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El penúltimo Nerón

La verdad es que, fuera y dentro de los Estados Unidos, pero especialmente fuera, poca gente suscita tanto odio como Donald Trump, el esperemos, penúltimo presidente del país más poderoso del mundo. La cosas es que en otras circunstancias el hombre habría pasado a la historia como un pasable proteccionista que logró, contra la opinión del stablishment liberal, mejorar el poderío industrial patrio, redujo el paro a niveles históricos, y sustituyó por guerras comerciales las de verdad, retirando tropas de casi todos los frentes en que se embarcó su antecesor, el supuestamente “pacifista” Obama.

Pero no va a ser así. De Trump se recuerda su egocentrismo esperpéntico, una prepotencia soberbia difícil de digerir, para colmo, tópicamente yanki. Su carácter de falsario irrecuperable, machista, cutre e iletrado… Y eso no es lo peor. Este hombre da la impresión de que le importa todo un higo con tal de salirse con la suya. Él, él y nada más que él.  Le importa un bledo la democracia americana, sus instituciones, la credibilidad nacional, la CIA, el sistema de salud, para postres con una inhumanidad tal que se va con la vitola de dejar a su país como el peor parado por el covid19. Una verdadera rata. La última persona con la que nos gustaría coincidir en una isla desierta, sí, pero cumplidora con buena parte de su electorado.

Sin embargo una rata humana. Lo que justifica que hasta los comunistas españoles estén eufóricos, a pesar de que su sucesor parece perfilado desde la más tierna infancia por el liberal-conservadurismo de más abolengo. Otros muchos consideran que la derrota electoral de Trump puede ser también un punto de inflexión en el declive del nacional-populismo; ese abanderar chorradas identitarias como vademecum para la mejora del mundo y contra el que nos previenen todos los filósofos. Los pulsos identitarios, las batallas culturales, solo ahondan en la polarización social, en la desunión y en consecuencia la inestabilidad política. La política es en un 200% la gestión de recursos. Y no hay más.

Pero que esta inercia haya entrado en declive por la derrota de Trump me temo que es mucho extrapolar. Termino de leer la recomendable Fake News del Imperio Romano, del segoviano Néstor F. Marqués, en la que de conformidad con la historiografía más moderna se pone de manifiesto como los nerones, calígulas, domicianos, cómodos y demás sátrapas, no lo eran tanto sino más bien productos de una cuidada contra-propaganda del césar entrante. Interesaba pintarlos como psicópatas degenerados para legitimar el golpe interno que apeaba del poder a sus respectivas dinastías. Así vemos que Nerón, Cómodo o Domiciano fueron césares económicamente prudentes, que estabilizaron las finanzas del imperio en tanto sus excentricidades y  crímenes -habitualmente senadores real o imaginariamente implicados en palaciegas conjuras- no fueron más que los de sus ilustres predecesores o antecesores.

En el fondo tendemos a pensar que estos Trumps y Bidens mejoran o empeoran nuestra existencia, cuando en rigor apenas pasan de simbolizar un poder que envidiamos y tememos pero sin capacidad real de transformar ni su más próximo entorno. Que realmente nuestros destinos no dependen tanto de los políticos como de nuestras propias decisiones vitales, la suerte y el contexto. Pero claro, resulta más confortable pensar que, contra toda evidencia, por allí las altas esferas realmente existe alguien a quién usted, yo y nuestra miserables -pero irrepetibles- vidas le importamos algo. Que bueno, puede ser. Pero que pueda ser no implica que sea efectivo. Desengáñense; ¿qué sabrían en la remota Segovia del 60DC del fementido Nerón? El hombre que ponía cara a los sestercios, otro más… Que tanta paz tenga como descanso deja mientras nosotros metemos, una vez más, la mascarilla en la lavadora.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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1 Comment

  1. Eres un gran periodista

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