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La picota de los gamberros

Muchos años después, no desde luego en los días posteriores a los hechos, mi padre no escondía el orgullo de ver su nombre en la Picota de los Gamberros. Era una sección del ABC en la que se daba cuenta de los sancionados  “por gamberrismo“. Le trincaron en Cea Bermúdez en diciembre de 1956. Y no, no es que mi padre fuera tonto o corriera cual tortuga, como pensarán sus nietos hoy, en tiempos del spray y zapatillas Nike de salir volado. El asunto es que por aquel entonces para las pintadas  alguien debía cargar con el cubo de pintura (como recalcaba mi padre siempre que refería la anécdota). Te ponías perdido, así que la policía lo tenía fácil. ¿Qué hace usted a 100 metros de una pintada medio hecha, fresca, que dice Franco Cabr…, con un cubo de pintura roja a 10 metros y los zapatos impregnados en la susodicha sustancia idéntica a la del cubo?, le inquirieron. Padre balbuceó. Acabó en comisaría, claro. Y a los pocos días su nombre aparecía junto a un chiste de Mingote e información relativa a “pintores y escultores aragoneses han donado sus obras para la navidad de los pobres”.

Así eran las cosas entonces, si te pillaban haciendo el gamberro -el régimen no valoraba especialmente el arte urbano-, multa y picota, y aún gracias si en comisaría no te inflaban a hostias. En algunos pueblos, reminiscencias inquisitoriales, eran especialmente imaginativos y hacían desfilar al gamberro en calzoncillos y escoltado por la Benemérita por el medio del pueblo. O le rapaban, o alguna perrada ejemplarizante. Qué pasara vergüenza, y mucha, ese era el plan.  Por cierto, menudas gamberradas las de antaño -no todas eran del cariz idealista de las de mi progenitor-, que si emborrachar un burro, estampar un carro, quemar un cerdo… Lo de crujir farolas era casi lo de menos… Que a veces caemos en discursos tontos del esto antes no pasaba. Pues sí pasaba, sí…

No es cosa de reivindicar las inhumanas tácticas franquistas, por lo demás comunes en toda Europa, pero contrasta el trato al gamberro de antes, con ahora. Por la pijada de la protección de datos (ojalá se protegieran con similar celo las farolas) las autoridades son reacias a facilitar toda clase de datos personales. Ni la edad. Al final vamos a ver notas de prensa con el elocuente titular: “Alguien mata a alguien en una localidad”. Hasta en caso de condenados, la audiencia te facilita una sentencia -documento público donde los haya- anonimizado, no vayamos a causar un trastorno al condenadito.

Si son menores olvídate, pobres niños. A algún compañero le ha pasado que tras publicar alguna foto pixelada, que por supuesto se puede, que lo sepan, de estas que los  interfectos hacen circular por las redes para dar fe de sus hazañas le ha llamado la “supuesta madre“, obviamente la mujer no se identifica no sea que le toque pagar el contenedor. ¿Llama para pedir perdón por los actos del interfecto? ¡Qué va!, llama indignada: que en qué mente cabe publicar una foto -pixelada- del chico. Que se va a enterar el periodista, vamos, si se va a enterar, sinvergüenza, aficionado… Normalmente la cosa acaba en bronca interruptus cuando el periodista sugiere si en la denuncia ante la policía la atribulada mamá pondrá algo así como “el otro día estando mi hijo Feliciano Pedro en la calle tal quemando un contenedor….”

Creo que es cosa del confinamiento, de las restricciones, de la necesidad de una válvula de escape de la transgresión, la cuestión es que en las últimas semanas, con el fin del colegio, han menudeado alguno actos vandálicos por Segovia. Pintadas, farolas al cuerno en Palazuelos, a veces coches rayados, vidrios rotos. Como sea que hoy hay cámaras por cualquier lado es más sencillo, que no fácil, identificar a los cabestros. Así ha pasado en Palazuelos y Trescasas. Espero que se les castigue, por supuesto con proporcionalidad y a sabiendas que son cosas de chiquillos o borrachos. Lo espero porque creo que lo peor en estos casos es la sensación de impunidad que le queda al vándalo. Lo hizo, le trincaron, no pasó nada…

Más preocupante es la actitud de ciertos padres, dispuestos a lo que sea para defender a sus vástagos. Verán, tiendo a ser comprensivo, que no complaciente, con adolescentes que se fueron a Salou por 350€ cuatro días juerga incluida en tal discoteca, llena hasta los topes (hay que hacer caja). Luego, es verdad, pasa que estalla una quinta ola, todos a recogerse otra vez…  Que a los 16 uno tenga poca cabeza, se entiende. Lo que no es que unos padres indignados exijan que no se criminalice a sus menores, que menuda denuncia pondrán a los medios, que los chicos son muy buenos y ejemplares chicos. Si claro, muy majos muy majos, pero por cosas así en Cataluña tienen toque de queda y en Segovia crucemos los dedos.

Hay padres pelotudos, la verdad. Entendámonos, la inmensa mayoría, incluso los de hijos problemáticos, son gente normal, sensata, y de algunos casos no es justo colegir la insensatez del conjunto. Pero haberlos haylos, y demasiados. Padres que culpan al profe del cate del hijo, al alcalde de la pintada, a Endesa por la farola (que pongan cristales blindados, he leído estupefacto en redes), y al juez por la condena (“a mi hijo 1.500 de multa pero al rey de España, nada, eh, ¡qué les parece”, otra que he leído). Que un chaval la líe, mal está, pero viendo el percal de padres que tiene te lo explicas todo. Menudos gilipollas de padres, demasiado bueno les ha salido el niño, la verdad. Y esa es una buena reflexión, si trincan al niño por vándalo, le trincan por doble o triplemente gilipollas, pero tanta gilipollez de algún lado habrá salido, ¿no? Quizá por eso el interés en que no se informe de la cosa.

Lo mismo hay que plantear las cosas al revés. Picota Florilegio de los Ciudadanos Ejemplares. La policía felicita al menor Blasito X.X. por su creatividad -a sus 17 años con un prometedor recorrido por delante- en la decoración espontánea del centro cultural. Gracias. Blasito la policía te quiere.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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4 Comments

  1. Habrá que felicitar a los padres por tener esos animales por hijos? El mundo al revés. Nos hemos vuelto todos locos.

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  2. Antes, cuando el profesor llamaba la atención al niño, después le caía bronca en casa.
    Ahora, los padres van al colegio y le montan el numerito al profesor.
    Estamos creando una generación de insolentes.

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  3. Una mierda de educación y culpa por partida múltiple de todos los partidos. Sin olvidar las sentencias partidistas a un lado y otro de la balanza de la señora ‘Justicia’. Una vergüenza que nos tendría que hacer reflexionar, pero seguiremos con el y tú más. Por cierto, muy de los comentaristas de parte mañanero de partido de este digital. Qué Dios nos coja confesados de troles peperos, pesoeros, voxeros y medio pensionistas.

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  4. Excelente artículo, solo le falta un poco más de crítica hacia los progenitores que somos los auténticos zopencos.

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