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Catar, Luis Enrique y la “taberna” de Platón

Cómo tantos, hay un Luis Enrique dentro de mí. Besa, “seleccionador” que barrunta que nos falta gol, la defensa es floja, y que se apresta a sufrir cual galeote encadenado a una tele. Pero claro, dudo que haya un hombre en la tierra con más ganas de ganar el Mundial que Luis Enrique, y justo es decir que de compararnos en sapiencia futbolera vendría a ser como una carrera donde yo soy mi abuela y él Hussein Bolt. (Lo que no quita para que ¡cómo volvamos a caer en octavos..!)

Tampoco sé de relaciones internacionales, y si Catar esto o Catar lo otro. Sé algo de filosofía, por lo menos doy clases. Aunque no debo ser muy allá como profesor cuando un alumno acaba de explayarse en el examen (y no una vez, sino varias) sobre una supuesta “taberna” de Platón. O lo mismo es un genio, y con cuatro clases que le he dado ya ha intuido que “seres malignos” nos tienen presos en los bares mientras proyectan en las paredes partidos de fútbol para que no veamos la “verdadera realidad”.

Creo que una parte práctica de la filosofía, quizá la más importante, es desmontar los sesgos que precisamente proyectamos sobre las cosas y nos impiden ver la “verdadera realidad”. Pongan Catar, país que no tengo el gusto, pero que está en boca de todos por no ser feminista ni gayfriendly (pocas sociedades lo son), ser la madre y el padre de las injusticias sociales donde hay muchos ricos muy ricos y un montón de obreros cuasi-esclavizados (cosa harto común en este desdichado valle de lágrimas). Tampoco son muy pulcros con el medio ambiente y los derechos humanos. En definitiva, Catar no es como la UE, que como todo el mundo sabe es el ideal al que todos los países del mundo deberían aspirar constitucionalmente. Es más, deberían aspirar a ser como España, de manera que los españoles, en saliendo por el mundo, deberíamos tener un generoso descuento en todos los restaurantes del mundo.

Ocurre que esa manera de pensar anti-moros, cuando no racismo puro, encierra mil sesgos eurocéntricos. Tendemos a pensar que nuestros igualitarios valores de blancos europeos, no hace tanto los capataces del mundo, son los únicos valores dignos a considerar, siendo el resto cosa de salvajes, de semi-hombres, o sea, semi-blancos.

Y ese chauvinismo me repatea el estómago. Claro, tampoco es plan ponerse a defender las culturas patriarcales y clasistas (y menos por la cara, gratis, cuando a cualquier mindundi le pagan un pastizal los cataríes, y aquí ni una mala entrada de gallinero para un Ghana-Australia), pero tal vez no está de más destacar el gran papel que juega el fútbol como pasión universal, que trasciende credos y sin ir más lejos, ha propiciado allí mejoras en las condiciones laborales, con implantación de salarios mínimos y parches frente a la explotación que, bien, aquí sonaran ridículos pero que son todo un adelanto si atendemos a la realidad de tantos países asiáticos.

En fin… paro aquí, la última vez que escribí contra esa mirada “islamofóbica“, no faltó quien me conminara a irme a “vivir con los moros” en la más preclara tradición nacional de Santiago y cierra España. Y lo cierto es que este mundial catarí bien recuerda aquel cuento (de no me acuerdo quién) sobre un niño rico que quería ser árbitro de  fútbol y su papá le compró una cancha y dos equipos para que arbitrara todos los domingos.

Lo importante es el fútbol, pasión mundial que, como digo, actúa como factor de difusión de nuestros valores de manera mucho más efectiva (y corrupta) que ONGs, homilias, y manifas. En el mundo, Barça y Madrid (y acaso Benidorm) son las marcas asociadas a España como la Coca Cola a los USA.  El mundo envidia el fútbol europeo (con permiso de Brasil y Messi, eso sí). Este estúpido juego de 22 tíos  parece un reflejo extraordinario de la sociedad, lo que nos une.

¿Por qué? En primer lugar, marcar es complicado. A poca entidad que tenga el rival, por más que uno de los equipos domine abrumadoramente, no es fácil meter la bola entre los tres palos, con un bosque de defensas y, encima, un tipo alto al que le dejan tocarla con las manos. Eso garantiza marcadores igualados, incertidumbre y la posibilidad de que aprovechando un error, jugando solidariamente en equipo o por pura chiripa, el débil le gane al fuerte. Cosa que no pasa en casi ningún otro deporte.

