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Regula, que algo queda

Los “captadores” de clientes de un restaurante de la calle Ruiz de Alda son demasiado agresivos. Según las denuncias de otros restaurantes de la zona, varios clientes acosados, la patronal de los hosteleros y los partes de las continuas visitas policiales a la zona, asaltan a los posibles comensales en las puertas y terrazas de otros establecimientos, armados de panfletos y usan todo tipo de medios, incluida la intimidación, para “ofrecer” mesas y menú. Para colmo, no sólo pelean con la competencia. También lo hacen entre ellos y a veces llegan a las manos…

Impresentable, sin duda. El problema es que el Ayuntamiento no parece capaz de parar el problema apoyándose en las leyes y ordenanzas existentes y la alcaldesa, Clara Luquero ha optado por firmar un decreto a medida para el problema: queda prohibida la publicidad a 20 metros del Acueducto (pero sólo en la zona central y su extensión por Teodosio el Grande y Ruiz de Alda, que en Almira, por ejemplo, no pasa nada); hay que pedir permiso para repartir panfletos y los capatadores han de estar contratados legalmente… Arreglado.

Si resulta curiosa la celeridad del Gobierno local para atajar un problema concreto, en una zona concreta y con afectados concretos a golpe de decreto, más chocante lo es que se necesiten este tipo de medidas “provisionales” a la espera de una nueva ordenanza municipal ante la aparente ineficacia de la Ordenanza de Convivencia Ciudadana que ahora está en vigor.

Si. Se promete una nueva Ordenanza municipal para finales de año —curiosamente, hasta ahora no se había dado publicidad alguna a este trabajo en el Consistorio— y con esta ya serán tres las firmadas por los sucesivos Gobiernos socialistas, ya que en 2006 se aprobó la primera de estas Ordenanzas, sustituída por otra (la que está ahora en vigor) en 2011 y que al parecer no quieren acabar este periodo sin un nuevo texto.

Lo peor de todo es que no se sabe bien su finalidad, pues ni con la ordenanza de hace ocho años, ni con la de hace tres se ha mostrado demasiado celo en el cumplimiento de sus artículos. El texto que está en vigor —nada especial, no crea, que la cosa está llena de obviedades y huele a “corta-pega”— tiene referencias explícitas al reparto de publicidad y la instalación de cartelería; la pintura con grafitis (grafito lo llamó el redactor con el diccionario y cierta dosis de pedantería en la mano); la pegada de reclamos en señales y mobiliario urbano o al hecho prohibido de tender ropa hacia la calle, entre otras muchas…

Cito esos ejemplos porque ninguno se persigue, ni se conocen demasiadas sanciones impuestas por ello, pese a que se pueden encontrar ejemplos de incumplimientos en toda la ciudad, por supuesto, también en el casco antiguo.

Y mire que es fácil: todos los que anuncian servicios en señales, farolas o papeleras —hay un tipo que lleva años promocionando sus mudanzas mediante este tipo de soportes— ponen su número de teléfono bien grande; los grafiteros son dos, pero no creo difícil encontrar al cansino que estampa su repelente firma, “OIDO”, impunemente en mil paredes de todo el casco antiguo, y la ropa suele tenderse en la ventana del domicilio del propio infractor. Se le encuentra llamando al portero automático.

Total, que parece evidente que hay pocas ganas de sancionar o siquiera aplicar la ordenanza. No sé si es por el “buenrollismo” que flota en el aire o por dar gusto a algunos ciudadanos —varios me lo han dicho así— amigos de que la información y las ofertas de servicios circulen libremente como hasta ahora en cualquier sitio y con los que es difícil estar de acuerdo: No hay nada peor que regular para luego no aplicar las normas. Lo dice casi todo del regulador. ¿No?

Que se cree una normativa a medida para acabar con un problema concreto de forma puntual también dice bastante del regulador que en una sola decisión admite abiertamente la ligereza con la que se hicieron y aplican las ordenanzas en vigor sobre este asunto; la incapacidad para solventar problemas puntuales; y la diferente sensibilidad existente, según la zona y la intensidad de las denuncias. ¿Es “arbitrariedad” la palabra correcta?

Probablemente no es necesaria una nueva ordenanza, sino que baste con aplicar la existente junto a otro puñado de leyes y regulaciones sobre urbanidad, educación y prevención del acoso o la agresión en sus distintos grados. Claro, que eso obliga a actuar igual con todos los ciudadanos y en todos los lugares. Resulta más práctico un titular de prensa efectivo y el anuncio de más normas y ordenanzas de complicado cumplimiento, que el dicho ya lo dice: Regula, que algo queda.

¿O no era así?

 

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Author: Fernando Sanjosé

Segovia (1967). Periodista.

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2 Comments

  1. Esta visto que lo de regular, es por regular y que parezca que se ganan el sueldo que se ponen en cuanto empieza el nuevo mandato tras elecciones. Sólo se actúa cuando algún hostelero ve la cosa pocha para el negocio. Y como comodín político el ¡¡¡turismo!!! ¡¡¡vivimos del turismo!!! pues podían hacerse de mirar las luces de algunos establecimientos hosteleros a escasos metros de monumentos artísticos que más parecen de ‘barrio Rojo’ de Amsterdam. O las mesas y sillas que no respetan el paso en las calles; de los que se ponen en las aceras con total impunidad a tomar chato y ración sentados en el suelo ni hablamos. De los horarios nocturnos y el turismo de excelencia despedida-soltería para otro día. Lo del guarreado de cualquier farola, canalón o escaparate en alquiler, por desgracia muchos, aquí queda patente. Reglamenta que algo queda y vienen elecciones.

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  2. No podemos tender la ropa en nuestros balcones, pero las gitanas pueden montar sus tenderetes en la verja de la catedral…

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