Antes, Riofrío era un magnífico palacio campero de corte italiano ubicado en un pedazo de la sierra excepcional. Sin embargo, por dentro, decepcionaba. Para empezar, se encontraba uno con un pabellón de animales disecados absurdo. Seguía la visita con poquita decoración, consecuencia del hecho histórico de que el palacio nunca fue habitado por su inspiradora, Isabel de Farnesio, no recibió por tanto un amueblamiento digno de tal nombre más allá del posteriormente improvisado para las fugaces estancias entre sus muros de Francisco de Asís, el crápula marido de Isabel II, y Alfonso XII, que según cuentan pasó allí un mes de duelo por la muerte de Mercedes. Posteriormente, la corte se limitó a usarlo como coto de caza, como bien recuerda esta magnífica entrada de Juan Pedro Velasco en Retrosegovia.
Eso antes. Ahora el interior es una verdadera pasada. Por fuera está igual de imponente, por dentro es una emocionante evocación de cómo pudiera haber sido lo que realmente el palacio no fue, es decir la residencia de un gran aristócrata en el siglo XIX. Destacando como pinacoteca tal como se entendía antes, como una soberbia concentración de cuadros historicistas, de enorme interés todos y cada uno de ellos. Mantiene además. lo que ya era su principal gracia, la preservación de las estancias privadas, con el comedor y la sala de preparativos (con su elevador y la rueda de campanillas) el oratorio, la habitación de Francisco de Asis, su sala de billar... Todo con un tratamiento museístico de primera mano y una restauración completa de telas y ornatos.
En palabras de José Luis Díez García, Director de las Colecciones Reales, el objetivo ha sido "restituir la vida íntima de la aristocracia del XIX" dotando por fin al interior del palacio de un concepto museístico sensato, un eje temático que le da ahora todo su sentido. Es cierto que falla la historia, pero ese es un condicionante de partida; el palacio poca vida palaciega ha albergado fuera de las jornadas de caza de la monarquía, pero era el contenedor ideal para rescatar de los almacenes de Patrimonio pinturas y ornatos y convertirlo, al menos por dentro, en un sueño romántico, más que interesante para los adictos a la historia. Vayan a verlo...
Solo por poner una pega, la falta de información acerca de las pinturas. Algo que supongo Patrimonio compensará editando el oportuno catálogo (a un precio no demasiado infamante, a poder ser).
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