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Todos somos Ken

La palabra bullyng se queda corta para describir el linchamiento social que desde su nacimiento en 1961 soporta el pobre Ken. Ken Carson, natural de Wisconsin, de la ficticia ciudad de Willows (Wisconsin) en la que nació tres años antes su gran amiga Barbie, e hijo de la misma madre, la fábrica de juguetes Mattel. De actualidad hoy por su protagonismo en la recomendable película homónima que tanto éxito en taquilla está obteniendo.

Ken es el hombre florero.  Un complemento de una muñeca, comparable al Barbiperro, a la Barbipiscina o a la Barbicocina. Solo tiene sentido como una extensión de ella. Añadan a este triste sino carecer de  genitales y lo que es hasta peor: el pobre se ve obligado a vestir cromáticamente a juego con su compañera lo que le obliga a lucir ridículos conjuntos setenteros de tonos pastel. Para un niño estándar de mi quinta Ken era sencillamente el anti-Madelman, la repulsión hecha muñeco. Y de no ser así, muy preocupados, los padres te llevaban al psicólogo.

Las niñas, en cambio, lo utilizaban como el que aguanta la toalla en playas imaginarias, de portabolsas de Barbie en sus incursiones por ficticias boutiques de juguete, un criado al que premiar con un casto beso si se porta bien. El hijo perfecto que se peina y se viste como dicta la niña-madre. El novio perfecto desgenitalizado, al menos hasta que los ardores de la adolescencia exilian al trastero a Barbie y su rosado mundo. Un exilio en el que Ken la acompañará sin chistar, incapaz de ser nada sin el centro de su universo.

Ni siquiera cinco décadas de emancipación de la mujer y de deconstrucción de los estereotipos machistas han servido para reivindicar a esta víctima de la juguetería al servicio de los valores patriarcales;  un segundón que reposa aburrido en el estante de los peluches tristones y los juegos didácticos. Al revés, ha ido a peor. En 2010 la cultura popular le convertía de la mano de Toy Story3 en blanco de sátiras crueles y además un Judas de tomo y lomo. Profesión: playero

Lo bueno de la película de Greta Gerwing es que intenta dar la vuelta a los tópicos, incluido el de Ken, hasta el punto que pienso que Ryan Gosling, que está genial, le come protagonismo a la también impecable Margot Robbie y te termina infundiendo pena, este pobre hombre florero, plastificación de todos y cada uno de los prejuicios machistas…  ¡Es tan ridículo! Uno de los grades aciertos de la película es precisamente este, haber sabido ver cómo Ken es el negativo de la “mujer florero” de toda la vida.

Así que cuando Ken ve la luz se libera e intenta crear un patriarcado en Barbieland. Construye un sentimiento de “sororidad” masculina y toma el poder anulando a las todas las Barbies del mundo. La Barbie Malibú (la esteorotipada, la que no tiene carrera ni nada y se dedica a armar fiestas de chicas en la playa, pero por lo mismo es la esencia del universo Mattel) se ve obligada entonces a luchar por el statu-quo. La película es muy divertida. ¿Conseguirá la muñeca recuperar el poder cual Sánchez ? ¿Qué pasará con Ken? ¿Habrá que redefinir los roles de género en Barbieland? Nada volverá a ser lo mismo

Así se empieza y, como Robert Musil, se termina escribiendo El hombre sin atributos, la epopeya cotidiana de un antihéroe cuya crítica arrasará un imperio y llamado a ser -cito de la Wikipedia- “paradigma de la crisis del racionalismo y la búsqueda de una teoría del sentimiento que dé salida a las emociones atrapadas en un sistema asfixiado por la ciencia y la complejidad de la vida”. Ken, doctor en metafísica. Hermanos: un espejo en el que contemplarnos.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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