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“Los japoneses tienen una forma socialmente inteligente de funcionar”

Monserrat Sanz. Profesora de Español en la Universidad de Kobe , Japón

Nació en Segovia y tras recorrer varias ciudades españolas a causa del trabajo de su padre, volvió aquí. Sus estudios le llevaron a diferentes rincones del mundo: Estados Unidos, España, Japón… donde se quedó. Catedrática en la Universidad de Estudios Extranjeros de Kobe (Japón), Montserrat Sanz Yagüe es especialista en lingüística, procesamiento del lenguaje y aprendizaje. Su presencia en Japón en el momento del terremoto y tsunami del país, el 11 de marzo de 2011, se convirtió en un artículo, quizás el primero en el que alguien que había vivido esta situación expresaba su experiencia en tan crítico momento, que fue publicado, pocas horas después de ocurrir, en El Adelantado de Segovia. Más tarde, a través de la editorial segoviana Isla del Naufrago vio la luz el libro titulado “Frente al Pacífico”, una elegía a la resistencia e integridad del carácter japonés. Sanz Yagüe, una mujer con una trayectoria impresionante que habla de trabajo e investigación, regresa a Segovia regularmente para disfrutar de su familia y, aunque su vida laboral quiere que continúe en Japón, cuando disponga de más tiempo… ya se verá. De cómo vivió el proceso que la llevó al Imperio del Sol Naciente, de su vida hoy allí y su visión de Segovia a tan larga distancia… nos habla ella misma.

Pregunta.— Allí la situación está más relajada, en relación a la COVID…

Respuesta.— En Japón, el gobierno, enseguida tomó medidas que en Europa parece que no se podían tomar: Cerrar fronteras, Residencias de Ancianos, los colegios… en febrero del año pasado, era como que ya lo sabían de antes y pararon. Con ello, pareció que ganaron un poco de tiempo. Aquí, las decisiones se toman “muy pensadas”, no se dan bandazos. Cuando dicen algo es más permanente y, gracias a Dios he visto, en esta ocasión, el efecto de esta actitud en la sociedad. Han estado tranquilos…no se ha podido evitar del todo pero…

P.— Allí, en Japón, parece que la gente hace caso más que aquí, donde parece que nos cuesta más…

R.— Esa confrontación permanente no existe aquí. Hay política y oposición pero el enfrentamiento no es la norma general. La gente no es que obedezca sino que el estilo de vida es siempre buscar el “bien común”, para ellos eso es “de cajón” porque también te beneficia a ti… Es una especie de “individualismo inteligente”. Aquí, lo de llevar mascarillas es normal y, tampoco es una cultura de mucha efusión, de tocarse… Después del Año Nuevo, que es cuando la Fiesta de Navidad es grande, se vio claro que había una subida de los casos. La gente en Japón, también se movió, se fue a ver a sus familias… No son perfectos.

P.— Por lo tanto, tras la Navidad, también sufristeis una subida en el número de casos.

R.— Sí, hace unas dos semanas tuvimos un pico de casos tras el Año Nuevo. Entonces declararon el Estado de Emergencia hasta el 7 de febrero pero, no hay confinamiento, aquí nunca ha habido confinamiento porque, por la Constitución, no se puede hacer. Hubo un Estado de Emergencia de mes y medio, en abril y mayo del año pasado. Ahora, hay otro que durará unas tres semanas. Hay cosas que sí pueden hacer como pedir a la hostelería que cierre antes, que tele-trabajen pero, confinamiento domiciliario, no pueden.

P.— Interesante el paso por la pandemia de este rincón del mundo pero, sepamos algo más de ti ¿Cómo fue tu trayectoria hasta llegar a Kobe? ¿Dónde está esta ciudad de Japón?

R.— Kobe está a unos 20 minutos de tren de Osaka. En Japón hay dos zonas: La que rodea Tokio, que se llama Kantó y, otra que rodea a Osaka, que se llama Kansai, que son las dos regiones grandes, los motores de Japón. Kobe se encuentra en la región de Kansai, es una ciudad preciosa, tiene puerto de mar y montaña y, está hermanada con Barcelona.

P.— ¿Cómo fue para terminar allí?