Es un espectáculo fluido, y no como el coñazo de estos deportes americanos en el que cada dos por tres salen bailarinas, anuncios y se corta la acción. Tampoco hay que nacer con un determinado físico para ser bueno en fútbol. Admite un amplio espectro de tipologías. Cualquier chaval de entre 1.55 y dos metros puede resultar un crack. Así que todos podemos fantasear con ser estrellas. Nos podemos identificar con los jugadores.  Y, cierto, es también una pasional válvula de escape de los malos instintos, de nuestro espíritu primate de identificarnos con un grupo, pintándonos la cara según un código cromático que nos une y a la vez nos separa (en efecto, no hay poco de la “taberna” de Platón en esto del fútbol). La cosa es que a mí el fútbol me pone… me hace vibrar. Y como por más que filosofe tampoco soy ajeno a los sesgos, lo defiendo siempre que puedo (que a veces no puedo).

Últimamente y entre las virtudes del fútbol destacaría su carácter intergeneracional. Conforme envejezco me cuesta más sintonizar con las nuevas generaciones. Su música no es mi música, ni obviamente sus prioridades son mis prioridades; la vida nos aleja espiritualmente de los jóvenes y la distancia levanta muros de incomprensión. El fútbol en cambio no entiende de edades. Nuestro equipo marca un gol decisivo y de repente y entre aspavientos de simio me encuentro compartiendo unos efímeros segundos de felicidad con un chaval de diez años. ¡Qué grande es el fútbol, por favor!


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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8 Comments

  1. Lo resume bien. Hemos cambiado a Platón y la caverna por una taberna. Europa y lo que fue el mundo civilizado (que ya no lo es, porque no cree en sus valores) es eso, un bar con vino, cerveza y fútbol para entretener al populacho. Mientras los cataríes tienen muy claras sus ideas, totalmente trasnochadas y medievales o neolíticas en algunos casos, a las que no renuncian y saben que dependemos de su gas y su petróleo, nosotros renunciamos a todo tipo de pensamiento crítico para no ofender. Usted sabe que a nuestro mundo occidental le quedan cuatro días. En breve seremos absorbidos por China. Y lo de pensar libremente, se acabó. Le veo dando clases de pensamiento único de Mao en su clase de filosofía. Y a lo mejor dirá:¿Cómo hemos llegado a esta dictadura? Muy fácil, renunciando a todos nuestros principios éticos y morales y lo que es peor, no luchando por esos principios, pero nos queda el bar y el fútbol. El Imperio Romano cayó porque nadie quiso mantenerlo ni luchar por él y tardamos 1000 años en recuperar la cultura, la evolución y el pensamiento que dejó. Me despido, viva el Partido comunista de China que nos dá de comer a todos un plato de arroz.

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  2. La gente critica mucho el mundial…pero luego estarán los bares llenos viendo el fútbol en la TV…si de verdad se está en contra que ni los bares, ni los espacios públicos ni medios de comunicación apoyen este mundial retransmitiendo los partidos…lo harán??? Claro que no…la pasta es la pasta, aquí y en Qatar…y los pobres esclavos y mujeres cataries no se acordarán de ellos una vez empieza el mundial…

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  3. ¿Quiénes somos nosotros para darles lecciones de ética y moral a los árabes?
    ¡Viva el fútbol!
    Para una cosa en la que sí somos potencia mundial

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    • Tiene usted y el señor Besa toda la razón. Voy a obviar el derecho de cualquiera a ser cómo quiera, sin molestar a los demás, o a simplemente pensar. ¿Qué vale más un camello o una mujer? ¿No es lógico que el testimonio de una mujer valga la mitad de un hombre ante un tribunal? Venga, ‘Séneca’ y don Luis ¡viva er vino!! Ah! y CERVEZA

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      • Venga, don Juan, no se haga mala sangre.
        Como dijo San Mateo: “No juzguéis y no seréis juzgados”
        Seguro que usted es de los que se pide pepsi cola light y luego se apreta un buen torrezno de Soria.
        La incongruencia nos delata.
        ¡Vamos España!

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  4. Estoy seguro de la felicidad viendo el Mundial de las mujeres viudas e hijos que se han quedado sin padre de cualquiera de los 5000 a 15000 trabajadores nepalíes, indios, africanos o de Bangladesh, que han muerto esclavizados para construir los edificios del Mundial de Qatar. Viva Qatar, el fútbol y Occidente.

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  5. Hoy, he llegado hasta la ‘islanofobía’ Luis. No he seguido. No te voy a ‘mandar con los moros’, por supuesto, faltaría, pero manda a cualquier mujer española para allá, cuando vuelva, si vuelve, alguna puede quedar encantada (como esas que salen en telediarios contando las ‘maravillas’ y miles de euros que ganan en Qatar), luego nos cuentas.

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  6. Deberíamos enviar a la menistra Irene Montero a desislamizar a los árabes.
    “Sola y borracha quiero llegar a casa”
    Pues eso, que se vaya a su casa o a los emiratos, a continuar con su cruzada “a favor” de las mujeres, a de sus agresores.

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