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Alcarràs o la muerte del campo

Los que somos de ahí no lo notamos pero la gente habla raro en Alcarràs. Además del acento occidental, va cargado de expresiones rurales muy pintorescas, los viejos del lugar siguen usando el “vatros/natros” por el preceptivo “vosaltres/nosaltres“. El “mecagondèu” es un arte en el Baix Segre, se usa en mil contextos, desde la admiración máxima a la reprobación absoluta. Son los Marcel Proust de la blasfemia, y no por nada; en estos pagos no había señoríos y durante siglos fueron los curas (del Cabildo, de San Juan de Jerusalén) los que cobraban el voto.

Tierra baja es la Terra Ferma. Entre los 100 y los 200 metros de altura, con un tossal por cumbre, el Montmaneu, de 465 metros (nuestro Everest local). Donde sestean copiosos ríos procedentes del Pirineo (“la montaña”, para los del llano). Siempre hubo frutales (¡y que frutales!) en esta parte del Sur de la provincia de Lérida, donde me crié.  Pero el boom de la fruta llegó en los años 50. En una década aquello se transformó y del Cinca a Balaguer, un cuadrado de unos 50 kilómetros por lado, se generó el paisaje que vemos hoy bajando la A-2 por las pendientes de Fraga, un mar de frutales. La mejora en los transportes, la mecanización, las cámaras de frío, las cooperativas, los ramales del Aragón/Cataluña posibilitaron sustituir cultivos de menos valor añadido por peras, manzanas y, sobre todo, melocotones, que en Alemania alcanzaban precios de escándalo. De Alcarràs los capitalinos decíamos con envidia: “es el pueblo más rico de Europa“.

Dando lugar a una forma de vida de marcada personalidad. El torrero. En el resto de Cataluña son masías, pero allí son “torres”, casas de tocho, modernas, impersonlemente personales, funcionales sin concesiones al diseño y anexas a almacenes y al “tros” (literalmente, el trozo, las tierras). Balsas de riego convertidas en piscinas. Para los niños de ciudad, los domingos de verano eran allí un paraíso con olor a fruta, fertilizantes, sulfatos, cequia, y aromas de llangonissa a la brasa precedidos por caracoles (y aquí una precisión de conaisseur, en Lleida se comen los cargols a lo loco y de tres maneras; a la llauna, el más característico; a la gormanta -los que me hace mamá cuando voy a verla-, y a la brutesca, que es el más raro y el que sale en la película, con los caracoles colocados boca abajo -a la llauna es boca arriba- en una baldosa cuajada de sal, se cubren de paja, se quema la paja, y listo, parece fácil pero no). (Sigo: es como un mejillón ultrasalado de sabor incierto, no siendo que lo reboces de allioli, que no se puede comer con agua (en serio), de manera que una  “cargolada” quiere litro y medio de vino por cabeza, cervezas antes y whiskazos después, lo que convierte estas comilonas en las más divertidas del mundo.

Siendo yo de allí comprenderán que la película de Carla Simón, Alcarràs, me ha emocionado. La directora toma secuencias de ese estilo de vida y los inserta sobre un arco argumental de una familia condenada a perder las tierras al final de la temporada (el año en el Baix Segre termina y empieza en Septiembre). Es como un documental pero cargado de imágenes superpotentes y con una yuxtaposición de escenas tan ágil que la película no pesa. Totalmente recomendable.

Alcarràs pueblo es feo de la muerte. Es tan feo y anodino que hasta te parecerá único. De hecho para la película se fueron a filmar, creo, que a Maials. Hoy es un espacio en transición; le ha pasado como a Palazuelos, miles de urbanitas conviven con unos centenares de autóctonos torreros. Dentro de 20 años no quedarán torres o lucirán una placa AT para que los urbanitas se desfoguen durante los puentes.

Y de esto es de lo que nos habla también la película, y que es completamente extrapolable a cualquier comunidad agraria. El fin de la agricultura familiar y su sustitución por SL, centrales fotovoltaicas o, directamente, nada.

