La restauración y trabajos de conservación de las ropas encontradas en el sepulcro del infante Pedro Enríquez, hijo de Enrique II fallecido en 1366 tras caer desde una ventana del Alcázar, según la leyenda ha ratificado lo esperado: las vestimentas están hechas con ricos tejidos “singulares por sus técnicas constructivas de confección de los propios tejidos y sus motivos decorativos”. Las piezas que ahora esperan el momento de ser expuestas en la capilla de Santa Catalina, cerca del cenotafio del infante son una túnica corta, otra larga y un fragmento de tela que envolvía tres huesos, los únicos restos que quedan de Don Pedro, encontrado todo cuando se abrió el sepulcro de la catedral.
El dean de la Catedral y el director general de Patrimonio, junto a los ropajes.
Los trabajos sobre las vestimentas se han llevado a cabo en el Centro de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Junta de Castilla y León con tratamientos “inocuos y reversibles” que han permitido la regeneración, la limpieza y la consolidación de los elementos de los ropajes. También ha incluido el diseño del propio embalaje y los soportes que garantizan la preservación de las piezas.
El infante Don Pedro vestía en su enterramiento una túnica corta de seda bicolor con decoraciones de rombos amarillos sobre fondo azul que conserva el patrón completo con varias nesgas para dar vuelo a la túnica y la parte de atrás de las mangas. La abotonadura está prácticamente completa.
En cuanto a la túnica más larga, mucho más deteriorada, es de seda de color verdoso y ocre y motivos de aves enfrentadas, rosetones y flores. “Conserva el patrón que presenta apertura central con elementos de cierre, nesga en los laterales inferiores de la túnica y en la parte trasera de las mangas.
Aunque la decoración está muy perdida en el fragmento de tejido que completa el paquete, si se observan pequeñas flores y figuras que “podrían ser de animales”. Es de seda y posee hilos entorchados dorados y motivos decorativos.
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