Confieso mi sorpresa ante el enorme revuelo político y mediático que ha levantado estos últimos días el fichaje de Soraya Mayo, ex diputada del Congreso por Ciudadanos, para un puesto de segundo nivel en el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACYL), ente público adscrito a la consejería de Agricultura. Casi ha levantado tanta polvareda como la bochornosa designación de Javier Maroto como senador por la comunidad autónoma, con diferencia la más ignominiosa y descarnada instrumentación política de un cargo público al servicio de intereses partidistas. Y desde luego ha suscitado tanta o más polémica que la recolocación de otro ex desubicado, Ignacio Cosidó, “el amigo Nacho”, como asesor nombrado a dedo por el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco.
La repercusión del fichaje de Soraya Mayo, cuya trayectoria política se limita a los cuatro meses que duró la efímera legislatura anterior, se ha debido a mi juicio a la concatenación de dos circunstancias. La primera y principal es que, pese a llevar la firma del consejero de Agricultura, Jesús Julio Carnero, casi todo el mundo ha atribuido su paternidad al vicepresidente de la Junta, el inevitable Francisco Igea. Y la segunda es que se ha producido en el ITACYL, uno de esos “chiringuitos” nido de clientelismo y despilfarro tan denostados por el que fue candidato naranja a la presidencia de la Junta.
Un sambenito ganado a pulso
¿Cómo se explica que un nombramiento efectuado por el titular de una consejería en manos del PP haya sido adjudicado sin más al factotum de Ciudadanos en la Junta? Igea, que ha tenido que desmentir su mediación sin que casi nadie termine del todo de creerle, debería hacerse esa pregunta. Yo puedo darle una respuesta: porque desde que pactó el apoyo de su partido a la investidura de Fernández Mañueco y se encaramó a la vicepresidencia única del gobierno bipartito, él ha pulverizado todos los records conocidos en la colocación a dedo de afines, amigos y allegados a su propia y personal causa. (Me cuenta “El topillo” que, sumando altos cargos propiamente dichos, libres designaciones entre funcionarios y nombramientos de personal eventual, le salen más de medio centenar que deben su puesto al inevitable , y me dice que cualquier día que ande ocioso dará a conocer la “nómina Igea” con nombres y apellidos).
Por lo demás, al tiempo que se desvinculaba del fichaje de Mayo, el vicepresidente intentaba vender la mercancía de que se trata de un nombramiento técnico, algo absolutamente falaz. Veáse, si no, la reacción de ASAJA, organización que, defendiendo la utilidad del lTACYL, ha puesto el grito en el cielo. Mientras ellos lo ven como un ente público capaz de “dar soluciones a los problemas de la agricultura y la ganadería de forma más ágil que la propia Administración” , otros lo ven como “el lugar idóneo para colocar a los suyos metiendo poco ruido”. Lo que ocurre es que, para fatalidad de la Junta, el “poco ruido” ha tenido un eco atronador”.
Una comisión paritaria que no acaba de parir
El hecho es que mientras ponemos el foco en el dedo, perdemos la perspectiva de la luna. Y la luna fue la promesa electoral de Igea de acabar tan pronto como pudiera con ese conglomerado de empresas públicas, fundaciones, entes, entelequias y demás chringuitos que conforman la llamada (nunca mejor dicho) Administración B, esa red clientelar paradigma del enchufismo y el despilfarro, continuamente censurada por los informes de fiscalización del Consejo de Cuentas.
Excluidas las Gerencias de Salud y Servicios Sociales, asi como el Ecyl, cuyo status no se cuestiona, la citada comisión decidió encargar un informe sobre las 16 entidades en las que la Junta tiene capacidad mayoritaria de decisión, a saber, el Instituto para la Competitivad Empresarial (antigua ADE), Somacyl, ITACYL, Ente Regional de la Energía, Fundación Siglo, Fundación del Patrimonio Natural, Consejo de la Juventud, Agencia de Calidad del Sistema Universitario, Fundación Universidades, Fundación Anclaje, Fundación Servicio Regional de Relaciones Laborales, Fundación Hemoterapia y Hemodonación, Cenro de Supercomputación, Fundación de Acción Social y Tutela e Instituto de Ciencias de la Salud.
14 julio, 2020
Una vez más, y aprovechando la información de artículos como este, uno en su modestia se ve provocado por la necesidad de expresar brevemente algo de ese coraje interior que va acumulando, aunque afortunadamente ya sólo me sale en forma de verboso cinismo con la visión esperpéntica y paródica de un país-nación del que – por edad – ya no puedo huir.
Hace poco apuntaba sobre los “nombres propios” unificados en el desastrosismo de la “cosa pública”, nombres que desde que se cuajó el “régimen del 78” se van sucediendo década tras década como una ordenada sucesión de ciclos isomórficos; cambian los nombres de nuestros “conducatori” tribales, pero continúan las mismas formas y maneras.
Mientras, efectivamente, el bendito sigue mirando el dedo que apunta a las estrellas.