Posted By Luis Besa on 21, May, 2023

Ecuador de campaña que en Segovia coincide con la socialista Fiesta de la Rosa, encuentro de militantes para darse ánimos de cara a la recta final. En el otro bando, en el del PP, José Mazarías protagonizaba el típico encuentro con jóvenes reclamando para Segovia la “retención de talento” para lo cual propone “Segovia crea”, un punto de encuentro entre jóvenes para poner en marcha proyectos y afinar capacidades.

Por su parte, Noemí Otero, de Ciudadanos recordaba algunas de sus propuestas de “urgente implantación”, entre las que establecía “Renovar el carril bici, solucionar los problemas de los usuarios del AVE y revisar las Ordenanzas Fiscales”. El resto de candidaturas, a la calle, al igual que los equipos de los partidos, peinando la provincia y buscando la cercanía con el elector.

Momento para pasar balance de lo que está siendo la campaña en el contexto nacional, donde no hay que olvidar que se dirime el control de Autonomías clave como Valencia, Aragón o Castilla-La Mancha, en tanto en Madrid la izquierda parece resignarse a una importante paliza siendo la duda si Ayuso gobernará sola o la hará con  los primos de Vox.

Una campaña que empezaba con dos temas bien curiosos. Vivienda y sequía. Digo curiosos por cuanto ambos son los típicos problemas que exigen soluciones a largo plazo y mucho dinero público. De manera que suelen llenar los prospectos electorales para quedarse en el cajón del “no pudo ser” y retomarse de elección en elección. Eso sí, entre tanto, Pedro Sánchez desgranaba propuestas y anuncios publicitarios  de más que dudosa implementación y utilidad.

Faltaba hierro a la campaña. En las últimas, el mal rollo, la crispación, venía por la apelación a cerrar el paso al “fascismo de Vox”. La versión siglo XXI del “¡qué viene la derecha!” y de fondo un dobermann de apabullantes mandíbulas. Esta vez, desde la derecha, se han adelantado y sacado a colación la ETA. Otro clásico. “Esta ley de la vivienda se aprueba sobre las cenizas de Hipercor”, clamaba un hiperventilado popular. Bueno, pelillos a la mar. Bildu daba marcha atrás en colocar de candidatos a asesinos con pena cumplida, aunque habrá que ver. El caso servía básicamente para recordar los poco recomendables socios de gobierno de Sánchez, los separatistas de ERC y, muy especialmente, Bildu.

Al respecto uno solo piensa que sí, que ambas formaciones -perfectamente legales- no están para nada interesadas en el interés general, sino más bien en sus respectivos proyectos independentistas, que a menudo atentan directamente  los intereses de España. ¿Qué ocurre? Que esto se puede ver también como un factor de institucionalización y en consecuencia de estabilidad. Es feo pactar con los herederos de ETA y debe escocer en muchos colectivos que se dejaron la piel en la defensa de la democracia frente a estos descerebrados, pero lo cierto es que Bildu y ERC suavizan notablemente su discurso cuando están, de un modo u otro, en las instituciones y lo reactivan cuando no. Y es entonces cuando la cosa se pone fea de verdad.

La cruda realidad es que ni el voto constitucionalista de derechas ni el de izquierdas tiene en España capacidad para llegar a una mayoría de electores. La gobernabilidad, por tanto, pasa o por los independentistas, o como sería de ley, un pacto PP-PSOE. Pero la experiencia dicta que este segundo tipo de pactos cuesta gobiernos. El elector no está por la labor. No quieren saber nada de abrazos entre Sánchez y Feijoo. Los contados políticos de ambas formaciones que lo han intentado no duraron ni dos telediarios.

Y además hay un factor estratégico. Presionado por Vox, el PP no puede -ni tampoco ideológicamente quiere- compadreos con los independentistas, con el consiguiente coste en País Vasco o Cataluña, donde es superado por Vox. Esto deja el acuerdo de gobierno en el terreno del PSOE. Los socialistas lo saben bien; la imposibilidad de pacto entre nacionalistas y PP, les garantiza décadas de gobiernos (débiles, sí, pero gobiernos).  De modo que el PP deberá conformarse con el voto del descontento que pueda canalizar Vox, y aunado a explotar el poco brillante bagaje de Sánchez en un contexto de inflación y crisis de precios, aspirar a tomar al asalto alguna Autonomía de campanillas.  Que de pasar de la izquierda a la derecha -como en Andalucía- abriría una crisis interna, con legiones de cargos apeados de su modus vivendi y mucho mar de fondo en las filas socialistas.

En cualquier caso, poco de todo esto se ha filtrado en Segovia. Aquí los partidos siguen, desde hace décadas, el mismo rumbo. Las mismas promesas y supuestos remedios. De manera que de municipales a municipales apenas cambian las fotos. La sensación es estar ante pequeños referéndums personalizados en los alcaldes. ¿Continuidad o cambio? Esa es la cuestión.

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