Cayó el telón. Se acabó. Un año más. La escopeta guardada y limpia. Las botas engrasadas, esperando quizá un día de pesca, en su estantería del trastero. Los cartuchos sobrantes colocados minuciosamente en sus cajas. Esperando las torcaces de la media 2015. Está todo consumado.
Y parece ser que no ha sido del todo malo. En lo personal no he salido. Diferentes motivos personales y profesionales me han retenido demasiados domingos en la cama. Hay rachas para todo. Pero por lo que he escuchado, lo que me han contado y he visto, no ha sido mal año. No señor. Que San Humberto nos mande el peor como este.
El último día se vieron liebres. Y se mataron. Sé de cotos que hasta tres liebres (todas macho, por cierto) se mataron en menos de 50 metros. No andarían lejos las hembras. Ya se sabe que en estas fechas, anda esta especie de fiesta hasta altas horas de la mañana y a veces se les hace de día pegándose. A ver quién se queda con la hembra.
Perdices volaron también el último día. Sabían más que lepe, lepijo y su hijo, pero alguna estuvo a punto de equivocarse. Hubiera sido una jugarreta del destino. Palmar el último día, cuando estás pesando donde vas a poner el nido y a cuántos años te dejan la hipoteca.
Conejos, mire usted, de menos a más. Ya dije en su momento que habían bajado. Y me reafirmo. Pero curiosamente según avanzaba la temporada se veían más. Es lo que tiene este orejudo. Que cría cuando quiere y como quiere, como si fuera el último día de vida…que bien mirado, si eres conejo, vives en Castilla en temporada y tienes que comer todos los días, el futuro huele bastante a tomate. O ajillo. Por eso, sostengo, los conejos se reproducen como ídem. Que la vida es corta y hay que disfrutarla.
La mayor, que decir, a más, pero como todo, con truco. El hecho de las esperas generalizadas nocturnas (legales o no) ha conseguido que los grandes trofeos se abatan de forma “selectiva”. Esto tiene como contraprestación que luego pagas una montería o gancho y te encuentras con que se matan cuatro marranas pequeñas y en algunos casos crionas. Es decir el timo de la estampita… (Monterías, monterías, tengo monterías… ¿quieres una montería?….).
Y aparte el corzo… ese oscuro objeto de deseo de los furtivos…vaya por delante que a mi me sobran todos. No es mi guerra. Pero desde la tranquilidad no puedo dejar de observar la fiebre que este ungulado provoca, incluso entre las clases más altas y acomodadas. No hace falta ser un Holmes, para saber a que están esos tipos repeinados y con ropa cara, con 4×4 discretos, parados por los caminos o apoyados en sus coches mirando a sotos, pinares y robledos….y a veces vas andando o en bici y nunca te adelantan ….y piensas ¿llevará o no llevará el rifle?. Y me quedo con unas ganas infinitas de marcar el 062 y salir de dudas.
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