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Adiós mascarilla, adiós

Tras 700 días tragando pelillo de celulosa, con las gafas permanentemente empañadas en modo Agapito Marazuela, y sobre todo, sin cara, la idea es no volver a ponerme nunca más una mascarilla. Mientras pueda. Y aconsejo a todo el mundo, en tanto no sea persona especialmente expuesta a las enfermedades o un esparce gérmenes con patas, a hacer lo mismo: hemos nacido para andar por el mundo a cara descubierta.

Hace ya dos años que empecé con la historia del bozal. Y la verdad, probablemente le debo la salud. Normalmente, en la educación, como das clases encerrado con adolescentes, lo normal es compartir gérmenes y terminar con dos o tres catarros al año. Con la mascarilla ni uno. Hay que agradecer a los chavales su disciplina con la mascarilla.

Aunque ha habido temas. Ya que hablamos de chicos, algunas anécdotas de las aulas. Por ejemplo los silbidos, de repente se oía un silbido por algún sector de la clase, pero claro, al no ver los labios no pillas al infractor (quién dice silbidos dice la desbordante creatividad juvenil a la hora de cachondearse en clase). O cuando hay unos de cháchara y  como no ves al que mueve los labios apuntas al bulto y es un sino de la especie que el parte le cae siempre al más inocentón. Así es la vida.

La seguridad absoluta nunca existirá; sacralizar la salud -siendo cosa importantísima, esta de no sufrir dolores- tampoco es una causa que me atraiga. Hay que volver a “lo normal”. Y lo normal es “usar” la cara. El 90% de lo que comunicamos es lenguaje no verbal, básicamente muecas, combinaciones de cejas y labios que connotan nuestro estado de ánimo. Sin esta muleta la comunicación se convierte en un fastidio, sonidos que se emiten desde un altavoz andante. La cara nos revela meta-información: si aburrimos, si somos inoportunos, si conviene cambiar de tema, si hay que insistir… 

Necesitamos la cara, también, para acordarnos del otro, para identificarlo; soy de los que opinan que esto del burka debería estar prohibido siempre y en todo lugar. No al embozo.

Espero no echarla de menos. Al principio, en el medio y al final me resultaba farrogosísimo esto de la mascarilla, se me subía, se me bajaba, se me rompía la goma en el lugar menos adecuado… Yo era de los que iban por el mundo aguantando a una legión de metomentodos bienintencionados que, en la tienda, en la calle, en el trabajo, me hacían la señal de ponerme bien la mascarilla (a mí son cosas que ni se me ocurren, pero hay gente que lo considera un deber, así siempre sean tan cívicos para todo). Al principio me parecían unos acusicas, que es lo peor que se puede ser en esta vida, acusicas (al final del texto les dejo la canción), luego terminas pensando que es gente concienciada, que velando por el efectivo cumplimiento del 2/2021, tal vez obtengan la satisfacción de estar aportando un pequeño granito de arena a la lucha contra la pandemia.  

Vale, pelillos a la mar. Ya se han saciado de ejercer de polis voluntarios, agradezcámoslo y recordarles que, no habiendo pestes, esto de andar diciendo a la gente:  señor, que ha tirado usted un papel al suelo;  señor, que ha dejado usted el coche mal aparcado; señor, que ese residuo va al contenedor amarillo, entraña sus riesgos.

Termina esto como comenzó, con confusión, gente que que sí que se la pone igual, gente que que no. En el trabajo se encogen de hombros. El Gobierno dice una cosa, la Junta otra cosa. Y me parece lo suyo. Que cada cual haga lo que le dé la gana con su cara. La confusión es lo normal, y bienvenida sea.

Que cada cual obre como cada uno, pero a poder ser, a cara vista. Especialmente si estás de buen ver…


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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6 Comments

  1. Cuando ha perdido a familiares (a veces por la nefasta gestión de políticos sin escrupulos o golfos de intermediación) o se ha pasado unos días con el pie al otro lado, señor Besa, opinar, ya sabe, como el culo… ¡Tenga salud!

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  2. Estoy de acuerdo con la opinión del señor Besa.

    Las mascarillas, hasta este momento, han hecho su función. A partir de ahora se acabaron, por suerte, al menos para el que así lo quiera.

    Yo desde luego no me la pienso poner excepto en los casos que obliga la ley a hacerlo.

    Se acabó el bozal.

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    • Le deseo toda la suerte ‘Cipo’ (con Ley o con cabeza, muy importante) y, si le pilla, que no den parte como el del último contagiado fallecido o los últimos de gripe A que andan saliendo. ¡Salud! Ante todo.

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      • Ya he pasado el COVID. Sin pena ni gloria, he tenido catarros peores.

        No obstante gracias por preocuparse por mi salud. Es todo un detalle.

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    • Y ese era el motivo de tu defensa a ultranza de los bares y tabernas Martita? Que allí no necesitabas bozal? Entre esa perla y tu reconocido afán antivacunas… Una crack

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      • Estimado PedroRz, su opinión sobre don Robustiano dudo mucho que interese a los lectores.

        Le aconsejamos que se centre en comentar las noticias y evite los enfrentamientos personales.

        Opssss.

        Un cordial saludo.

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