En román paladino: Dicen las encuestas más recientes que el PP se está desinflando en la carrera electoral pese a que ganaría con holgura las elecciones, muy por encima del PSOE, también en retroceso, según las mismas predicciones que dejan lo de “la primera fuerza de la región” de 2019 en un espejismo.
En el lado contrario, aquí si coinciden todas, Vox sigue la línea de ascenso, tanto que Alfonso Fernández Mañueco tendrá a estas horas algunas mariposas en el estómago pensando que el día 13 quizá se certifique que su decisión de adelantar las elecciones fue un error. Cambiar de Ciudadanos a Vox como socios no es, en ningún caso, una buena opción para el PP. Por lo complicadas que serían esas relaciones de Gobierno y porque llevaría a Castilla y León a ser la primera comunidad en dar cabida a los de Abascal en tareas directas de Gobierno y con ello, a laboratorio de ensayos, de cara a los escenarios de las próximas elecciones andaluzas y generales.
Cuidado. Con el panorama este de las predicciones, la otra opción pasa porque no se alcance acuerdo para formar un Gobierno y se convoquen nuevas elecciones cuatro meses después del domingo. Acuérdese que esto ya nos pasó con Mariano Rajoy tras las votaciones de 2015…
El PP comienza a experimentar ahora con Vox lo mismo que el PSOE ya “sufre” desde hace años con Podemos: la incómoda presión que llega desde los extremos populistas que obliga al funambuliso político, con lo que eso debilita. Los populares, en realidad todos los partidos, han tratado en la primera semana de campaña de obviar la misma existencia de la formación de Santiago Abascal (y de Juan García Gallardo) dejando campo libre a la particularísima campaña desarrollada por los verdes basada en un decálogo de lugares comunes con el que no se aportan soluciones concretas para ninguna pero si se sientan los preceptos de la formación: que si España —me refiero a ese “España” que suena a cañonazo ruidoso— que si el Cid, que si el orden, que si el trabajo para todos, que si un país autosuficiente…
Y funciona. Esta campaña habrá visto cómo los de Vox montan un tabladillo en mitad de una plaza y congregan en un acto a la misma gente o más que el PP o PSOE, ya no le voy a decir que UP (¡!), con sus ministros y altos cargos. Si las encuestas están en lo cierto, el populismo de extrema derecha está calando en la región mientras el resto de los partidos se aprietan las manos contra las orejas y gritan muy fuerte “habla cartucho, que no te escucho”.
El dilema para los responsables de la campaña popular es qué hacer. Pueden mantener la carrera electoral por los cauces actuales confiando en que sus votantes reaccionarán a las encuestas acudiendo a votar en masa, o buscar a última hora el cuerpo a cuerpo con Vox tratando de evitar la fuga de votantes por ese lado a cambio de colocar su discurso en posiciones mucho más extremas con el riesgo de espantar a los votantes moderados, los que decantan elecciones.
Son precisamente los votantes de ese espectro, siempre mirando los gráficos de predicciones, los que estaría perdiendo el PSOE, al que le vendría de perlas que el debate se fuera al extremo entre las fuerzas de la derecha.
Supongo que en la sala de máquinas socialista estarán buscando soluciones al descalabro que anuncian los quesitos. Quizá haya quien se esté replanteando si la presencia masiva de ministros del Gobierno Sánchez en los mítines tiene la repercusión que se esperaba, o confíe en lograr que Luis Tudanca deje de actuar sólo como el líder de la oposición. ¿Se ha fijado que en los cuerpo a cuerpo los socialistas hablan a menudo del futuro inmediato situando a Mañueco en la presidencia y a Tudanca en la oposición? Será el subconsciente.
Mientras, a cinco días de las votaciones, los partidos localistas no parece que vayan a ser decisivos para conformar mayorías, pese a que esa es su misma razón de ser, temo que la única. No obstante, algunas de estas formaciones colarán representantes en las Cortes regionales, según dicen las encuestas. También las del CIS.
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