R.— Estaba haciendo el Doctorado en Nueva York, en Rochester. Me fui a Madrid para realizar experimentos para mi tesis de Lingüística y allí, en el Instituto Ortega y Gasset, tenían un acuerdo con la Universidad de Kobe y, todos los años enviaban un lector Ese año convocaron y yo, que estaba aquí por casualidad, porque no pertenecía a ese centro, sino que tomaba clases para realizar mis experimentos, pensé que sería una aventura e interrumpí durante un semestre mi Doctorado y me vine a Kobe. Estuve cuatro o cinco meses y, cuando me iba a graduar me llegó una invitación de la Universidad de Kobe preguntándome si quería volver con una plaza fija. En otras palabras, vine como una aventura de estudiante para hacer un trabajo como profesora invitada y después me olvidé de Japón y ellos me llamaron para que volviera. Yo, encantada, volví. Este año hará 25 años que estoy aquí.



P.— Ahora, desde Japón, como ves Segovia ¿Es tan grande la diferencia en el modo de vida, entre las dos ciudades o entre los dos países, cómo a priori parece?

R.— Es curioso pero, como yo venía de Estados Unidos porque mi Doctorado lo hice allí, Japón me pareció tan familiar, tan como nuestra cultura, al compararlo con USA, que me parecía Marte… Japón me parecía como España, una sociedad que vive en la calle, con su vida social, los niños caminan al colegio, los viejos también pasean, ves a todo tipo de gente… aquí hay muchísima marcha. A mí me parecía muy fácil adaptarme aquí, me encantó desde el principio. Después, ya con el tiempo, ves las diferencias en el trabajo… en cómo hacen las cosas. Las diferencias fundamentales son que nosotros actuamos como individuos, improvisamos según el sentido común pero ellos, siempre siguen la pauta, son muy de prevenir. Aunque el sentido común diga que lo deben hacer de otra manera, no lo hacen.

P.— ¿Ellos lo tienen todo muy preestablecido? Todo se hace de un modo determinado…

R.— Es como “el sentido común”. Ellos prevén… “cuando pase esto, vamos a hacer esto pero, si pasa esto, lo mejor es hacer lo otro”. Es muy fácil vivir así, todo funciona, es como un “engranaje engrasado” No quiero que suene como que son robots. No es así. Es como aplicar siempre el sentido común del grupo para prevenir los problemas, predecirlos y que, cuando pasen, minimicen los errores. No es porque sean robots ni porque se dejen manipular, es porque tienen una forma “socialmente inteligente de funcionar, que los va bien a todos y hace que la riqueza esté muy bien repartida”. No se merecen que se les aplique el estereotipo de robots, son personas que trabajan mucho pero les gusta más tener un protocolo y, por si acaso, no salirse de lo previsto por si provocan un perjuicio mayor

P.— ¿Te da la impresión de que fuera de Japón tenemos una imagen de los japoneses un poco distorsionada?

R.— Hay dos imágenes y las dos son igualmente perniciosas. Una es la de que son muy robots, que siguen al pié de la letra el protocolo. La otra en cambio, es la de los frikis, por la que algunos creen que hacen cosas raras… Habrá japoneses así pero no he conocido a nadie en 24 años. No son imágenes exactas. Ellos tienen algo de culpa en la imagen que han querido proyectar afuera. Por poner un ejemplo, esos grupos musicales de pop japonés, en los que son muchas chicas, más de 40. Son todas iguales, vestidas iguales… les encanta eso de la simetría. Esa imagen creo que les ha perjudicado porque dan la sensación de que son así. Ese “puntito” si que… pero luego, en la vida diaria, no son así.

P.— Pensando en las “mascarillas”, muchas veces pienso en lo que nos hemos reído cuando hemos visto a un japonés o a un chino con mascarilla por las calles de Segovia. Ahora, con la que está cayendo, la gripe, este año no existe prácticamente. A lo mejor pasamos a utilizarlas de manera común… como ellos. Son muy prácticos, me parece.

R.— ¡Eso! Son muy prácticos. En algún lugar he escrito sobre este tema y he dicho que aquí hay “un pragmatismo espiritual” porque son muy prácticos y, al mismo tiempo, son muy supersticiosos y creen en cosas sobrenaturales. Los japoneses tienen esa creencia sobre los dioses y la suerte y, a la vez, son muy prácticos. Los geles hidroalcoholicos, estaban puestos en todos los lugares públicos desde el Mers, coronavirus que se extendió por Oriente Medio en el año 2015. A Japón casi no llegó, se quedó en Asia pero en cambio, pusieron el gel en todas partes y ya no lo han quitado. Ahora han puesto las mamparas y a lo mejor ya no las quitan

P.— Eres profesora de español… ¿Nuestra cultura les atrae?

R.— Fascinación total. Decir que eres de España es ganar 20 puntos, eres el centro de la fiesta. Les interesa muchísimo. Aquí hay más escuelas de flamenco que en España. Los artistas flamencos, aquí hacen su carrera. Vienen aquí, viven aquí y hacen aquí sus primeros años. También admiran a los artistas españoles como Goya, Gaudí… no pueden morir sin haber estado en Barcelona, sienten fascinación total por la Catedral de la Sagrada Familia.

P.— En Segovia, el turismo que llega de Oriente es cada vez más importante. En situación normal, la Calle Real está inundada de Orientales: Chinos, japoneses, coreanos…

R.— Te voy a contar una anécdota. Hace unos años, en la Universidad, me pidieron que diera una charla dentro de un ciclo dedicado a ciudades europeas. La charla debía ser sobre Madrid pero les dije que sobre Madrid… no lo conocía tanto pero, si querían, les hablaría de Segovia. Estuvieron encantados con la propuesta y el ciclo quedó así: “Moscú, París, Segovia” y, preparé mi conferencia.

Esta actividad se realizaba un sábado, como a las dos de la tarde. Pensé que irían cuatro personas pero el día anterior, en la Universidad, me dijeron que preparara 140 copias del texto que se entregaba al público para que pudieran seguir la explicación ¡Ciento cuarenta personas!

Pensé que sería imposible tanta audiencia a esa hora pero, cuando llegue a la sala, estaba atiborrada de gente y, lo más sorprendente, la mitad de ellos había estado en Segovia. Cuando empecé la conferencia, todo era un “yo cuando estuve…”, “yo vi aquel museo”, “visité aquella iglesia”… Ellos saben lo que hay y tienen capacidad económica para ir a Europa con regularidad.

P.— Cambiando de tema ¿Llegaste allí casada? ¿Cómo fue?

R.— Cuando llegue por segunda vez a Japón, estaba saliendo en Arizona, donde nos conocimos, con quien hoy es mi marido. Él se quedó allí y, durante dos años y medio, cuando tenía unos días libres, me iba con él. Pasado ese tiempo, nos casamos, dejó su trabajo en Arizona, y se vino a Japón. Tuvimos tres hijos en Kobe … con lo que nuestros hijos son japoneses, mi marido es Venezolano y yo española… Mi hija es trilingüe. Habla muy bien el español, el japonés y el inglés. Mis hijos, el español y el japonés, el inglés lo están aprendiendo.

P.— Tu hablas japonés también ¿Es tan difícil como parece?

R-— Sí, más. Yo digo que lo hablo pero… doy charlas en japonés pero nunca con la seguridad con la que hablo el inglés.

P.— ¿En qué idioma te manejas habitualmente?

R.— Depende… He ido al médico con mi hija y eso ha sido en japonés. Hoy he hecho dos prácticas de Tesis Doctorales de doctorandas mías, una en japonés y otra en inglés. Mis hijos, en el colegio, hablan en japonés y, cuando vienen a casa, si quiero averiguar algo de lo que ha ocurrido en clase, tiene que ser en ese idioma porque me explicarán más. Si queremos hablar “cositas” lo hacemos en español pero, si les pregunto en español, sus respuestas solo van a ser “si” o “no”. Las clases las doy en español, algunas en inglés, y hablo con los alumnos en japonés para temas de logística pero, para enseñar, procuro hablar español. Las reuniones del claustro, son en japonés, claro.

P.— ¿Vienes mucho por España?

R.— Dos veces al año. También pasé allí las bajas por maternidad. Desgraciadamente el año pasado, la última vez que fui, salí el 9 de marzo, justo antes de que explotara todo y, ya no volví en verano. Este año no voy a poder ir por la pandemia pero, habitualmente voy los primero días de marzo, para participar en un curso en la Universidad de Navarra, y aprovecho para ver a mis padres en Segovia. En verano, en agosto, suelo ir dos semanas y media o tres. Por otro lado, desde 2008, participo como colaboradora en medios de comunicación de Segovia y esto me hace sentirme más cerca de esta ciudad.

P.— ¿Te has planteado volver?.

R.— Es difícil. Yo soy funcionaria, profesora fija de una Universidad pública. La carrera prefiero hacerla en Japón hasta la jubilación pero después… Para trabajar no me apetece mucho volver porque en España es duro. Aquí, las condiciones son mejores pero, para vivir, en cuanto pueda tener una vida más libre de horarios, me gustaría volver. Creo que en la vejez es mejor estar en el lugar de dónde uno es, con los suyos ¿Qué pintamos aquí un venezolano y una española?

Author: Editor

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