free web stats

El vacío que queda

Recientemente me encontré a una señora que había enviudado haría un par de meses. Es un tiempo suficiente para que uno no sepa bien cómo actuar: si le ofrezco el pésame tal vez no le apetezca que le saque el tema o pensará que a buenas horas mangas verdes, y si no se lo doy dirá que qué chico tan maleducado, que para una vez que la veo y no hago mención a su difunto marido, a quien conocía de vista. Opté por un híbrido en el que no hacía mención expresa al suceso, pero sí le pregunté con gesto serio que cómo se encontraba. El ser humano es tonto por naturaleza, o al menos yo; a la buena señora lo que menos le interesaría en un momento de duelo es si yo le expreso mis condolencias, y en cambio mi preocupación era no hacer el ridículo.

Como íbamos en la misma dirección hablé un rato con ella, ofreciéndole una conversación que no ganaría el Premio Nacional de Diálogos Sesudos, empezando con un «¿A dar una vuelta hoy que hace bueno?». Me hubiera merecido que la señora, que caminaba a pasos cortos apoyada en su andador, me contestara algo así como «si vas a preguntarme estas chorradas, mejor ve más rápido y me ahorras el papelón», pero a cambio respondió con algo que dice mil veces más que cualquier razonamiento psicológico de lo que supone una pérdida: «sí, a ver si en la calle se me pasa la morriña». Hay en esas doce palabras una explicación que resume toda una vida, la que fue y la que queda por venir, la que ya se sustenta más en un inevitable intento de afrontar el presente a base de recordar y la que te avisa que lo que está por llegar tendrá más de huida y de tristeza que de alegría.

Y también supone el cambio de rol de un hogar cuando nos vamos quedando solos: de un lugar donde sentirte seguro y a gusto a otro del que a veces conviene huir para que las paredes no se caigan y te atrapen. Por eso los buzones están llenos de tarjetas con nombres de personas que ya no están, porque es el último reducto de esperanza que indica, como la mentira más piadosa, que las cosas siguen siendo como antes y que quizás algún día llegue una carta con la que ya nadie contaba.

Author: Alberto Martín

Profesor universitario y escritor

Share This Post On

2 Comments

  1. Cortito pero PERFECTO. Me he reído (el ser humano es tonto por naturaleza o por lo menos yo ), me he emocionado y me ha dado que pensar .
    Gracias Albertiño.

    Post a Reply
  2. Siempre te leo con atención. Un razonamiento bien profundo el de hoy. Gracias

    Post a Reply

Submit a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *