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Cataluña: Cómo salir del pantanal

¿Qué pasará en España tras el 9N? ¿Cómo salir de este pantanal?

Antes que nada, dos citas. Corría el año 76 y en el programa de entrevistas A Fondo, el periodista Joaquín Soler Serrano entrevistaba al mejor escritor en catalán de su generación, el franquista, cínico y lúcido como pocos, Josep Pla. Hablaban de catalanismo. Le preguntaba Soler por la vinculación de Cataluña con España. “En última instancia queda la economía, que no es poco”, dijo el genio. Y pienso en La Caixa, Seat, Gas Natural, A3 Media, Aguas de Barcelona… Ahí lo dejo. Me voy al 9N, Jordi Evole le pregunta al conspicuo independentista y enorme músico, uno de los cerebros en la sombra de todo lo que está pasando, Lluís Llach, qué puede hacer España para que Cataluña no se independice. Por un momento Llach parece que dirá lo que realmente piensa, “nada”, pero no, vacila un tanto y larga: “darnos la soberanía, si nos dan la soberanía podríamos empezar a hablar”.

Una aclaración, la soberanía es la capaciad de autodeterminarse como estado, derecho que actualmente compartimos los españoles. Como tenemos la soberanía, ningún español puede ser declarado extranjero en ninguna parte del territorio nacional. O sea que no es poco lo que pide Llach.

Así las cosas, una solución de manual, que yo creo que es la quiere el PSOE, sería poner a trabajar a la comisión constitucional del Congreso, de la que por cierto es miembro y portavoz de su grupo, el “segoviano” Pedro Gómez de la Serna, en aras de una profunda reforma constitucional y de la que surgiera un nuevo sistema de financiación autonómico y la posibilidad de que los catalanes (y los españoles en general) votasen algo así como si quieren o no el desplazamiento de la soberanía del conjunto del Estado a la Comunidad Autónoma. Háganse cuenta que eso legitimaría cualquier futuro referendum de autodeterminación impulsado desde Barcelona o Guernica. Pero tranquilos, aun suponiendo ese referendum, aún suponiendo la victoria del sí, Cataluña debería negociar largo y tendido y volver a votar unas dos o tres veces más; y lo más difícil, debería dar una respuesta a la factura económica ímplicita en una secesión.

El problema no es tanto ese como la situación política actual. Dense cuenta que, colateralmente, uno de los caballos de batalla sería el mismísimo modelo de Estado: ¿República o Corona? Dense cuenta también que en el cambio de modelo de financiación habría ganadores y perdedores: barones regionales descalabrados y sin dinero para siempre más. Por último, los grandes partidos no están precisamente en su mejor momento, y grupos emergentes como Podemos, claramente jugarían la baza de la oposición para, con toda licitud, ganar cuota para su proyecto de enmienda a la totalidad.

Se entiende que la reforma profunda de la constitución no entusiame a Mariano Rajoy.

La solución rajoyana, que tampoco es mala, es dejar que las cosas “se pudran por si solas”. Dense cuenta que la Generalitat no tiene un duro. El 24% de sus ingresos son créditos o emisión de deuda, a cuyo pago destina el 20% de sus gastos. Estamos hablando que de 30.000 millones de presupuesto, 7.000 se le van según llegan. Es lo que tiene alumbrar un estado clientelar, con privatizaciones por aquí y 3% por allá, unos fastuosos gastos en marketing emocional y un larga lista de periodistas en nómina: luego no te queda pasta para atender a los 750.000 parados del Principado y tus emisiones de deuda compiten con las de Moldavia en la categoría de Bono Basura.

Ahora bien, dice Sun Tzu, nunca dejes al enemigo sin escapatoria. Acorralar a la Generalitat contribuirá a generar más independentistas, y si algo demostró el 9N es que de 5,5 millones de votantes, 3,7 (sumando los que pasaron y los que votaron que no) no están por la independencia. Ojo, 3,7 millones. Eso no quiere decir que sean unionistas fechacientes. Quiere decir que el recorrido del voto por España tiene ese mercado potencial y no podemos permitirnos el lujo de seguir fabricando independentistas.

Pienso que a Rajoy, como a ERC, tal vez lo que más le convenga son unas autonómicas catalanas anticipadas en clave plebiscitaria o poco más o menos. Que a poder ser coincidan con las municipales de 2015. Pero para ese escenario hay que cambiar de discurso de una maldita vez. La señora Soraya tiene que mudar su discurso de abogada del Estado con voz de pito y salir de una vez del “no puede ser porque la constitución dice que no puede ser”. Hay que empezar a desplegar argumentos “de verdad”. Movilizar a Europa (nada hay más disolvente para el independentismo que la oposición de Europa) y poner sobre el tapete lo que dijo Pla. La realidad. Rajoy debería viajar al Parlament de Barcelona y relevar en la trinchera a la sufrida  Alicia Sánchez Camacho. Rajoy debería, también, marcarse algún gesto como cargarse al Wert. Debería subir a la tribuna de oradores de la Ciutadella y decirles a la cara lo que hay. ¿Cómo pagarán las pensiones? ¿Cómo competirán las empresas catalanas en un marco de doble contexto legal y fiscal? ¿Cómo afrontarán la deuda? ¿Con qué agua regarán los payeses de, mi tierra, Lérida? ¿Cómo negociarán con el Banco Europeo y qué garantías de pago están dispuestos a aportar? ¿Cuánto empleo destruirá la partida de la Seat, de Planeta, la desmembración de La Caixa? ¿Qué haran con los ciudadanos que no queremos, bajo ningún concepto, convertirnos en extranjeros en Barcelona?

En una palabra, Mariano Rajoy debería plantar batalla, dejar de ser registrador de la propiedad y convertirse en aquello que tanto le repugna, un líder, un canciller. Me da que estamos -básicamente- jodidos.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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