La fruta, como los chotos o “las tierras” en general, era un negocio familiar que abarcaba tres generaciones.  El abuelo era el de los tratos y el huerto, el padre el gestor, el hijo el que se curraba lo duro desde que llegaba al volante del tractor. En la casa tres cuartos de lo mismo pero con las mujeres al cargo de absolutamente todo lo demás. Al niño se le daban las tierras y a la niña, “estudios”, o casaba con un torrero y se repetía el esquema. Es parecido a la manera como se llevaban y aún se llevan tantos bares, con toda la familia arrimando el hombro con uno cotizando los Autónomos. La película también habla excepcionalmente bien de eso, de las dinámicas familiares en estos entornos.

Pero llegó un día que los márgenes se ajustaron, Alcarràs dejó de ser “el pueblo más rico de Europa” y en Alemania ya entraba fruta de Aragón, de Badajoz, de Chile y de Perú. Con el euro -aunque la cosa ya venía de antes- los precios se estancaron en tanto subía todo lo demás, hasta los jornales de los temporeros morenos subían. Así que el plus que daba trabajar a tiempo completo en los bancales se fue esfumando año tras año. Una modesta familia de ciudad ganaba igual con las mujeres limpiando casas y los hombres en el tajo o reponiendo en el Carrefour, pero con horarios y vacaciones, y sin riesgos de que una tempestad de pedrisco te obligará a ampliar la hipoteca diez años más. Los chicos dejaron de ser los ricos del instituto, hasta los había que, para sorpresa del abuelo, preferían estudiar una carrera que irse al bancal, y de la carrera a la ciudad. Las familias pasaron de cuatro hijos a dos y luego a ninguno.

Alcarràs es el paradigma de cualquier pueblo. El adiós a la agricultura como una forma económica familiar. Segovia, en diez años, ha perdido casi un 20% de agricultores y un 13% de la superficie cultivada. Pasa en toda Europa, y es por eso que en Berlín le han dado a Simón un Oso de Oro.  En los 70, una manera muy leridana de morir era cayendo con el coche al canal volviendo de una cargolada (en verano) o, también volviendo de una cargolada, empotrado en un peral  entre nieblas descomunales (en diciembre). Esas mismas nieblas que evitan la helada y  mantienen húmedo el árbol durante el invierno. Ahora los traidores de los Mossos te empapelan por conducir  con dos botellines en el cuerpo y ya nadie se muere así (bueno, alguno). De todo esto, en unos años, solo quedará, pues, esta película de Alcarràs y, con suerte, la comida.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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6 Comments

  1. Buenos días señor Besa.

    En algunos casos la agricultura familiar se ha visto fagocitada por la actividad de grandes empresas de producción de energía fotovoltaica. En otros han sido corporaciones que han mantenido la actividad hortícola o frutícola las que han sustituido esa producción a pequeña escala propia del ámbito familiar por otro tipo de agricultura de dimensiones faraónicas.

    Usted como buen ilerdense (ese es el gentilicio de sus paisanos si no me equivoco) supongo que conocerá a una de ellas. Me estoy refiriendo a frutas Nufri, con sede en Mollerussa.

    Según iba progresando en la lectura de su artículo venían a mi memoria las manzanas de Nufri. Por doble motivo, el primero la relación de dicha empresa con su tierra, Cataluña y con el contenido de su artículo, el segundo por su relación con la nuestra, Castilla, y más en concreto con tierras sorianas muy cercanas a las segovianas de Ayllón.

    La empresa Nufri cuenta con un inmenso campo de frutales en el soriano pueblo de La Rasa, ubicado cerca de San Esteban de Gormaz y El Burgo de Osma. Concretamente 1045 hectáreas a algo más de 800 metros de altitud. Una de las fincas más importantes de Nufri, regada en parte por el Duero, procedente de los Picos de Urbión, en parte por el Ucero, que trae sus aguas desde el Cañón del Río Lobos.

