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Locos de Dios

Artículo pastoral del obispo de Segovia, Jesús Vidal, en el día más importante del calendario católico, la Resurrección de Jesús.

Hace unos días me saltó en el móvil, merced a estos algoritmos que gobiernan nuestras listas de noticias, una entrevista del 31 de marzo a Javier Cercas en El Mundo Digital sobre su reciente novela “El loco de Dios en el fin del mundo”. En ella, a las preguntas del periodista Antonio Lucas, responde algo que me parece muy obvio, pero que no ha dejado de perseguirme esta Semana Santa. «Para creer lo que cree un católico hay que estar como una cabra». Y Cercas se refiere, principalmente, a creer en la resurrección de la carne. Un autor que en el prefacio del libro se define como anticlerical, laicista militante, racionalista contumaz y un impío riguroso, acierta de lleno en el núcleo de nuestra fe.

El libro trata de una extraña propuesta que recibe para escribir un libro viajando con el papa Francisco a Mongolia. Él acepta, con una condición. Que pueda preguntar al Papa si la firme fe de su madre, su anhelo de encontrarse con su padre después de morir, es verdad. Bendita fe de las madres y abuelas que no deja de sembrar esta pregunta en el corazón de sus hijos y nietos. Y es una siembra eficaz, porque por muy agnósticos o ateos que seamos, es imposible erradicar de nuestro corazón el deseo de resurrección.

Esto mismo lo decía de forma verdaderamente conmovedora Félix de Azúa en un artículo del periódico El País en el año 2000, que leí en el libro de J.J. Ayán,Para mi gloria los he creado“. En este artículo, después de quejarse por la homilía que había escuchado en un funeral en la que el sacerdote predicaba acerca de una supuesta luz inmaterial en la que nos convertimos al morir, nos lanzaba a los católicos un grito de socorro: «Católicos, no os dejéis arrebatar la gloria de la carne, no os hagáis hegelianos. Que, sobre todo, el cuerpo sea eterno, es la mayor esperanza que se pueda concebir, y solo cabe en una religión cuyo Dios se dejó matar para que también la muerte se salvara. Quienes no tenemos la fortuna de creer, os envidiamos ese milagro, a saber, que para Dios (ya que no para los hombres) nuestra carne tenga la misma dignidad que nuestro espíritu, si no más, porque también sufre más el dolor. Rezamos para que estéis en la verdad y nosotros en la más negra de las ignorancias. Porque todos querríamos, tras la muerte, volver a ver los ojos de las buenas personas. E incluso los ojos de las malas personas. En fin, ver ojos y no únicamente luz». Esto es también lo que desea la madre de J. Cercas, lo que deseo yo y lo que creo que deseamos todos: que al traspasar la muerte no veamos luces, sino ojos y boca, y nariz y, manos…

Puede ser extraño, pero es lo que los evangelios nos cuentan. María Magdalena en el huerto no vio unas formas luminosas, sino unos ojos conocidos y una boca que la llamaba por su nombre. Tomás y los apóstoles no vieron un fantasma; vieron unas manos y un costado que conocían. Y lo palparon. Y tocaron los agujeros que los traspasaban. Ciertamente hay que estar loco como una cabra para creer lo que creemos los católicos, pero más loco habría que estar para no creerlo cuando uno lo ha visto y tocado. Este es el fundamento de nuestra fe, el testimonio de unas mujeres, de unos hombres que decían que habían visto resucitado a uno que tres días antes colgaba muerto de una cruz y lo habían sepultado. Y que lo habían tocado. Y seguro, pienso, que lo habían abrazado. (Tan fuerte, que Jesús tuvo que decir a María que lo soltara…)

Aquel testimonio sigue resonando, transportado de generación en generación por “locos como una cabra” que lo creen y lo viven. Es cierto, he de reconocerlo, que el mundo de hoy con su positivismo se ríe de una creencia así, pero es, al menos tan cierto, que los que lo hemos conocido no podemos negarlo sin negarnos a nosotros mismos. Feliz Pascua de Resurrección.

Jesús Vidal, obispo de Segovia


Author: Opinion

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5 Comments

  1. ¡Hay que mantener el chiringuito, Don Jesús!

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    • Qué osadía ponerse a opinar sin haber pasado de leer quién escribe el artículo. Algo bastante usual entre los comentaristas, dicho sea de paso. Y si lo has leído, que lo pongo en duda, no te has enterado de nada y necesitas un cursillo acelerado de comprensión lectora.

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      • A mí lo que me gustaría saber es el lío de procesiones entre la Virgen del Rocío y el Resucitado. Aquí no se dice nada.

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      • Estás tú para dar lecciones de escritura, don Clamoes. He leído la homilía, aunque no era necesario para hacer mi comentario, que es atemporal. Gracias por tus consejos, maestro de nada.

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    • Dice Cercas que para creer hay que estar como una cabra.
      Nada nuevo bajo el sol.
      Tertuliano decía: Credo quia absurdum.
      La Constitución Dei Filius del Concilio Vaticano I nos habla de la coherencia de los misterios de nuestra fé, precisamente porque Dios es autor de la fe y la razón.
      Muy bien traído el artículo de Monseñor y muchas gracias por su felicitación de Pascua de Resurrección.

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