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Los muertos de hambre

(Consúmase esta entrada en modo sarcasmo)

Cuando el Tribunal Supremo dictó que la trucha arco iris era una invasora, una inmigrante terrorista que venía a acabar con el ciclo de la vida autóctona (allí donde quedase un último resquicio, algo así como el Álamo de la vida piscícola castellana), todas las administraciones competentes (léase Junta de Castilla y León) se pusieron en marcha para acabar con la plaga de truchas arco iris de nuestros ríos. Las medidas fueron contundentes: dejarl de echarlas. Las cubas llenas de los pescados invasores dejaron de hacer kilómetros por nuestras provincias.

La ley se cumplía y de hacía cumplir. Como se jura al tomar posesión del cargo.

Pero miren ustedes por donde no habíamos caído en la cuenta de un depredador que tenía su modus vivendi sostenido en estas repoblaciones semanales que el erario público pagaba para solaz de pescadores. Es el denominado dentro del mundo de la pesca como “EL MUERTO DE HAMBRE”.

Este depredador campaba por los cotos intensivos explorando cuando llegaba la cuba con las truchas (recuerden, extrajeras que buscaban la ruina de nuestro ecosistema) y poniéndose rápidamente en el mismo lugar de la suelta. Si el cupo eran de 6 el intentaba coger 60, así su masa testicular se veía reforzada en los bares, donde parroquianos donde las pesca ni les iba ni les venía, (mas bien se la sudaba) escuchaba ( mientras invitase a la caña o al vino) al muerto de hambre como su heroicidad y sus testículos (mucho más grandes y más duros que del resto de pescadores, sobre todos los que cumplen el cupo por no hablar de esos blandos de pescadores que no matan) a la hora de hacer un gran favor a la Patria, matando docenas de atontados peces…como tiraban de las cañas.. Y cuando no querían picar por lo legal… ¡hasta masilla le ponía o pienso de lo que comen en las piscifactoría!

Semana tras semana estos héroes (algunos o muchos, eran jubilados que el permiso les costaba la mitad, mientras que toda la sociedad pagábamos las truchas enteras del erario publico) recién echaban las truchas, ellos a darlas candela… Si en vez 50 podían pescar 60, pues venga, o mejor 100, por que 1000, cuesta mucho.

Luego el comerlas… no iba mucho con ellos. Una o dos… el resto regalada a los vecinos, o congeladas para los cangrejos… (el cebo más caro del mundo pagado por los contribuyentes. Luego recortamos en becas o médicos), cuando no, tiradas al contenedor. A la que se jodan los guardas, los de la Junta y los pescadores que venga detrás. Sobre todo los que no matan.
Esto que podría ser una estampa típica de Revenga, se daba en otros cotos. Uno de los que más individuos de estos tenía (exceptuando Revenga, claro) era el coto de Coca (A título particular, en eso coto nunca jamás me pidió un papel.“Gloria y honor a la Guarderia”). Allí algunos no sacaban ni el permiso para llevarse las truchas.

Pero esto ya es historia. Y el Muerto de hambre estará en su casa. Pensando en todas la lobadas que preparó y que ya no volverán, entre otras cosas por que ya no tiene ni puta idea de pescar una trucha de verdad. Así que en casa, aguantado a la parienta, teniendo que hacer cola en el supermercado y viendo la ruleta de la fortuna en su sofá.

Que se joda

Author: J. García Herrero

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