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Hipotecas hasta el fin

Hay sectores que se diría en guerra contra la ciudadanía. Abusando del analfabetismo financiero imperante, los bancos minoristas levantaron una industria opaca, reaccionaria, cargada de “redondeos” a su favor, tarifas incomprensibles, cláusulas suelo, preferentes… La dación en pago… ¿esto qué es?, llegó a espetarme el director de una entidad. Las cosas llegaban a un punto que un día te encontrabas abonado, así por la jeta, a un servicio de pago a crédito “superchachi ventajoso”, a 70€ el alta. Al irte a dar de baja -si cuela, cuela-, te regalaban un boli. Por lo visto, todo legal.

Los bancos contaban a su favor y me temo que siguen contando con el apoyo del organismo financiado por el contribuyente supuestamente para controlarles, el Banco de España, todos y cada uno de cuyos directores debería estar ahora mismo entre rejas con la permanente revisable. Porque esto es como si la DEA reclutara sus agentes entre las bandas de Pablo Escobar.

No es extraño que tras la última y virulenta crisis económica, con el mercado inmobiliario en el ojo del huracán, los bancos devinieran el “chivo expiatorio” del malestar. Pero si no queremos volver a lo de siempre hay que tener clara una cosa: el monstruo creció ante nuestros ojos y en medio del aplauso general. Un ejemplo, ¿recuerdan las hipotecas? ¿Este mercado bestial que se lleva cada mes una parte bestial de las rentas? Pues bueno, que sepan que tal mercado fue incentivado como si no hubiera un mañana por los gobiernos, que habilitaban importantes descuentos fiscales para la inversión en hipoteca.  Cito de memoria pero creo que son hasta 9.040€ los que se puede uno descontar del IRPF si compró casa antes de 2012 (luego ya no). Y eso con el aplauso general: había que “fortalecer” a la clase media facilitándole la compra de vivienda a mejor felicidad, de paso, de las entidades financieras.  En 1993 el PSOE, viendo como el negocio crecía, se inventó el impuesto de “actos documentales”. Nadie entendió -ni entiende- qué leches era pero tampoco nadie se quejó. Esa es la triste realidad: Pagamos un pastón y no sabemos ni en concepto de qué.

Curiosamente, la última polémica sobre la banca tiene que ver sobre este impuesto del cual los bancos eran (y serán) meros agentes intermediarios. En Castilla y León, una carga de nada más ni nada menos que del 1,5% de la cantidad hipotecada a pagar por el cliente en concepto de “impuestos sobre actos jurídicos y documentales“, que ya con el nombre… Una salvajada. Impuesto que, además, también soportamos las empresas en concepto de pólizas de crédito, letras de cambio, y un largo e inextrincable etcétera.

El gran Pedro Sánchez, demostrando unos grandes reflejos populistas, ha aprobado un decreto por el cual será el banco el que pague, desde ya, tal impuesto. De verdad, uno se ríe por no llorar. Hay una ley económica que dice que todo coste de todo bien o servicio termina repercutido en el precio del producto. Y ahí lo dejo, el que no quiera creer en las leyes económicas, pues nada, que le vaya bien… Si tu encareces un producto ese producto sale más caro. Lo puede decir Perogrullo.

Respecto a los bancos, negro y demagógico que sea el relato (este lo es), me lo creeré. Siempre que he pasado por uno he salido trasquilado. Pero llega un punto en que me es igual el relato, me importan las soluciones. Y las soluciones que veo a derecha o a izquierda o no son (caso de la derecha) o son de risa (caso de la izquierda).

Porque el problema está en otra parte. Está en la imposibilidad del actual sistema de generar más ingresos públicos vía fiscal sin una contundente reforma que deje de penalizar a la clase trabajadora y se centre en el capital. Pero como el capital no tiene radicación nacional, y como el fisco tiene fronteras y el capital no, pescado hasta aquí has llegado.

Y luego está la pena del Supremo, arriando velas tras izarlas. Un sindiós difícil de superar.

 

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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1 Comment

  1. Magnífica reflexión. Lenguaje sin cortapisas, explícito y a la vez flemático. ¡Quédome sorprendido, diantres!

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