende a suavizar el relato holandés y británico (y el de fray Bartolomé), imputando el fin de la cultura taína al mestizaje y a las enfermedades traídas por los europeos en mayor causa que el exterminio puro y duro.

Sea como fuera Velázquez fue quién dirigió la creación de la patria cubana en sus orígenes. Puso minas en explotación, fundo ciudades, organizó las encomiendas, primó la presencia de religiosos y puso en marcha un régimen latifundista que sentaría las bases de la dominación española a pesar de la fobia con que en Cuba se le recuerda. Además, favoreció el desembarco de numerosos parientes y paisanos. El padre Balbino Velasco cita que se trajo a la isla a su sobrino, a su cuñado Francisco Verdugo, parientes como Antonio Velázquez Borrego, un tal Anaya, Juan Velázquez de León, Francisco Velázquez, Bernardino Velázquez.  No cabe duda que la prosperidad del cuellarano fue imán para primos y parientes, así como también para paisanos como Baltasar Bermúdez, Juan Gutiérrez de Cabañas, Juan de Rojas, Juan de Cuéllar o Juan de Mercado, que unos decían que era de Cuéllar y otros de Madrigal. Nombres que nos han llegado por las crónicas que escribiera Bernal Díaz, el gran cronista de la conquista del Caribe y Nueva España.  De hecho, Diego Velázquez casaría en la isla con doña María de Cuéllar, hija del tesorero Cristóbal de Cuéllar. Bien es verdad que, según refiere el historiador cuellarano, “se casó un domingo y enviudó el sábado siguiente”.

El ambivalente retrato de Bartolomé de las Casas

Fray Bartolomé de las Casas.

Implacable con los conquistadores, Bartolomé de las Casas traza un retrato con claroscuros de Velázquez. “Era muy estimado de los de acá de los antiguos de la isla [Española], más rico que ningún otro; tenia mucha experiencia en derramar o ayudar a derramar sangre de estas gentes malaventuradas [los nativos]. De todos los españoles era muy amado, porque tenía condición alegre y humana y toda su conversación era de placeres y agasajos, como entre mancebos no muy disciplinados, puesto que a sus tiempos sabía guardar su autoridad y quería que se la guardasen. Era muy gentil hombre de cuerpo y rostro, y así amable por ello; algo iba engordando (cuando le nombraron para la conquista de Cuba), pero todavía perdía poco de su gentileza. Era prudente aunque tenido por grueso de entendimiento; pero engañados estaban con él… Era bien condicionado y durábale poco el enojo. Todo lo perdonaba pasado el primer ímpetu, como hombre de benignidad. Y no era Diego Velázquez de poco cólera, ni aún de tan poca gravedad, que aunque por otra parte, cuando estaba en conversación, era muy afable y humano, pero cuando era menester y se enojaba, temblaban los que estaban delante de él, y quería siempre que le tuviesen toda reverencia, ninguno se sentaba en su presencia aunque fuese muy caballero”.

Con todo, Velázquez debía atesorar no poco talento para ganarse el favor de la corona y, sobre todo, para poner en cintura al personal castellano que campaba por aquel rincón del imperio. Entre los que se contaba Hernán Cortés, su más implacable rival. Precisamente, la confrontación con Cortés ha convertido a Velázquez en un conquistador menor, cuando no lo fue en modo alguno.

Aquellos primitivos cubanos de la Tierra de Pinares (entonces sin pinares) tenían bien claro que estaban a pocos kilómetros de uno de los más fastuosos botines del Nuevo Mundo: México. De buen principio Velázquez intentó organizar la conquista del continente. Financió un bergantín en el primer intento de conquista, a cargo de Hernández de Córdoba en 1517, que si bien fracasó, si aportó los primeros cautivos mayas que más tarde harían como traductores un impagable trabajo como intermediarios en las alianzas con los indígenas sometidos a la dominación azteca.

Para el segundo intento Velázquez triplicó la inversión y confió en su sobrino y también cuellarano Juan de Grijalva, que llevó a cabo un buen trabajo de mapeo del terreno y de captación de información. Grijalva contactó con las aztecas y advirtiendo de la hostilidad de los indígenas se abstuvo de establecer una colonia que sirviera de cabeza de puente. A su regreso a Cuba, el incumplimiento de las órdenes le valió al sobrino la animadversión del tío.

La rivalidad con Cortés

A la tercera la vencida. Ya con información fehaciente sobre lo que les esperaba, con once embarcaciones cargando 550 españoles, Velázquez puso esta vez al frente al entonces alcalde de Santiago, Hernán Cortés. A última hora, sin embargo, el de Cuéllar se enfada con el extremeño y le destituye. Cortés no dio tiempo a que llegara su sustituto y dio la orden de zarpar. El resto es historia.

