Creo que ya lo he escrito antes: Mañueco hizo un pan como unas obleas anticipando las elecciones que, en términos prácticos, le ha reportado la dudosa satisfacción de haber situado a su partido de nuevo como primera fuerza de la comunidad pero a un precio muy alto porque también le ha obligado a cambiar de socios. Aquellos eran moderados de centro y los nuevos, los de Vox, la extrema derecha y a priori radicales a los que resulta mucho más turbador darles las llaves de casa para que ocupen la Vicepresidencia del Gobierno, tres consejerías que aún no se sabe cuáles serán, la presidencia de las Cortes… Como dice Francisco Igea “el despechado”, “ahí lo tienes, báilalo, Alfonso”. Me temo que nos toca bailar a todos.
No le negaré que me inquieta mucho que una formación como Vox se siente en el consejo de Gobierno de la Junta y más aún que sus procuradores puedan estar al frente de determinadas consejerías, aunque también tengo curiosidad —ya, quizá sea insana— por ver en qué queda la verborrea indeterminada y populista de mensajes huecos pero efectivos en la que Vox ha basado su crecimiento una vez que se decidan a aplicarla a la realidad de la gobernanza. Ya ve, quiero ver el vaso medio lleno y, al menos, a los de Abascal les toca exponerse ante los electores que hasta ahora les han votado poco menos que a ciegas. Ya, no tiene gracia ser el laboratorio de pruebas pero mire, aquí es donde primero han logrado suficiente fuerza para ocupar un gobierno y lo han hecho, no lo olvide, en elecciones democráticas.
Fíjese que, por el lado contrario, el de la extrema izquierda (no se me ocurren eufemismos, así llamo a los que están a la izquierda del PSOE, llámeme loco) el baño de realidad que supone participar del Gobierno central ha servido para que aquellos que anunciaban que iban a “tomar el poder al asalto” y por las bravas hayan tenido que moderar discursos y propuestas. Pues espero que pase algo parecido con la extrema derecha.
No trato, no me sale, defender a Mañueco, el del “gobernaré en solitario”, por estampar su firma en el primer pacto que pondrá a la extrema derecha en un Gobierno desde hace casi 50 años, pero intento comprender sus decisiones y por qué estamos aquí.
Con los resultados electorales en la mano, le quedaba la posibilidad de lanzarse a un Gobierno en solitario nada fácil, aunque para eso el PSOE de Luis Tudanca, el de “hay que impedir que Vox llegue al Gobierno a toda costa” (pero no hago nada para impedirlo) tenía que facilitar su investidura con una abstención: No lo han permitido. Insisto, esta gente, todos, juegan a la política y a los socialistas no les convenía, en absoluto, esta opción. Es más, desde este jueves tienen a Mañueco en situación enormemente complicada, apoyado por socios incomodísimos y “pagando” al precio más caro posible por lo de las elecciones. “Que el rival lo pase mal aunque nos duela a todos que ya recogeremos frutos” es la máxima simplista que se da a menudo en la política que conocemos, en este caso, desde el PSOE.
Lo otro que podía hacer el popular era cerrar la puerta a Juan García Gallardo —¡Ya tiene cara de vicepresidente de verdad, no era broma!— y sin otras posibilidades de mayoría o de alcanzar la Presidencia siquiera, con el PSOE votando “no”, acabar volviendo a la convocatoria de elecciones que se habría producido en medio de críticas airadas de la oposición, claro, y con el riesgo cierto de llevarse un sonoro bofetón electoral. No lo hizo. El PP ha optado por probar la opción de Gobierno con Vox. “Mejor en el Gobierno, quizá mal acompañado, que en la oposición”. Otra máxima de esta gente que aparece en las papeletas con las que votamos.
600.000 votos
Y en ese punto estamos. En el de los populares tratando de justificarse —“hemos cumplido la voluntad de los ciudadanos”, dice Mañueco en su interpretación de los deseos de usted y míos cuando fuimos a votar el 13F —aunque echando cuentas el inminente Gobierno junta más de 600.000 votos— y enfrente, el progresismo todo tocando las trompetas del apocalipsis y colocando a Fernández Mañueco en la galería de los destructores de la patria. La pose va exagerada y, una vez más arrogándose no sé qué superioridad moral y paternidad de la democracia que, particularmente, me estomaga.
Porque mire, intranquilo como estoy por lo que evoca el término “extrema derecha”, no me parece de recibo que, desde la izquierda, los que forman el conglomerado de antieuropeístas declarados, antiespañolistas declarados, antisistema declarados, contrarios a la Constitución declarados y otros declarados varios se presenten ahora a impartir miedo y anunciando que han visto cuatro jinetes en el horizonte y que ha sido Mañueco el que ha roto el séptimo sello. No, hombre, no. Al menos el salmantino no ha dicho nunca que pudiera sufrir insomnio con según qué socios.
Lo que si parece claro es que espera una legislatura muy complicada a la que es obligado prestar un voto de confianza. Debería liderarla el PP para frenar veleidades y excesos de sus socios y de cuyas evoluciones va a estar pendiente el conjunto del país por culpa de la indeseable vitola de pioneros y que será afrontada a cara de perro por gobernantes y oposición, que ya escenificaron su línea en la negativa de procuradores socialistas a estrechar la mano al presidente de las Cortes, Carlos Pollán durante su propia toma de posesión. (Feo, muy feo)
Pero comprenderá que lo que más me preocupa es si habrá algún papel destacado para los procuradores segovianos más allá de la vicepresidencia de las Cortes que ostenta Francisco Vázquez. Sobre todo me interesa saber el que pueda ejercer la procuradora de Vox, Susana Suárez. ¿A usted no?
11 marzo, 2022
Qué pena da todo… la clase política sin clase, la administración pública sin administración, la participación ciudadana sin participación, la gestión municipal sin gestión… y así todo.