    Este mar de manzanos ubicado en tierras sorianas hermana la tierra habitada en su momento por Machado y Bécquer con tierras ilerdenses en torno a la agricultura, concretamente a las manzanas.

    La finca soriana es visitable. Dejo un enlace por si alguien pudiera estar interesado en conocerla con detalle. https://www.rutadelamanzanadesoria.com/

    En dicha finca trabajan más de 400 personas, por lo que supone una fuente de trabajo nada desdeñable y de fijación de población en la tristemente olvidada Castilla.

    Hace no mucho tiempo la prensa dedicó unas líneas a los campos de frutales de La Rasa como consecuencia de las quejas de algunos vecinos de la zona por los ruidos de los molinos de aire antiheladas. Dejo enlace: https://elpais.com/economia/2021-07-13/la-mayor-finca-de-manzanos-que-no-deja-dormir-a-los-vecinos-de-un-pueblo-de-soria.html

    Si me permite le voy a recomendar la ruta que en su momento me sirvió para descubrir los campos sorianos de manzanas de Nufri, la empresa frutícola ilerdense:

    Esa ruta comenzaría en Ayllón, iniciando un suvave ascenso por el valle del Aguisejo, con parada en Santibáñez, hasta llegar al bello pueblo de Grado del Pico y su manadero. Deshacemos los últimos kilómetros del camino para tomar el desvío a Noviales a cuyos habitantes se les conoce con el gentilicio de Chiminos. Desde Noviales es recomendable subir a Pedro, el pueblo donde mana el río del mismo nombre y que cuenta en épocas vacacionales con un vecino singular, el saxofonista de los Celtas Cortos, Goyo Yeves y con una ermita visigoda a los pies de un espectacular molino. De Pedro podemos continuar, por camino de tierra, hasta las ruinas de la que primero fuera ciudad celtíbera y después romana de Tiermes pasando por el despoblado de Sotillo de caracena. Parada para descansar en la Venta de Tiermes y tras reponer fuerzas continuamos a Valderromán, con sus inmensas encinas, y de ahí al humilde y coqueto pueblo de Caracena, rodeado de cañones calizos, por una carretera construida hace pocos años. Tras recorrer el castillo, visitar la iglesia y el rollo de justicia descendemos hacia San Esteban de Gormaz y el Burgo de Osma pasando por La Rasa y sus campos de manzanos. Parada en el Burgo (o en San Esteban, según el desvío que tomemos en La Rasa), cafetito y vuelta a Segovia por Ayllón y la N-110.

    Sin más, un cordial saludo.

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    • Muchas gracias por la información. Sí conocía la iniciativa soriana de Nufri (se hizo en tiempos de Silvia Clemente en agricultura), pero ignoraba en que estado estaba ahora. Sé que nufri está muy orgullosa de su explotación soriana. Es un ejemplo de la transformación a la que me refiero. La tendencia de la tierra a dejar de ser familiar, por ejemplo, empresas como Mercadona que verticalizan la producción, tienden a copar todo el proceso desde la producción a la venta.

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    • Aunque me sigan pareciendo muchos’Infantes’, don José 😉 Gracias a los dos por sus narraciones, instructivas y didácticas.
      Ya empieza uno a estar harto (ya estamos muchos) de comentarios pseudopoliticos de malababa que abundan en cualquier noticia de este digital.

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      • Gracias a tí Juan por leer el comentario.

        Y gracias a Redacción por publicarlo teniendo en cuenta la extensión del mismo.

        Un saludo.

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  2. Es muy bonita película, y su artículo ilustra muy bien el contexto social. En todos los pueblos ha habido muchos cambios, pero la singularidad de la circunstancias del pueblo hace muy atractiva está narración.

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  3. Excelente disertación sociológica que me trae recuerdos de mi niñez leridana. He rememorado el sabor de los caracoles a la “llauna” con su alioli casero y los baños en la balsa de unos amigos de mi padre en Torres de Segre… gracias Besa. Iré a ver la película sin duda.

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