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La muerte electoral de la moderación

En nuestra vida normal tenemos en alta estima la moderación. “Es un hombre moderado” suele ser un elogio. Lo asociamos a ser cabal, sensato. Practicar la ecuanimidad, amplitud de miras y la tranquilidad de ánimo. Parece, además, virtud pintiparada para político… ¿o no?

Pues no parece, si algo es previsible en unas elecciones es que los políticos que se nos presentan como moderados, de modales educados y contenidos, suelen ser carne de cañón. Miren al pobre Gabilondo, al que las encuestas auguran un fuerte (otro) tortazo en las elecciones de Madrid.

Algunos achacan esta mala prensa de la moderación a la polarización. Pero no parece que ser moderado en tiempos de crispación fuera un desdoro, más bien al revés. Precisamente cuando los ánimos están encrespados más agradecemos la moderación.

Otra explicación es la propia mecánica de la democracia y los medios de comunicación. Se podrá decir que ser no es parecer, pero lo que está claro es que en política el que no “aparece”, el que no se visualiza, terminan “no siendo”. En cambio, el que aparece mucho, aunque sea para mal, aunque sea diciendo bobada tras bobada, mejora resultados.

Es como un plató de Sálvame. A mi Sálvame me aburre mortalmente y eso que airear los bajos instintos, miserias personales y vicios del personal, en principio, suena curioso. El problema es que los contertulios saben que para imponerse y seguir pintando algo deben atropellarse los turnos de palabra, enfatizar, gritar, dar golpes de efecto.  Y al final ese es el verdadero espectáculo, la bronca, siendo el pobre diablo un mero catalizador del show. Lo mismo en los debates políticos de La Sexta, y aún en los electorales. El medio es el mensaje. Chillar cual verduleros, machacar falacias y soltarlas bien gordas… ¡No importa quedar como un borrico! (va en el sueldo). Importa monopolizar el espacio informativo, multiplicar los impactos. Salir mucho más que salir bien, o incluso, pese a salir bien.

Y los que diseñan campañas lo saben. Que para “ser” es condición de posibilidad visualizarse, o sea “parecer” o por mejor decir “aparecer”. Y para ello sobran los análisis metódicos y sensatos, que no dan titulares ni te captan espacio, hay que ir a lo gordo. A la burrada, al falso dilema. ¡Libertad o estreñimiento! ¡Fascismo o covid!…

Luego pasa que, al final, la realidad decepciona. Ser presidente de la Comunidad de Madrid no deja de tener una influencia limitada en las vidas de la gente. Gestionan la salud o la sanidad, y también manejan un innumerable (al parecer) lote de empleos de cesantes que se juegan miseria o prosperidad según gane esto o el otro. Y sí, hay quien lo hará peor y quién mejor, pero en el fondo, gestionar es asignar recursos, y los recursos de una autonomía vienen determinados por una administración mayor que es la que realmente cuenta.

Hablo de impuestos.  Y mientras Mañueco se carga el impuesto de sucesiones,  leo anonadado en El País que el Gobierno, para quedar bien en Europa y alimentar la vana esperanza de que algún día pagaremos los billones que debemos, se ha comprometido a cargarse la exención por declaración conjunta. 3.400€ de exención que beneficiaban a los tramos más humildes. 4.2 millones de personas a los que les van a meter un puro de 3.400€, y que son precisamente los más desgraciados del sistema. No puede ser. Parece que lo ha dicho Vox, pero no, viene en El País. Les ahorro la memez de la argumentación (no sé qué de mejorar la igualdad de género). ¡Quedémonos en cómo de mal andaremos para que un gobierno socialista y comunista meta tal rejón a los pobres! Esa es la triste realidad. ¡No tenemos ni un duro! Pinta fatal… Que se preparen los pobres…


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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2 Comments

  1. Todo consiste en ser platós de tv y gresca de cotilleo-corazón. Es lo que hay: una sociedad (en gran mayoría) sin criterio, salvo el vaivén de los chillones tertulianos y los bocas-exabruptos de políticos y -cas sin ética de ningún tipo. ¿Tendremos lo que merecemos?

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  2. La rotunda victoria de Isabel Díaz Ayuso representa el triunfo de una gestión inteligente. No es fruto del populismo como algún comentarista de oficio ha pretendido explicar. Populismo es lo de Iglesias: propaganda, agitación social, demagogia autoritaria, sin ningún signo de actividad laboral en pro de los ciudadanos, con abandono de sus funciones como vicepresidente, cuando lo fue. Finalmente, expulsado de la política por los votos. No hace falta hacer muchas cábalas. Números cantan. El triunfo de Ayuso se explica con hechos mondos y lirondos. Lo demuestran 98% de los municipios madrileños que votaron al PP. Un partido reanimado por Ayuso, después de los malos resultados de Cataluña. Con ella, ha triunfado la política de la libertad ciudadana: baja fiscalidad, libertad en la educación (pública, concertada, privada, especial), atención a las familias, eficacia, transparencia, etc. Un modelo de gestión que apunta a los problemas concretos de los ciudadanos, sin matracas de ideología populista que sirva para esconder mala gestión…y algo más. Añádase a esa tarea el coraje para enfrentarse con inteligencia y decisión al virus y a Sánchez, sin perder el buen humor y formando un equipo con los mejores.
    Mucho que aprender, si hubiese suficiente humildad e inteligencia (van unidas). Lo que se echa en falta por aquí: trasparencia en un gobierno municipal contaminado de ideología populista. ¿Será oportuno presentar una moción de censura a Luquero?

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