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El perro del vegano

VeganoHora es de actualizar nuestros refranes. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene insistir en pasar más hambre que el perro de un ciego? No. Los perros lazarillos del presente lucen morcillones, lustrosos, las cosas cómo son, tirando a panzones. En su lugar propongo el más acertado “pasar más hambre que el perro de un vegano”, y quien lea esto lo entenderá.

Resulta que hace un par de meses cazamos una noticia curiosona: los veganos de Segovia montaban un taller en…. ¡José María!, el templo del cochinillo. Procedía del grupo Segoveggie (vegetarianos y veganos por Segovia), que son un centenar de miembros.

Conste que no tengo nada contra los veganos. ¡Yo también como garbanzos!, aunque pasarme la vida en una cuaresma perpetua no entra en mis planes. Lo que no quita para que el veganismo me parezca una religión agradable. Por lo menos no van matando a nadie. Es más, en su esencia está, no ya abstenerse de sacrificar chotos y marranos, sino el librarles de la tiranía de la explotación agropecuaria. Nada de leche, huevos, ni queso.

Entre los segoveganos los habrá de todo, personas sensatas, hartas de incomprensión y rechifla, y también algún que otro chalado. Pero, qué se le va a hacer, no son precisamente los sensatos los que animan el cotarro.

De hecho, lo que inicialmente disparó mi atención por los foros veganos fue, en primer lugar, una recolecta que se montó en el grupo para pagar la agonía de un gato. El minino pereció a lo que se ve envenenado. Para probarlo y de motu propio un vegano encargó la autopsia. 310€. ¿Fue el minimo apiolado? No queda claro.

Lo siguiente, allá por diciembre fue un SOS. Resulta que en León un camión atestado de gallinas y de camino a estos mal llamados mataderos -campos de exterminio o cadalsos, sería más adecuado- se pegó el porrazo. Del conductor nada se sabe, pero para los más activistas era el momento idóneo de viajar hasta León y salvar a las más posibles gallináceas. Buscaban voluntarios.

Otra. Allá por Navidad a un señor le desahucian. El hombre, propietario de un perro, se va para Animalejos, la protectora de animales, y expone el percance. Ya no tiene casa así que busca cobijo para el perro. Aquello inspira tanta pena que otra activista efectúa el siguiente llamamiento: ¿Alguien sabe cuánto puede valer un contenedor de los de barco? Por lo visto, se puede convertir el contenedor en una supercaseta donde quepa, de gañote, también el amo. La idea era acoger a amo y perro en la protectora. No en balde, también los sapiens formamos parte de la tribu de los animales.

Lo de los cursillos para que “tu peludete” (apelativo cariñoso para designar a un chucho) se convierta en vegetariano, eso ya… Confieso que aquello me rompió los esquemas. Pero si le damos una vuelta veremos que tiene su alcance la cuestión. ¿De qué sirve a un vegano el serlo si para alimentar a su mascota hay que perseverar en matar chotos y marranos?

Pero a todo alcanza el ingenio humano. He aquí que con constancia y dedicación, diferentes grupos veganos han demostrado que hasta los perros sobreviven con una ajustada dosis de judías, soja, y en menor medida, vegetales y cereales. Ciertamente, la naturaleza es limitada, y se aconseja completar la dieta con probióticos y yogures. ¡Todo llegará! Día habrá que veamos con horror como Boby rechupa un hueso.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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1 Comment

  1. Hay gente ‘pa to’ que decía el maestro. ¿espero que pregunten a los animales si quieren ser veganos? Lo de imponer por imponer no parece muy democrático que digamos 😉

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