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Imbecilidad: el virus que te convierte en zombi

EbolaMonrovia

Arriba. Esta, y no un perro, es la imagen real del Ébola. Saat Exco. 10 Años. Agosto de 2014. Monrovia (Liberia). Abandonado en un callejón y muerto de Ébola. Foto de Twitter.

Empecemos por los medios de comunicación. La salud es un tema inflamable, vende mucho, siendo igualmente grande nuestra incapacidad profesional para encorsetar un discurso complejo en una noticieta. Por eso admiro a aquellos colegas que practican un periodismos sanitario serio, sensato, eficaz.

Otros compañeros practican directamente el terrorismo informátivo. He visto -a fecha de hoy Teresa Romero. sigue viva, y espero que por mucho tiempo- titulares del tipo “el cadáver de la enferma de Ébola será incinerado”, y no en un digital cualquiera de los que te publican una bola viral del tipo la señora que se ha implantado una tercera tera, no, esta vez lo he leído en ABC. Esto es una perversión moral. Si uno quiere decir que los protocolos establecen la incineración de los cadáveres de fallecidos por el Ébola, se puede hacer así, sin mentar a nadie. Lo otro es de tronaos.

A los periodistas nos falta un tornillo. A muchos, varias docenas de ellos. Por ejemplo, en la televisión pública, debate cutre a más no poder. Demasiada gente en el plató. Se entremezclan expertos y notorios tarados mentales. Rápidamente, el debate se encrespa, con este tipo de fanáticos la argumentación es imposible y no se debe poner en pie de igualdad la capacidad informativa de un experto con la de un tarado. Culpa del compañero conductor del debate al elegir a los ponentes. Resultado: desinformación. El ébola se convierte en conversación de café donde datos esenciales como los mecanismos de propagación de un filovirus derivan en lo accidental. ¿Debemos salvar a un perrito? ¿Es bueno que haya misioneros? ¿Por qué la iglesia católica no acepta a los homosexuales? Flipante.

Animalistas. No puedo con el “animalismo” entendido como doctrina ideológica. Los animalistas y los independentistas van a motivar algún día mi ingreso en un pabellón psiquiátrico. Incluso, considerando la más que probable relevancia electoral de unos y otros en un futuro, estoy sopesando abandonar trabajo y familia y retirarme a lo más profundo de Soria. Invertir todos mis ahorros en botes de fabada y gallinas. Dejarme una barba de buscador de oro, trincarme una obrada, rodearla de alambrada y carteles que pongan “Washington es el Anticristo”.

Mira que han pasado días desde que se desató este infierno en Monrovia. Pero que solo te movilices cuando la cosa afecta a un chucho es una abyección moral.

Cinco minutos, cinco, he estado soportando a un indigente intelectual desbarrando en prime time sobre que los perros son seres sintientes y como tales tienen derecho a la vida. El periodista -otro ser sintiente- en lugar de arrearle dos capones y mandarle a repetir primero de lo que sea, asiente con la cabeza. Son ya miles los descerebrados que postulan la necesidad de pagar con MIS impuestos laboratorios de presión negativa, equipos NBQ y fármacos para sus mascotas, cuando lo cierto es que no los tenemos ni para nosotros. Veterinarios sin mayor idea sobre microbiología soltando chorradas del calibre 1300 sobre el particular. Gilipollas de toda gilipollidad comparando moralmente a mis hijos (tus hijos, cualquier humano ni que sea negro y agonice en una calle de Monrovia) con un perro. Simplemente habéis perdido el norte moral. Y siento que tres milenios de filosofía se diluyen en chorro por la cloaca del marketing emocional para la manipulación de una masa alucinante de bobos en crecimiento.

Idiotas. Nunca oculté mi afinidad política con los conservadores. Pero ver a Mariano Rajoy en la tele afirmando que “en Europa le han felicitado por lo del Ébola” me deja meneando la cabeza mortificado por la consternación. Si el año que viene al PP le dan una paliza electoral y el país queda en manos de mesías, revolucionarios de pacotilla justicieros varios, me diré, ¿de qué te extrañas, Luisito?

Escuchar al consejero de Sanidad de Madrid culpando a la auxiliar infectada de haber contraído la enfermedad, calificando a la pobre mujer de poco menos que de tonta del bote, amén de una falta de sensibilidad bestial para con un empleado que lucha entre la vida y la muerte, es del todo punto salvaje. Es como aquel empresario que saltándose a la torera el menor atisbo de prevención laboral desplaza su culpa sobre la víctima. Es obsceno. Y sintomático de en qué manos está la sanidad madrileña. Lo de este señor no es que sea de cese fulminante. Es que yo en su lugar ingresaría en un convento cartujo y me pondría a rezar por la salvación de mi alma.

Y es que, señora Ana Mato -el final es para usted-, cuando uno está al frente de los recursos públicos para evitar la aparición de una peligrosa epidemia en nuestro país, debe cerciorarse, no solo de que los medios disponibles son los necesarios, sino también de que el personal movilizado está perfectamente capacitado, entrenado y formado. Imagine, señora ministra, que tengo una central nuclear y que siento a Homer Simpson junto al botón de parada de reactor. Llega una crisis y el tipo no sabe qué botón debe pulsar. ¿La culpa es de Simpson o es mía? Es mía. Es mi trabajo cerciorarme de que el señor encargado de una función crítica sabe hacer su trabajo.

De acuerdo, el riesgo cero no existe. Pero en el caso que nos ocupa yo puedo entender carencias en el protocolo recomendado por la OMS. Pero no puedo entender que, además, haya espacio para un error humano perfectamente evitable y producto a lo que parece de la falta de medios, o de la falta de supervisión y formación, o de todas estas cosas a la vez.

Señora Mato: váyase. Y no por la necesidad de un chivo expiatorio. Es que si usted -después de haber estado al frente de un operativo fallido que se zanjó con la aparición del primer contagio de Ébola fuera de África- no dimite, ¿cómo podremos reprobar a un general que por un lamentable error lanzó una bomba sobre Zaragoza? ¿Cómo podremos combatir la incompetencia? Haga un favor a su país, dé ejemplo. Era usted la responsable última de un complejo operativo que no podía salir mal pero ha salido mal. Evite que eso vuelva a pasar en un futuro. Dimitir no es aceptar ninguna responsabilidad moral. Es aceptar que has sido superado por los acontecimientos y que se necesita a alguien más preparado en tu lugar.

Les dejo un poco de bibliografia. Aquí un estudio sobre perros y ébola. Aquí se abordan mecanismos de propagación, problemas y medidas cautelares. Por último, y más importante, debajo de estas líneas hay un botón para enlazar con la página de donativos de Médicos sin Fronteras y combatir imágenes bestiales como las que abren el presente artículo. Antes de empezar a chillar sobre esto y aquello, haz lo que debes: afloja 10€ y vacúnate contra el virus que realmente nos convierte en zombis: la imbecilidad.

Vacúnate contra la imbecilidad

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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1 Comment

  1. Gracias, me acabo de ‘vacunar’ (se puede hacer transferencia bancaria). Aquí señor Besa no dimite nadie. Lo único que saben es echar balones fuera y hacerse es fotos para salir en los medios y sentirse vivos. Parece ser que con eso, eso creen, justifican sus buenas dietas y liberaciones a costa de nuestros impuestos. Su actos no los justifican… en Segovia, por poner un ejemplo, ni con pasarse los cuatro años de su elección rezando bajo la puerta del Santuario de la Fuencisla que tiene indulgencias plenarias.

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