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Policías de aquí a Lima

Por razones obvias, soy un firme defensor de las comparecencias periódicas del regidor de turno en la tele o la radio, dando la cara en directo ante el ciudadano. Me parece un ejercicio de democracia y participación y además proporciona la posibilidad de grabación y archivo y así, lo que dice cada uno en cada momento, es lo que dice cada uno. Grabado queda.

Parece lógico que tras el patinazo de la última —ella lo llama mala interpretación del oyente— la alcaldesa, Clara Luquero, aparezca ahora tratando de poner paños calientes a lo que dijo el otro día en la televisión sobre su política de multas “flexibles” a meses de elecciones. “Eso es lo que hacen siempre los agentes, no pido nada nuevo”, viene a decir ahora. Entonces ¿por qué reiterar constantemente la orden e invertir 20 minutos de discurso para remarcarlo ante los propios policías? Parece innecesario.

Mire, podría creerme que lo de la tele fue un desliz —quizá, no sé, por culpa de la voz que debía salir del pinganillo que no paraba de apretarse contra la oreja cada vez que atacaba el tema— si no fuera porque esa misma mañana estuvo en el cuartelillo de la Policía precisamente reiterando sus teorías sobre flexibilidad y tolerancia en las sanciones y advirtiendo severamente a los más “duros” de entendederas, como jefa, de cómo quería las cosas.

No hombre, no. No es de recibo que en su rectificación, la alcaldesa diga que es “mentira” lo que está grabado o que me espete en la cara que es sectario escribir lo que está constatado por varias fuentes y que yo también, parafraseando, sostengo de “aquí y en Lima”.

(Por cierto, que menuda obsesión tienen en ese equipo con buscar los manantiales en los que bebemos los periodistas. Mire, en esta ciudad, la mayoría de los que nos movemos en este circo municipal llevamos haciéndolo desde hace décadas. Mucho antes de que llegara el actual equipo, y temo que seguiremos mucho después, cuando sólo los de buena memoria seamos capaces de recitar la actual Corporación al completo sin olvidarnos de nadie. Personalmente, llevo siete.

Esto es la Tramoya y le invito a situarse entre bambalinas y así le explico lo que me han contado de la sesuda tormenta de ideas en el seno del equipo de Gobierno para tratar de enfrentar la crisis montada, el mismo día en que se divulgó esta noticia, en la que lo que se planteaba, obviamente, no era la veracidad de la información —de aquí a Lima, ya le digo— sino el modo de neutralizar las filtraciones.

Las propuestas, en absoluto originales, son variopintas: desde prohibir taxativamente a los policías hablar con la prensa, hasta el uso de la “mano dura” con los uniformados, pasando por la apertura de expedientes sancionadores, los que fueran necesarios, entre otras genialidades de las que sólo se salvaron contados ediles, partidarios de la flexibilidad y el raciocinio en la relación con los uniformados.

¡Caray, que Déjà Vu! ¿Se acuerda, no hace tanto, cuando, uno a uno, todos los policías, como presuntos no sé qué, fueron pasando por el despacho del jefe para ser interrogados por si alguno había contado a este pobre redactor que el concejal del ramo entonces, Juan Aragoneses, usó las patrullas policiales como servicio de mensajería y transporte?

¿O aquella vez, unos años antes, que se trató de expedientar a un policía —que curioso, es el mismo que hasta el otro día vigilaba las instalaciones deportivas— por negarse precisamente a hacer, a la fuerza, un curso de mejora del trato al ciudadano pero el agente salió victorioso del contencioso frente al Gobierno del tenaz Arahuetes?

Le cuento esto para que se haga una idea del planteamiento que existe desde hace años ante un grupo de funcionarios cansado de que se confundan en los despachos sus funciones y deberes y se permita e incluso promueva que sólo se les relacione con multas, sanciones y represión, pero de los que no se reconoce ni publicita, ni premia, una sola de las miles de labores humanitarias —salvamento de vidas y riesgo de la propia incluidos— que realizan al año, u otras muchas tareas que resultan esenciales para el funcionamiento de la ciudad.

Por ceñirnos al presente y citarle un ejemplo sólo: Los agentes llevan desde 2010 tratando de que se elabore su Plan Director y la mejora del Reglamento, que figura en el catálogo de promesas recurrentes de la concejala del ramo, María José Andrés ante el colectivo, que sin embargo ve cómo se escapa otro periodo municipal sin avances.

Y encima, ahora vienen con la flexibilidad impuesta y la reeducación. Creo que yo también me pondría de uñas.

Author: Fernando Sanjosé

Segovia (1967). Periodista.

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3 Comments

  1. Acertado comentario. Parece mentira que un gobierno, bajo las siglas de un partido que ha luchado y mucho por las libertades, tenga esa obsesión por que prevalezca ‘su verdad’. Cosa que, es una opinión, no me extraña de la derecha cerril (he dicho la cerril). En este sentido, algo huele en…, desde el primer mandato del independiente, y parece que sus pupilos siguen la misma línea. Una pena ya digo. Espero, estoy convencido, que los funcionarios saben perfectamente sus derechos y sobre todo sus funciones y deberes. Otra cosa es que les dejen ejercer sin mezclar la política de chiringuito en el que convierten el poder cuando lo pilla cacho el partido de turno.

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  2. Sr. San Jose independientemente de aquellos políticos que creen que todo el monte es orégano, mucha de la culpa de que estos actúen así, es que ciertos asesores y funcionarios que quieren hacerse amiguetes no les dicen lo que se puede y no se puede hacer ni decir. Un buen asesor o funcionario no debe decir al político de turno siempre lo que quiere oír, que es lo que pasa en la mayoría de las ocasiones.

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  3. El problema esta en las funciones que supuestamente tienen encomendadas los políticos y que con el paso de los años que llevamos de democracia, se han olvidado. Tenemos a unos políticos que cuando están en periodo electoral se vuelven mansos y cuando son elegidos se vuelven soberbios y autoritarios.
    El poder corroe.El no tener a nadie que te calle, es lo que provocan echos como este.
    Son juez y parte, y reparten justicia desde su punto de vista.
    Crean sus normas, dictan lo que esta bien o esta mal, y que nadie les tosa.
    La mayoría de los políticos se mueven por su afán de notoriedad, y porque no, por los euritos que se llevan, que no son pocos.
    O piensan que lo hacen por el sentido de servicio público que poseen. Ah, pensaba. Jajajja

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