El último sábado de mayo, en el alfoz Segovia, la Cacera Mayor aúna dos de las más antiguas y notables tradiciones castellanas. Las hacenderas y el cuidado de las caceras.
Cumpliendo con un mandato tradicional que se remonta a la repoblación tras la reconquista, los varones de Palazuelos, Tabanera, Trescasas, San Cristóbal y La Lastrilla salen de hacendera a reparar la acequia del Cambrones. 10 kilómetros de agua derivada del río que, antaño, garantizaba el riego de pastos y huertas durante el verano. Un capítulo vital en la economía de nuestros ancestros. Trabajo comunitario hasta no hace mucho obligatorio y no retribuido, en un llamamiento al que debían acudir, por lo menos, un varón por familia a cambio del derecho a riego.
Hoy la consideración económica debe matizarse, aunque la histórica concesión de agua a los vecinos de los cinco pueblos sigue siendo un activo estratégico no exento de polémicas y pulsos entre administraciones, regantes y vecinos. Así, la hacendera ha dejado de revestir ese carácter laboral realzando su vertiente grupal, festiva, de fraternidad masculina, si se quiere, una suerte de Santa Agueda masculina con valores medioambientales de primer orden, pero sin olvidar lo principal: mantener la cacera en buen estado a través de una tradición secular que cohesiona al pueblo y hace comunidad.
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