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Entonces esta calle ya es mía ¿No?

Seguro que hay otras frases mejores que recordar de Ramón Escobar pero yo tengo grabada en la memoria aquella mañana de viernes, al principio de 1995 y en mitad de la calle, donde habían acudido un secretario de Estado y todo un JEME a “rendir la plaza”, en este caso la calle Coronel Rexach, que tanta falta hacía a la ciudad tras 52 años cerrada. Aquel alcalde de tamaño considerable paseaba por la calle tras cortar la cinta y sin disimulos presumía del logro: “Esto es mío ya ¿No?” Cuando me piden que defina a Ramón Escobar siempre cuento esta anécdota de aquel día que a mi me pareció que estaba en su salsa.

Y eso que eran tiempos de críticas, que el alcalde había decidido dos años y medio antes, de la noche a la mañana y asustado por los informes de Alföldyun alemán que subió a un acueducto en pie y bajó amenazando su ruina inminente— cerrar el tráfico bajo el Acueducto y hacerlo sin contar con alternativas para el tráfico. Qué si, que ahora se habla de la medida como de la de un sabio visionario, pero entonces no. Se le sacudió hasta en el carné de conducir por partir la ciudad en dos.

Pensando en su gestión y tirando sólo de memoria instantánea, lo que me sale de carrerilla es un listado, descolocado, tal que así: la construcción del primer aparcamiento subterráneo de la ciudad y peatonalización de Fernández Ladreda (entonces), mientras los comerciantes aseguraban que aquello sería la ruina absoluta. La reforma de la práctica totalidad de las calles del casco antiguo. El mismo alcalde firmó la rehabilitación del cinturón verde de la ciudad con la recuperación integral del valle del Clamores y la del Eresma; peleó por la variante de la ciudad, la autopista a Madrid y porque no se perdiera el tren del AVE, al que entonces no se quería dar parada en Segovia. Además se “inventó” cosas como la Fundación Don Juan de Borbón —cierto, no resultó barato ni edificante por su “familiaridad”— y no faltó a los meollos de gestación de clubes como el de las Ciudades Patrimonio de la Humanidad, el de las Juderías

Tengo también listas de cosas sin terminar, aunque esta la doy en versión reducida. La más gorda, la de la Casa de la Moneda, aunque avanzara algo, además del pufo de la casa de la Parra, la tediosa gestión sin ganas del esqueleto de la plaza Oriental, o fracasos estrepitosos en proyectos personales como “el Ramoncín”, la estatuilla mojona en la plaza del Corpus que su sucesor retiró en cuanto pudo. Como ve, siempre ha habido diablillos por estas tierras.

Y luego estaba lo de su final político. Ganó las elecciones de 1999 pero sin mayoría absoluta y acabó perdiendo la Alcaldía a empujones de sus compañeros de partido, relegado al puesto, castigo sobre castigo, de “Coordinador del Grupo municipal” y sin el premio que se suele reservar a los que pierden elecciones municipales: un puesto de parlamentario. Los partidos, algunos más que otros, como la Segovia de nuestro himno, hacen a sus hombres y los gastan. Con Escobar se emplearon bien que había cuentas pendientes. Feo negocio este de la política.

Solemnidad

Pensaba en estas cosas mientras pasaba la mañana ante el Consistorio a la espera de la llegada al Ayuntamiento de los restos del finado y de que se montara la capilla ardiente. Creo que entre bomberos conviene no pisarse la manguera y si alguien tiene que cumplimentar adecuadamente a un alcalde que fallece, ese tiene que ser otro alcalde, que ya se sabe: “dónde tu te ves yo ya me vi”, y al revés. Y además, nobleza obliga, creo yo, que soy de los que piensa que estas cosas tienen que estar dispuestas para funcionar como un reloj suizo, por muy eventuales que sean.

Sin embargo, tengo la sensación de que no ha sido así. A primerísima hora se conocía la noticia en la Alcaldía y se daba cuenta del luctuoso acontecimiento a los asistentes a la Junta de Gobierno Local. Desde ahí, dos horas largas en las que parece que se precipitaron los acontecimientos para montar algo sobre lo que no hay experiencia previa en el Ayuntamiento en el que ya se nota la falta de personal por vacaciones, también en la Alcaldía, casi “en cuadro”. Se podrían haber evitado escenas como las de ese recorrido del coche fúnebre entre puestos de ropa y frutas del mercado al aire libre, o que en la recepción de los restos mortales —ojo, no es obligatorio, solo lo es lo de ir al funeral— se contara sólo a una decena de concejales presentes. Pocos de PSOE y PP y ninguno de Cs, IU o Podemos. Faltó algo de solemnidad, la verdad.

Tratando de cubrir los flancos, Luquero trataba de cuidar los pequeños detalles: “Que no se supere el aforo, son 16 personas”, susurraba con insistencia a los policías; “Que no falte agua ahí dentro”, se volvía hacia los ordenanzas, sabedora de que en el antiguo salón de plenos es fácil que la temperatura se dispare. Es curioso: La climatización de ese salón funciona mal casi desde el día en que se inauguró el edificio tras la remodelación encargada precisamente por Escobar. Se acordará, fue la única vez que los Reyes vinieron al Ayuntamiento.

Con su entierro, esta mañana de 10 de julio, se cierra uno de los capítulos de la historia de la ciudad de Segovia encarnado por Ramón Escobar Santiago, séptimo alcalde de Segovia en el periodo democrático. Ojalá el viaje sea liviano.

Author: Fernando Sanjosé

Segovia (1967). Periodista.

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4 Comments

  1. Es curioso que para que hablen bien de uno haya que morirse, como le atizaron con el corte de tráfico del acueducto y demás actuaciones, harán lo mismo con quien corte el tráfico en el casco antiguo, que se lo reconocerán solo y exclusivamente cuando se muera y cuando lo haga le atiende hasta no parar????

    Hay que ser hipócrita cuando los propios de su partido se le cargaron políticamente hablando (a parte de la bajada de votos de 1999 con respecto a 1995 algo que suele pasar después de aplicar rodillo cuando tienes mayoría absoluta), lo dicho, parece que hay que morirse para que te beatifiquen aunque antes te hayan dado por todos los lados.

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    • “El día de las alabanzas” lo denominaba mi madre.

      Cuánta razón !!! y cuánta hipocresía.

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  2. Pues yo no creo que lo mejor haya sido montar la capilla ardiente (nunca mejor dicho) en el salón antiguo de plenos. Hace muchísimo calor ahí, y hay una concejalía pegando a esa sala. Han puesto un ventilador, no sé si para los que asisten a presentar sus respetos al fallecido o para aliviar a los policías vestidos de gala acompañando el tema. Yo creo que hay que ser más humildes: los tanatorios se hicieron para algo. Uno no pierde prestigio por que su cadaver se despide aquí o allá. Se recordará a las personas por cómo fueron o actuaron en su vida, todos en la medida de sus posibilidades. En toda su vida, no solo en su etapa política. Yo, respeto muchísimo a Ramón Escobar, seguro que como alcalde lo hizo lo mejor que pudo. DEP. Mucho ánimo a su familia, que ha perdido a un ser querido, no a un alcalde.

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