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Patrocinios y cosas públicas

Es cierto. Llevo años protestando por la falta de colaboración de marcas comerciales y establecimientos en actividades municipales, yo qué sé, como las de las fiestas patronales. No es que me guste la estética pero me muero de rabia cuando voy por ahí y me encuentro con que no sé qué marca de bebida no espirituosa (o si) o la asociación de hosteleros o hasta el bar cuya puerta está justo delante del lugar donde se celebran las verbenas han soltado la mosca precisamente para pagar toda o parte de la actuación de turno en contraprestación a las ganancias extra que entran en sus cajas precisamente por esa actividad.

Y con ese cabreo me he pasado los últimos 25 años reclamando a las autoridades locales que fuercen ese tipo de patrocinios para reducir algo el gasto público o mejorar la calidad de los programas, un camino en el que, sin embargo, aquí se han dado sólo tímidos pasos.

Claro, que otra cosa es pasar del blanco al negro sin parar en ningún punto de la escala de grises, que es lo que parece que ha ocurrido con la colaboración que se ha establecido con una marca de supermercados para que pueda colgar varias veces su logo en un edificio público como la Casa de la Lectura, su nombre en la sala destinada a la introducción de los niños al mundo mágico de los libros y su imagen en la publicidad para difundir las actividades que se celebren allí.

Llevamos un año largo escuchando a las autoridades municipales explicando que el edificio de la calle Real se iba a convertir en un templo del conocimiento —bueno, también nos han hablado de acciones “pedagógicas” que me dan más miedo que un nublado— en el que elevar el espíritu y enriquecer el conocimiento sin interferencias externas. Y qué quiere que le diga, ver colgado el logo de un supermercado (o de cualquier otra marca comercial) se aleja absolutamente de la pomposa idea sobre la instalación que se ha vendido.

Pero es que además sería bueno saber en base a qué criterios, estrictamente comerciales, se ha cifrado el acuerdo, que le recuerdo que supone una inversión total de 30.000 euros por parte del supermercado que a cambio se convierte poco menos que en actor principal de cuantas actividades se programen en la sala infantil monopolizándolas durante tres años completos. Decenas de miles de impactos en las mentes infantiles. Y en las de sus padres o acompañantes, que los púberes no va solos.

No parece, pues, un contrato muy caro para el patrocinador, menos cuando en el convenio se incluye sin rubor alguno que el Ayuntamiento organice una rueda de prensa para lucimiento de los patrocinadores, supongo que en una de esas jornadas maratonianas de jueves en las que se mezclan los actos promocionales con la información municipal, tan habituales en el Consistorio. Y esa promoción bajo convocatoria oficial será gratis, claro, como si los medios de comunicación no tuvieran espacios publicitarios.

Insisto que no parece desacertado que las administraciones busquen el apoyo económico de las empresas que se beneficien de las actividades que organiza, pero también parece lógico pedir que esos acuerdos sean puntuales, no agresivos y con un beneficio equilibrado para ambas partes que en este caso es muy fácil poner en duda.

Y, sobre todo, que impida que la dinámica comercial pueda llevar a que los edificios de la administración se llenen de carteles y propuestas comerciales al calor del precedente que constituye el convenio de la Casa de la Lectura a partir del cual se me ocurren carteles con ofertas de créditos en las oficinas de la recaudación municipal, de empresas de recursos de multas en las furgonetas de atestados de la policía municipal, o folletos de inmobiliarias en las instalaciones de Urbanismo, por ejemplo.

Author: Fernando Sanjosé

Segovia (1967). Periodista.

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1 Comment

  1. Hoy por la compra de un libro, un kilo tomates. No está mal para fomentar la Zucurtura del actual equipo de gobierno municipal ¡tres añitos! a 10.000 pelucotes, sale fetén. La ciudad anda endeudada y judicializada para aburrir, pero qué pobres somos hasta para pedir.
    P.D.: la ‘Z’ es Zambrana 😉

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