El mundo de las redes sociales, en lo que a opinar y llorar se refiere, más o menos se tambalea sobre este patrón: una persona ve un mensaje tirado en la cama o de camino al trabajo, lo pasa rápido, lo olvida, sigue consumiendo vídeos de influencers gorrones recomendando la mejor hamburguesa del mundo o al último cómico reírse de la gente alegando que es humor que hace ‘con ellos’… Así hasta que lee un periódico digital o una tendencia en la antigua Twitter y ve que el mensaje que pasó por su vida como inocuo ha ofendido a alguno de su gremio ideológico. Como elemento inflamable, si en la indignación que está fermentando participan políticos afines, de esos que el pueblo llano y soberano convierte en semidioses porque gracias a ellos comemos pescado fresco al menos una vez a la semana y nos pagan el tren, se activa en el lector una neurona que obliga a una relectura del mensaje que pasó sin pena ni gloria, y ahí sí, por fin llega la ofensa… tarde, pero llega.
Al mundo entero le dan igual los mensajes racistas y envalentonados de la actriz Karla Sofía Gascón; esa es la premisa. Algún lector me podrá venir enojado a decirme que quién soy yo para generalizar de esa manera, y tendrá razón, pero igualmente a él también le dará igual Karla y lo que escribió en Twitter hace muchos años, fuera fruto de una opinión madurada o de un calentón. Al terminar de hacerse el ofendido seguirá con su vida tranquilamente y sus problemas familiares, personales o para llegar a fin de mes seguirán en el mismo lugar.
La cuestión real tiene más que ver con una mezcla entre negocio y salir indemnes en las redes sociales; alejarse de la posibilidad de ser los próximos en ser castigados por esta horda woke que se muestra “entrañable” cada vez que falla uno de los suyos. La vehemencia para enfadarse con el de la ideología contraria no tiene mérito. La gracia está cuando toca arriar velas y justificar que no esperaban semejante comportamiento de un miembro del rebaño: lamentan descubrir espantados que Karla no era perfecta y que ya no la podrán usar como bandera de su causa. No pasa nada, cambiar de bandera es fácil, solo hay que centrarse en demostrar al mundo entero que ella ha quedado expulsada del club de la perfección, ese al que solo se accede si se piensa igual que el líder, sin desviaciones. Pero esa demostración tiene que ir acompañada de un castigo en el que lo menos importante es la castigada. El boicot y la censura tiene más de aviso a navegantes: da igual que te disculpes y que te expliques, quien se mueva de la línea marcada, ya sea opinando o equivocándose a la hora de expresar según qué pensamientos, quedará excluida de forma permanente.
Karla Sofía Gascón ha sido apartada de la promoción de la película Emilia Pérez, es una apestosa para la productora. La han hecho desaparecer como si nunca hubiera existido, como si no siguiera nominada a mejor actriz en los Oscar. Tampoco ha asistido a los Goya, ¡quién querría hacerse una foto con ella cuando hace dos semanas esos mismos nos pegaban la matraca con que su nominación era un hecho histórico! Ni siquiera se trata del debate sobre si a un artista hay que juzgarlo por algo más que por su obra; ese tema está ya triturado y la batalla pérdida. Netflix, Hollywood en breve y la parte de la sociedad que pide la cabeza de Karla han echado cuentas y les compensa más mandar al ostracismo a la actriz que jugársela a que les hagan un boicot de consecuencias incontrolables si dejan pasar esta polémica.
Ofenderse por las opiniones en las redes sociales de un desconocido o de un famoso nos vuelve vulnerables ante cualquier personaje que diga algo que no nos gusta, sea una simple opinión personal o un comentario de mal gusto. Disfrutar con el ostracismo por mensajes que, por desagradables que nos parezcan, no constituyen ningún delito, es aceptar que jugamos en esa misma liga y que tarde o temprano alguien buscará por dónde colarse en nuestras imperfecciones y aplicarnos la misma medicina que también defendíamos. El universo woke se desmorona; es imposible seguirle el ritmo porque la teoría es muy bonita de pregonar y la práctica utópica. Somos un conjunto de defectos, prejuicios, miedos y virtudes, y así seguiremos siéndolo, y todo eso bajo el paraguas de que cometemos errores continuamente a la par que evolucionamos y aprendemos. Que unos cuantos decidan a quiénes perdonar y a quiénes apartar para siempre, como han hecho con Karla Sofía Gascón, tiene más de inquisición que de la libertad que tanto manosean y tan poco aplican.