Toma de Tenochticlan por Cortés.

Velázquez sobrellevó fatal el resto de su vida tanto la insubordinación de Cortés como que la corona, finalmente y ante el deslumbrante botín mexicano, hiciera caso omiso de sus reiteradas peticiones de destitución de Cortés. De hecho, en la valoración que de Velázquez haría la posterioridad pesaría como una losa la visión que el conquistador de México tenía del cuellarano, a quien tildaba de hombre comodón, deseoso de conseguir riquezas “desde su silla de gobernador”. Obvio es decir que la visión de Cortés era sumamente interesada. Como concluye el padre Balbino, “al ponerse la historia al lado del que ha tenido éxito, de rechazo ha cargado las tintas en contra de Diego Velázquez”.

El conquistador de Cuba, falleció en 1524 en su casa de Santiago. A pesar de los quebrantos sufridos por ver como sus inversiones en la conquista de México se volvían contra él, murió rico. Más de mil reses, 3.000 cerdos, 19 estancias. Introdujo en Cuba plantas continentales y benefició fundaciones y la llegada de paisanos. En su testamento lega 500 pesos de oro para ropajes y bastimentos para “los indios que en esta isla me han servido y sirven en estas haciendas y granjerías, o en coger oro, y mi voluntad es, y ha sido siempre, descargar con ellos mi conciencia”, dice en su testamento. Dejó pagadas 300 misas en sufragio de su alma en el convento de San Francisco así como tres mil ducados, una fortuna, para que las monjas rezaran por su alma en el convento de Santa Clara de su Cuéllar natal. Nunca olvidó la villa.

La Habana, vista del malecón.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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3 Comments

  1. Buen artículo de divulgación sobre la figura de Diego Velázquez de Cuéllar al que se le sigue teniendo por “menos de lo que valió y sus contemporáneos le estimaron”. Sin embargo, quiero contribuir con dos observaciones sobre lo escrito por su autor.
    1ª Es impropia la expresión “aquellos primitivos cuellaranos de la Tierra de Pinares (entonces sin pinares)”. Aunque tengo claro que el autor ha querido hacer un juego de palabras, el nombre histórico, para la época a la que se refiere y mucho después, fue Tierra de Cuéllar (como Tierra de Arévalo, Tierra de Medina o Tierra de Segovia). Con la tridición y por influencia de los geógrafos se fue imponiendo “Tierra de Pinares” para referirse a Cuéllar y un territorio más extenso en el que abunda esta conífera.
    La expresión “entonces sin pinares” (en tiempos de Diego Velázquez, se entiende) es desacertada ya que los pinares eran una realidad en época medieval. Están documentadas las importantes masas de pinares comunales en Cuéllar y en los pueblos de su alfoz como testimonian los apeos de dichos pinares en las Ordenanzas de 1499, e incluso otros apeos anteriores como el de el Común Grande de las Pegueras en 1423. Documentos mal interpretados de órdenes dictadas en época de Carlos V en el sentido de repoblar árboles hicieron creer a algunos otra cosa.
    El pino es un árbol autóctono en esta comarca documentado en cenizas de yacimientos de la E. del Bronce, lo que demuestra que su presencia viene de lejos.
    2ª Sobre la figura de Diego Velázquez de Cuéllar y su personalidad, estudios revisionistas apuntan a que el cuellarano impuso en la isla de Cuba un sistema de gobierno similar al de su villa natal, es decir, con el predominio de una élite nombrada y controlada por él en las distintas villas que allí fundó.
    Benefició para ello de forma caprichosa y arbitraria a sus parientes y hombres de confianza, creando así esa élite a su favor. A estos les repartió un número de indios por encima del límite legal de doscientos agraviando a otros que se tuvieron que conformar con poco. Cuando su paisano Manuel de Rojas informó sobre todo esto, el adelantado de Cuba ya había fallecido.
    Según el historiador Mira Caballos, Diego Velázquez convirtió Cuba en su reino de taifa y la gobernó a su antojo, lo que le permitió ese enriquecimiento que le permitió sufragar los viajes de exploración (y luego la conquista de Nueva España que le usurpó Hernán Cortés). Fue tanto su poder y control que en algunos asuntos no se atrevió a intervenir la monarquía hasta después de su muerte.

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    • Muuchas gracias por su interesantísima aportación. Podría recomendarnos una monografía para mejor conocimiento del personaje?

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      • Gran aportacion historica a la figura d D. Diego Velazquez condenado al obstracismo por Hernan Cortés

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