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Guerras, lo mejor de lo peor

Tocaría hablar de presupuestos pero, qué pereza… Siempre es igual. La oposición que peor imposible, el equipo de Gobierno, que vaya maravilla. Curiosamente, unos y otros se aferran a la partida de inversión, que es una pura declaración de intenciones. Los ingresos por impuestos, el grado de ejecución presupuestaria, las actualizaciones salariales, son realmente el pan y la sal, de los que por supuesto nadie habla y uno no va a ser menos.

Son unas cuentas marcadas por una inesperada guerra. El cisne negro, y bien negro, que viene a suceder al buitre negro del covid. Guerra, matadero, carnicería, que resultaba impensable hace un año. ¿Por qué nos matamos? Los primates organizamos guerras bien para conservar lo que tenemos, bien para adueñarnos de lo que tienen otros. Y es una terrible y desesperanzadora constante en nuestra especie que no conseguimos superar.

Lo terrible del caso es que esta sinrazón termina siendo un acicate para el “sapiens”.  No siendo que se cumplan las profecías y el apocalipsis nuclear estalle sobre nuestras cabezas, vemos como toda Europa está sumida en un esfuerzo sin precedentes de abandono de la energía no renovable, del gas y el petróleo. A la fuerza, claro. Con los precios disparados, en Alemania y Francia se multiplican los mensajes de lo “sano” que es invernar con manta. Se acabó eso de pisos a 24 grados en pleno enero, los vecinos andando en calzoncillos… Los ya talluditos se acordarán  de aquellas alcobas heladas, cuando la “calefacción” era una modesta catalítica en el salón y el resto de la casa cerrada a cal y canto hasta la hora de acostarse. Pijamas gruesos y ceñidos que no evitaban esa primera impresión de tumbarse sobre una lápida helada según te metías en la cama. Gruesos jerseys de lana con aroma al humo de las chisqueretas.

Pues ese parece que será el invierno para muchos millones de europeos, y no pocos segovianos, pues mantener la casa a 19 grados cuando fuera cae la helada no bajará de 400€ al mes, justo el doble que cuando el covid. Es el precio a pagar por la “autonomía energética” del continente.

Durante décadas Europa ha vivido alegremente dejando que venga de fuera el trigo, la energía, el metal o los mil gadgets chinos… De improviso, Rusia, el gran almacén de materias primas, se ha cerrado a cal y canto. No hay fertilizantes, ni trigo, ni gas, ni chips para los ordenadores y todo es correr abonándose a utopías no tan utópicas de electrificar el transporte, la caldera y lo que se tercie a partir de fotovoltaícas y aereogeneradores. En dos años, vamos avanzar 10 en reciclar… Naturalmente, si la tormenta radioactiva no estalla sobre nuestras cabezas… Es lo mejor de lo peor.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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2 Comments

  1. Tiene razón, don Luis, cuando habla de la sinrazón de Europa, un conjunto de países dirigido por no se sabe quién exactamente, que ha renunciado a parte de su autonomía energética en virtud de no sé qué beneficios para el planeta, pasando a depender de Rusia. Años de pseudoecologismo suicida y de un supuesto pragmatismo que nos ha hecho depender hasta de los chinos. ¿Es casualidad que Rusia invada Ucrania cuando Europa está más debilitada y es más dependiente, y cuando dirige los Estados Unidos alguien senil? Se responsabiliza a la invasión de la situación, pero en realidad se debe en gran parte a esos gobernantes europeos, seguidos por una masa de felices salvadores del planeta, que nos han llevado a la gran crisis. Los mismos que dicen que el diésel es malo, que vayamos en bici, que nos abriguemos y que no encendamos mucho las luces. Todo empeora si, además, un presidente de gobierno hace una política exterior contraria a los intereses generales (véase Argelia), pero favorable a los suyos. Y así nos va, adormecidos, aletargados, con nuestra gente fastidiada, pero contentos de salvar el planeta. Mientras tanto, los ucranianos se defienden con uñas y dientes del tirano, algo que no sé si haríamos en el resto de Europa.

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  2. Rusia no se ha cerrado a cal y canto señor Luis. Lo han cerrado con sanciones (merecidas) los dirigentes europeos.

    Y si, electrificar todo el parque móvil actual es una utopía. De ahí el slogan de la Agenda 2030 avisando que, en no mucho tiempo, no tendremos muchas de las cosas que ahora sí tenemos.

    No obstante la política europea de los últimos tiempos parece que nos encamina a un suicidio colectivo de la sociedad occidental planificado a la perfección.

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