9 febrero, 2025
Pero alguien sabe cuál son exactamente esos tuits??
9 febrero, 2025
La gente tiene libertad de expresión hasta que deja de tenerla por no pensar como los demás. Aquí se estaba reconociendo un trabajo, no un pensamiento. Me gustaría saber si fuera un cirujano excelente y les tuvieran que operar dijeran, que no, porque puso un comentario que no les gustaba.
9 febrero, 2025
La cultura woke de la cancelación. Todo se juzga desde ahí. Puro totalitarismo del siglo XXI en las redes. Lo que no es acorde, es malo y eliminado. Creamos una sociedad débil, enferma y uniforme en la mediocridad, sin pensamiento crítico y manipulada por cuatro imbéciles que nos dicen qué pensar o no. Como dicen en China, el clavo que sobresale hay que darle para que quede al mismo nivel de los demás.
10 febrero, 2025
Estás muy equivocado “un observado”, lo verdaderamente genuino de la cultura “woke” es estar “despierto” y actuar( con la “cancelación” u otros medios) frente a la desigualdad, después de una reflexión y sin dejarse ” influenciar” por nadie. Lo que realmente molesta a la derecha es el espíritu crítico de la cultura woke y que tomen medidas ( generalmente económicas que es lo que más les duele). Por eso intentan desde la derecha dar la vuelta al significado de los ” woke” y asimilarlo a lo que hacen ellos (inculcar odio, rabia,esbirrismo político acrítico,etc.).
10 febrero, 2025
Hola, Tuerto Pirón.
Yo creo que estamos hablando de otra cosa, porque si algo precisamente distingue al woke es que no actúa por reflexión ni con ningún tipo de espíritu crítico.
El odio, la rabia, el esbirrismo político acrítico… no son conceptos asociados a una ideología sino al ser humano. Creer que todo eso son solo los de en frente es precisamente el mejor ejemplo de woke.
Saludos.
10 febrero, 2025
Vamos, que eres un ejemplo de un woke, tuerto, o sea, un totalitario extremista de Izquierdas, de los del odio fácil a lo que no sea lo suyo. De los que construyen muros, tipo dictador Sánchez.
10 febrero, 2025
La cultura “woke”, “palabro” que el 90% de los que lo utilizan no saben ni lo que significa, es un totalitarismo ideológico absoluto.
En esa ideológia, todo el que discrepe, sea crítico o simplemente cuestione sus dogmas, es directamente enviado al ostracismo.
Una simple versión moderna con nombre pijo, de otros totalitarismos ideológicos que han existido en otras épocas de la humanidad.
Así que, los cuentos son para los niños o para los tontos…
10 febrero, 2025
Mirad,si tenéis intención de saber sobre algo de lo que vais a opinar,lo que dice del término “woke” en wikipedia.En cuanto al odio y esbirrismo,no hay más que leer los comentarios de este medio para ver que se dan mucho más en la extrema derecha.
10 febrero, 2025
Hola de nuevo, Tuerto Pirón.
Yo creo que para establecer una conclusión como esa, la muestra debería ser más grande. Le invito a sumar los comentarios del Marca, La Razón, ABC, Público, eldiario.es, El País… tanto en sus digitales como en las publicaciones en redes sociales, y verá que todo eso que comenta se ve en todos lados y en todas las ideologías.
No lucha más contra las desigualdades que comenta ese concepto de la Wikipedia quien se muestra más perfecto en las redes sociales, sino quien actúa en el día a día en consecuencia, sobre todo cuando nadie lo mira, y ahí ya hemos visto suficientes casos de demagogia en el mundo woke.
Saludos.