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Autopistas “libres” y pensamiento mágico

Había oído campanas y esperaba algo pero no ese enorme cartelón: “No pare”. Finalmente, tras 45 años cotizando como un pepo veo que, ops, la caseta naranja está abandonada, la barrera ya no corta el peaje de la AP-2, oficialmente Autopista Zaragoza-Mediterráneo. Vía libre hasta la playa desde el 1 de septiembre.

De golpe y porrazo, el trayecto se me acaba de abaratar en 43 eurazos, 23 de ida y 23 de vuelta, si bien va por días, horas, y disponible; a finales de mes, es costumbre proletaria  minimizar el gasto alternando por comarcales en los puntos clave de conexión. Algún año incluso tiré por la N-2, hasta que un agosto me tocó recorrer 40 kilómetros a 70 por hora tras un camión cargado de marranos. Sin aire acondicionado no quedaba otra que  aguantar el tipo, y en lo posible, la respiración.

Tras varias décadas mis primos y yo nos hemos quedado sin un leit motiv conversacional, pues ya casi era un rito, en llegando a la casa familiar de la playa, saludar a tíos y primos y ponerse hablar de los recorridos alternativos recién  descubiertos por algún primo explorador. Ciertamente, guardo muchos recuerdos de la autopista. 1976, un día mi padre me carga en el R-12 (¡qué cochazo, ya no se hacen igual de buenos!) y nos dimos un garbeo por la novísima autopista. ¡Cómo en Francia!, decía mi padre.

Pero claro, me pregunto quién pagará ahora el mantenimiento de asfalto y medianeras, con el tráfico ahora cuajado de camiones. Pregunta fácil de responder: usted que me lee y nunca la usa. ¡Gracias amigo!, los usuarios le estaremos muy reconocidos.

Y así ocurre con todo. Probablemente hubiera sido más justo, amortizada la inversión de Acesa hace ya varios lustros, imponer un peaje de mantenimiento, quien usa paga. Es lo que hacen en la mayoría de países. Pero el Gobierno, por cumplir una histórica reivindicación elevada a agravio nacional en Cataluña y Aragón, imagino que también para reducir costes a las empresas que convierten ese eje en El Eje, y qué caray, para darnos contento a los curritos que echábamos venga de dioses en llegando al peaje, ha optado por la alegría y el contento. ¡Peajes fuera!

Y es curioso que “el pueblo” lo reciba como una gran noticia. Se le acaba de endosar un puyazo de 18M€ que es lo que cuesta mantener al año una autovía de 230 kilómetros. Más costes indirectos (despido de 300 currantes). Pero nada, pelillos a la mar.

Vivimos los españoles en una infancia crónica y deliberada en lo tocante al dispendio público. No hay consciencia de contribuyente. Salvo los desgraciados de siempre (los autónomos, que se vayan limpiando por una enésima subida del SMI que comporta, misterios de la vida, incrementar sus cuota) y otros cuatro montados que allá por junio se tienen que rascar la cartera, la gente sigue opinando que el IRPF es una “paguilla” que ingresa el Estado. Por majo, “por buen chaval”.

De manera que al final la política, que básicamente es control del déficit, se convierte en justo lo contrario. Dar falsas alegrías. Porque todo gasto, por justo que sea, no deja de ser deuda que amenaza nuestro futuro y nos merma el margen de maniobra para emprender transformaciones reales. Para sanear.

Pero hoy por hoy, la palabra déficit, oye, como que mola. ¿Austeridad? Dios nos libre de tan fea palabra. A un grupo de señoras no les gusta que metan una planta solar en la bonita pradera que se extiende bajo el balcón de sus idílicas casas de pueblo. A nadie le gusta cambiar árboles por marquesinas de aluminio. Se quejan en la tele y asunto zanjado. Luego nos rasgamos las vestiduras hablando del cambio climático y lo cara que está la luz. Claro. Obviamente, pensamiento mágico. Pero las señoras contentas, David ha ganado a Goliat, lo dicen en la tele. Todos felices, que es lo que da votos.

Eso sí, me quedo con la cara de éxtasis de los guiris. Una familia belga acaba de cruzar Francia para llegarse a su apartamento en Castellón: 210 pavos en peajes que les ha costado el Tour de France… Aquí nada, ni un duro. Y encima, birra y tabaco a mitad de precio y ni una nube bajo el sol. ¡Cómo no les va a gustar España! No hay color… “Espagne est el mejoj pais: Vive el Gey Juan Caglos“, dice el belga. Y a uno se le queda una bendita sonrisa de tonto confundido.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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1 Comment

  1. Totalmente de acuerdo con tu articulo.

    Pasamos del hay que poner peajes para usar todas las carreteras, a liberal las que eran de pago.

    Que casualidad, vencen las concesiones de las catalanas y se liberan.

    Volvemos a los tiempos de Zapatero, ahora peor. Parece que el dinero crece en los arboles, Europa no nos va a pagar nuestro deficit, pero al parecer da igual. A nadie le preocupa gastarse mas de lo que ingresa.
    Que dejaremos a nuestros hijos, nietos y bisznietos. Una deuda publica descomunal

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