Se palpaba la tensión y los nervios;  la imagen no llegaba a la hora prevista y desde Madrid viajaban a Houston mensajes confusos… “Tenga usted la bondad”, apremia el regidor. “Qué dicen que no hay retransmisión, un momentito, un momentito”, dice un agobiado Bautista Aranda, el técnico. “Como usted guste, entre tanto volvemos a Houston”. Y entra Cirilo en el audio. La luz de señal estalla en un rojo glorioso, y Cirilo Rodríguez, el segovianísimo corresponsal de RNE en los Estados Unidos, encadena 40 históricos minutos de narración en la que testimoniará el mayor hito nunca alcanzado por el ser humano, poner el pie más allá de nuestro planeta. “¡Está probando si la superfície de la luna es compacta… Es la culminación de una hazaña histórica, la consecución de un sueño de siglos!” exclama emocionado Cirilo.

El Apolo XI se posó en la luna el 20 de junio en el Mare Tranquilitatis y a unos noventa kilómetros al este de dos cráteres casi gemelos denominados Ritter y Sabine, pero los dos astronautas del módulo lunar, Amstrong y Aldrin, no abrieron la escotilla hasta unas horas después, tras instalarse en sus pesadas armaduras y corroborar que todo estaba OK. Eran las 2.56 (UTC) del 21 de julio de 1969. A los niños de mi edad nos sacaron de la cama a empujones para escuchar de primera mano un suceso trascendental. Cirilo, requerido por una voz solemne y robótica (“¿Houston, se aprecia que la superficie de la luna tenga esa capa de polvo de la que nos hablaban antes?”), ora tirando de lírica ora de tecnicismos que al oyente de la época sonaban (¡y es que lo eran!) a ciencia ficción. Peldaño a peldaño, pisada tras pisada. Hace 45 años.

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