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Enseñar español en Segovia

Tratralización cervantina en Segovia.

A los cinco años de edad ingresé en el colegio Calasancio de Nuestra Señora de las Escuelas Pías. Allí estuve hasta llegar a la Universidad. Mi padre escogió ese colegio por la cercanía a nuestra casa. Suponía que los alumnos serían chicos del mismo barrio, y eso le pareció buena cosa. Pasé once años. Estudié bastante, jugué mucho al fútbol. No fui de los peores ni de los mejores, tanto en el fútbol como en los estudios. Solo me sentí singular a la hora de elegir un idioma como lengua extranjera. Hace sesenta años todo el mundo estudiaba francés. Mi padre decidió que lo del francés era un asunto del pasado y que los nuevos tiempos premiarían el inglés. Nos apuntamos a esa lengua de futuro media docena de niños; más de doscientos permanecieron fieles al francés. Nos tocó un profesor pintoresco y atildado; al parecer preparaba oposiciones para la carrera diplomática. Venía poco a clase. Cuando aparecía traducíamos escenas de Shakespeare. Recuerdo versos de Hamlet y de Macbeth. Mi buen padre, al enterarse de esta exquisitez, que conllevaba una total incapacidad para pedir un café o preguntar una dirección, se espantó. No era Shakespeare esa lengua ágil y práctica que quería para mí.

Con la edad adecuada empecé mis veranos en Inglaterra. Primero en un internado, donde además de familiarizarme con un inglés menos encopetado tuve ocasión de jugar al fútbol en un campo de yerba. Luego en Bournemouth, en una academia, King’s School se llamaba, ellos se encargaban de buscarme alojamiento en una familia local. Bournemouth es una ciudad no muy grande, al sur de Inglaterra. En esos tiempos, hace más de cincuenta años, se llenaba durante el verano con estudiantes que veníamos de todos los rincones del mundo para aprender inglés. No sospechaba que acabaría dirigiendo distintos Institutos Cervantes, en los que me dedicaría, entre otras cosas, a enseñar español.

Mi esposa no era hispanohablante. Mejoró su inglés en el British Council y se inició con el español en el Cervantes. En ambos se matriculó como una alumna más. Pude cotejar los materiales y trabajos. No soy complaciente con lo que hago, suelo pensar que siempre falta algo. Les aseguro que somos mejores enseñando español que los ingleses enseñando su idioma; en métodos y contenidos.

A lo largo de mi responsabilidad como director del Instituto Cervantes de Manila mantuve relación con academias de español en Taiwán y Singapur. Eran centros privados; colaborábamos con ellos en el campo de las certificaciones. Funcionaban bien y enseñaban bien. Eran negocios rentables porque el español es un producto rentable.

Paseaba por Segovia y recordé mis veranos juveniles en Bournemouth, entre tantos estudiantes que buscaban aprender inglés. Segovia es más bonita que Bournemouth, y el verano es grato, y la provincia es hermosa. Y si quieres llegarte a Madrid a ver el Museo del Prado o el Reina Sofía te vuelves a Segovia por la noche. Imaginé Segovia repleta de estudiantes extranjeros, que se acercaban a nuestra lengua en nuestra ciudad. Sirva una aclaración para los escépticos: las academias de inglés en Bournemouth y los centros de español en Singapur y Taiwán eran fruto del esfuerzo y la inventiva de particulares. No nacieron vinculados a ninguna Administración, a ninguna Universidad. Los montaron porque sus promotores se pusieron a ello, conscientes del atractivo del producto ofrecido, el inglés en un caso y el español en otro. Mientras paseaba por Segovia medité de nuevo en la importancia del español también como herramienta económica. Me pregunté si este era un buen lugar para establecer esa industria. Han adivinado la respuesta. ¿Por qué no?, me dije.

Author: Opinion

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2 Comments

  1. No le veo muy puesto en lo que ha Segovia se refiere. Pregunte a su compañera en el ayuntamiento por los programas que sellevan a cabo desde el ayuntamiento para enseñar español en Segovia, y por las iniciativas privadas, que hay bastantes. Madre mia, que este tio este en el congreso en representacion de los segovianos, con ganas me quedo de cambiarme hasta de pais

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  2. Podía hacer pareja
    ” cómico poltrona humorista ” con otro ilustre conocedor y amante de Segovia , el tal Maroto ,

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