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La crisis del cuello de botella

Que iba a ser una recuperación rápida, dijeron… En una entrevista, Felipe González trazaba el símil de una pelota que sumerges en la piscina, la sueltas y vuelve con ímpetu a la superficie. Pero no… Le llaman la crisis del “cuello de botella”. Tras un año largo en hibernación, la economía mundial (no solo pasa en España, no debería recalcarse pero hay una tendencia a considerar este país como una anomalía cósmica y no) intenta recuperar el pulso pero se enfrenta a un hecho inédito en la economía consumista, la oferta no cubre la demanda.

Supongan ser un fabricante de botas de fútbol. Vives de esa legión de chavales del fútbol base, a dos pares al año por cabeza. Durante un año has mantenido la producción al mínimo, o incluso parada, dedicado a la gestión del stock. Pero vuelve la normalidad y la demanda se dispara. A estas edades a nadie le valen las botas de hace dos años. Hay que renovar surtidos, sino desde cero, desde muy abajo.

Las plantas están interconectadas. Es así. Para preparar una vacuna leí que se precisan 50 componentes, cada uno procedente de una fábrica y la mitad de ellas en Asia, desde la  botellita del vial al plasma. Con las botas de fútbol igual. Hay que hacer la demanda del cuero, de los tacos, de los cordones…Que a su vez requieren poner la producción al 200%, lo que implica renovar consumibles, chips, cableados, aceite industrial… Conclusión, los pedidos que antes llegaban en días ahora tardan meses. Y esto pasa a la vez en todos los sectores, que son muchos, afectados por la hibernación, el de la movilidad (turismo, viajes familiares), lo que vive del turismo, lo que vive del consumo de bienes personales, de las actividades de ocio, del alimento de restauración, incluso la construcción, animada por la inversión pública… Imaginen la pelota.

Pero hay más. Tenemos un nudo logístico cuasi colapsado. El transporte no da abasto; la mercancía se acumula en puertos desbordados. Lo que a su vez tira del mercado de la energía, que a su vez se ve penalizado por los altos precios del combustible y su agotamiento, que en Europa, para mayor mortificación, y de la mano de una reglamentación supuestamente verde, se traslada al mercado eléctrico. En definitiva, la pelota sumergida va para arriba, sí, pero como si en lugar de en agua estuviera sumergida en gel.

Falta género en un contexto de demanda mundialmente disparada, o sea, inflación. Todos lo hemos notado. La gasolina, la electricidad, los bancos… Ha subido el pan y pronto lo harán las cañas. Que viene a ser el último eslabón de la cadena. IPC al 4% y subiendo. Dinámicas muy destructivas. Piensen en el fabricante de botas que llegará tarde a la cita. Se las verá entonces con un stock de un coste disparatado en un mercado de precios ya saturado.

Como siempre, no faltan economistas pesimistas que adelantan ya el fin del consumismo y, por ende, de la civilización tal como la conocemos. Ni los optimistas, los que dicen que esto es fantástico para el mercado, que fortalece la resilencia empresarial, crea empleo y dinamiza los salarios. Y están los que ni fu ni fa.

En el fondo son facturas inesperadas del confinamiento epidémico operando sobre un sistema caótico. Y una vez más uno no deja de sorprenderse ante la falta de previsión del sistema en general. A toro pasado anticipar este culo de botella resultaba obvio. Pero hasta a un tipo tan supuestamente enterado como Felipe, que se jacta de hablar con la élite mundial, se le pasó por alto y se abonó a la teoría del “super-bong”. Y esto no es una crítica al expresidente. Es más bien señalar lo mítico de esta creencia en el experto, el auríspice que lee el futuro en las tripas del mundo y desvela sus designios. Pues no. Nuestro mundo es un caos que intenta auto-organizarse. Un océano de grandes olas sobre el que flota nuestra precaria balsa. Y lo curioso es que siempre se sale a flote. ¿Hasta que no? Nunca sabe uno.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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3 Comments

  1. Así , si . Pero me temo que el público no entienda lo que escribas.
    Algo como lo del virus , me demostró lo fácil que es manipular al personal y esto que tratas de transmitir es de máster.
    Enhorabuena por tu artículo.

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  2. No. Todo se resume a la Agenda 2030. Es un proceso de deconstrucción planificado de la sociedad occidental y su economía.

    En el 2030 no tendrás nada y serás feliz. Nos vienen avisando de ello.

    Los motivos para ello es lo que debieran explicar claramente los que están detrás de dicha Agenda.

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  3. Lo llaman ingeniería social y consiste en dividir a la sociedad para controlarla mejor. Enfrentando a grupos o colectivos y empobreciendo material y culturalmente a los individuos. Es el nuevo comunismo. Lenin y Stalin lo hicieron de modo violento, acaparando los medios de producción, acabando con la propiedad privada y aterrorizando al pueblo, con millones de muertos y deportaciones masivas. El arma actual para controlar a la población es la ideología que llega a través de los medios de comunicación. Ideología de género, contra la biología. Empobrecimiento programado contra el consumo de proteínas animales, contra la agricultura y la ganadería, contra el comercio y el turismo (de poco valor añadido, según el ministro Garzón, que fomenta el paro a destajo). Empobrecimiento de la educación con la ley Celaá que promueve la holgazanería y nos deja a la cola de los países civilizados.
    La manipulación llega a todos los sectores de la sociedad, discapacitados, enfermos mentales. Leyes como la de eutanasia aprobadas sin discusión parlamentaria. Han utilizado la pandemia como excusa para declarar los estados de alarma (ahora inconstitucionales, según sentencia del Constitucional). Aprovechando esa circunstancia maléfica, con una oposición amodorrada, el déspota de la Moncloa y el fugitivo de Galapagar han actuado sin control democrático (con el Parlamento cerrado) Durante un año, el gobierno socio-comunista de Sánchez ha encerrado a 47 millones de españoles, mientras se producían más de 100 mil víctimas mortales, muchas en residencias de ancianos; se cerraban empresas y se encarecían los bienes de consumo.

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