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Lo que el cementerio guarda en su memoria

Cual guardo yo en mi pecho

por el pesar desecho

memoria inextinguible  de vuestro dulce amor

Guardad aquí, hijos míos

con vuestros restos fríos

mis lágrimas emblema de mi eterno dolor

El prócer segoviano, que fuera presidente de la Diputación, Ceferino Avecilla mandó esculpir estos versos en el mausoleo erigido a sus dos hijos, ambos muertos el mismo año, 1846, con apenas unos meses de diferencia. Ma. del Pilar, de seis años, y Federico, de seis meses. “Es el mausoleo más antiguo del cementerio de Segovia, y probablemente al que he dedicado más tiempo de estudio. Se construyó en 1848 y es el que más me emociona”, explica Mercedes Sanz.  Sobrecoge el ángel que, ornamentando la tumba, sostiene entre sus brazos a dos criaturas.

La historiadora termina 2021 con nuevo libro, un trabajo profusamente ilustrado que viene a ser una amena historia del cementerio de Segovia y que en su subtítulo recoge precisamente los versos iniciales del conmovedor epitafio de los niños Avecilla. Es 200 años del cementerio de Segovia, recopilación de historias, anécdotas, personajes, patrimonio que encierra entre sus tumbas el camposanto municipal del Santo Ángel de la Guarda, de Segovia capital.

A juicio de Mercedes el de los Avecilla es el más emotivo; el más bello el de Ezequiel González, el político mandó hacer uno profusamente ornamentado y que diseñó en vida con todo lujo de detalles. Incluso solicitó -y obtuvo- del ayuntamiento licencia para cortar unos cuantos cipreses próximos y no muy logrados que eclipsaban la contemplación del monumento. Así se enterraban las familias poderosas. “Porque el cementerio es un espacio jerarquizado, reflejo de algún modo del poder que se ha tenido en vida”, explica.

Curiosamente, y siguiendo con esta sociología funeraria, cuando se introdujeron los nichos la gente pudiente segoviana lo prefería a los hoy más demandados entierros en suelo, las fosas. “Los nichos fueron una solución a la falta de espacio, en Segovia se empezaron a usar muy pronto. Si el cementerio entró en servicio en 1821, en 1822-1823 ya empiezan a aparecer los nichos en Segovia y al principio se veía como una forma de más categoría que el yacimiento en suelo”, explica. Y dentro del conjunto de nichos, se valoraban más los que estaban en los laterales que los esquinados. “Incluso los precios eran sustancialmente inferiores”. Luego están la inscripciones, las que rinden tributo a la familia, como un mecanismo de perdurar en el tiempo, las que loan el ego, el ingenio o alguna prenda de su propietario. Las hay con connotaciones masónicas, como alguna lápida del cementerio decorada con una pirámide o algún triángulo. Y también las misteriosas “¡María!”, así sin más y entre exclamaciones reza una del camposanto segoviano.

Todo lo cual profusamente ilustrado e impecablemente editado en formato álbum por Derviche. “Tengo que agradecer el trabajo de mi marido, de Óscar de la Fuente que me dejó fotografiar la colección de coches fúnebres de la funeraria segoviana. También y muy especialmente de José Luis Martín Mayoral “Mayo”, que cedió la foto que cierra, una foto aérea, que es como la imagen que los muertos deben de tener del cementerio”. Agradecimiento muy especial también para los enterradores y los trabajadores del cementerio. “Ellos son los custodios del lugar”.

Cementerios para la vida

Este es ya el segundo libro de divulgación sobre el lenguaje de los cementerios que publica Mercedes, una disciplina en la que se inició hace ya 20 años y que le ha llevado a recorrer centenares de camposantos, todos los de Segovia incluidos. Mercedes es una apasionada de la arquitectura funeraria, es habitual en las programaciones de cultura ejerciendo de guía de lujo por las diferentes necrópolis de la ciudad. Hasta el punto que confiesa que paseando por la calle ya alguno se ha referido a ella como “Mercedes la de los muertos, o Mercedes del cementerio”.

Una pasión que le ha llevado a protagonizar no pocas anécdotas. “La primera vez que fui a estudiar el cementerio de Segovia hacía mucho viento y me tropecé con un trozo de madera, un trozo de madera de una cruz. Le di la vuelta y me encontré un nombre “Mercedes”. La historiadora encontró la tumba de la que procedía la madera. “Alguna vez paso por ahí y rezo”, cuenta, y es que para Mercedes Sanz, además de una fuente de conocimiento, los cementerios sirven a la vida. “A mí me sirven para relativizar los problemas, te hace ser más consciente del milagro de la vida y de la necesidad de decir a los que quieres que los quieres, en vida”, concluye.


Author: Cultura

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4 Comments

  1. Muy interesante el artículo, a la gente nos cuesta aceptar a la muerte como una parte de la vida. No nos acostumbramos nunca a la perdida de seres queridos, pero allí terminaremos todos y vendrán otros y otros.
    Por cierto en cementerio de Nieva versa un refrán muy cierto, que no recuerdo, a ver si algún comentarista lo hace.

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    • Aún aquí me ves flaco blanco y feo, me vi como te ves y te verás como me veo

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  2. Templo soy del desengaño y escuela de la verdad, donde todo implora a voz en grito ¡Piedad! ¡Piedad!

    Quien sepa en qué cementerio de la provincia está que lo diga a ver si acierta.

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    • Perdón, modifico levemente:

      TEMPLO SOY DE DESENGAÑO
      Y ESCUELA DE LA VERDAD
      DONDE TODO A VOZ EN GRITO
      YMPLORA ¡¡PIEDAD PIEDAD!!
      R.I.P.

      Así reza el cartel a la puerta del cementerio de …

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