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La paciencia estratégica en la defensa europea

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a un foro técnico sobre la política de defensa de la Unión Europea, en el que participaron diplomáticos, altos mandos militares y otros profesionales del sector. El debate se centró en el presente y el futuro de la defensa común ante la guerra en Ucrania y las amenazas del presidente Donald Trump de retirar el apoyo militar a Europa. Si este escenario llegara a materializarse, podría provocar graves desequilibrios económicos y sociales, dejando al continente sin una capacidad de respuesta operativa a corto o medio plazo. La cuestión clave es: ¿cuál es la estrategia más adecuada a adoptar? No es una decisión sencilla, y en materia de defensa, los errores pueden tener un coste muy elevado. Por ello, la alternativa que concitó un mayor consenso fue la que uno de los asistentes denominó paciencia estratégica.

La invasión rusa de Ucrania nos ha permitido tomar conciencia —a los europeos en general, y a los españoles en menor medida debido a la mayor lejanía del foco del conflicto— de la imposibilidad de asumir en solitario el apoyo a Kiev por la falta de los instrumentos necesarios, así como visualizar la importancia de la OTAN para la defensa de nuestros valores y fronteras. La OTAN nació en los años cincuenta como consecuencia de la decisión de EE. UU. de involucrarse en la defensa de Europa ante la amenaza de la Unión Soviética, y de la necesidad de articular una defensa mutua. A Europa no le quedaba otra alternativa que externalizar su defensa ante la precariedad de medios. Hoy seguimos en las mismas. La amenaza rusa persiste, y el kit de supervivencia para 72 horas recomendado por la UE no es suficiente. La defensa de nuestra civilización, sus valores y la cultura de Paz que nos es propia debe estar protegida por la disuasión que ofrecen la defensa nacional o la europea.

Tras la caída del muro de Berlín, Europa ha manifestado, a través de distintos tratados, su voluntad política de avanzar hacia una autonomía defensiva, sin que hasta el momento haya cristalizado en una realidad efectiva. En el contexto geopolítico actual, Putin ha resucitado a la OTAN y Trump ha cohesionado a Europa en torno a la necesidad de no depender de nadie en materia de defensa. Con anterioridad, el presidente Obama reprochó a los europeos que, mientras sus ciudadanos disfrutan de sanidad y educación gratuitas, ellos —los estadounidenses— costean nuestra seguridad sin gozar de esos mismos beneficios. Trump, con la rudeza que le caracteriza, lo ha expresado de forma aún más abrupta.

En mi opinión, EE. UU. nunca saldrá de la OTAN. Para ellos, representa ante todo un instrumento económico y político para controlar Europa y obtener importantes retornos, debido al monopolio tecnológico que ofrece su industria armamentística en el bloque occidental. Más aún cuando su principal enemigo estratégico en este momento es China. El posicionamiento táctico de Trump pasa por debilitar comercialmente a Europa y abrir relaciones con Rusia, con el fin de frenar la capacidad de acción de un bloque alternativo liderado por China con el apoyo ruso.

Europa no puede dar un salto estratégico de la noche a la mañana para dotarse de una autonomía defensiva consistente, en cualquiera de sus modalidades: ya sea un ejército propio, la coordinación de los ejércitos de los Estados miembros o el reequilibrio económico de la OTAN. Todas estas opciones requieren un importante tiempo de maduración —no inferior a veinte años en el caso de las dos primeras— y una ingente inversión de recursos. La presidenta de la Comisión Europea ha estimado este esfuerzo en 800.000 millones de euros para el conjunto de Europa. España, por su parte, gasta actualmente el 1,28 por ciento de su PIB en defensa, y debería incrementarlo hasta el 3,5 por ciento. Cada punto del PIB español representa del orden de 15.000 millones de euros. El problema, sin embargo, no es sólo económico, sino también de dependencia tecnológica: la industria de defensa europea depende en un 80 por ciento del mercado estadounidense. Estamos en sus manos, más aún cuando las licencias y autorizaciones para el uso de capacidades disponibles dependen en gran medida de los americanos.

En la estrategia de defensa global actual, el armamento nuclear ocupa un lugar central. Sin esta arma estratégica, un país no logra disuadir y, en términos militares, se percibe como carente de poder. En Europa, Francia es el único país con capacidad para activar su arsenal nuclear de forma autónoma —posee alrededor de 300 ojivas nucleares—, lo que le permite ofrecer su poder de disuasión al resto del continente. Sin embargo, estas armas seguirán estando bajo control exclusivo de Francia, del mismo modo que, en el marco de la OTAN, su uso depende exclusivamente de la decisión de Estados Unidos. Acceder al “paraguas nuclear” no será gratuito para los demás países: Francia, al igual que ahora lo hace EE. UU., exigirá algún tipo de compensación.

Para establecer una defensa común, es clave evaluar las amenazas y riesgos actuales, definir el modelo organizativo más adecuado —ya sea propio o compartido—, analizar las fortalezas y debilidades que aporta cada país y establecer protocolos a largo plazo. Solo así se podrá valorar si merece la pena la gran inversión que propone la presidenta de la Comisión Europea. Lo cierto es que Europa carece de una estrategia clara en defensa, lo que revela la fragilidad de su industria militar, dependiente de Estados Unidos, al igual que sus ejércitos. Y construir una base sólida no es algo que se logre de un día para otro. Ni Europa ni España cuentan con un tejido de pequeñas empresas especializadas capaz de cubrir las necesidades del sector. Además, la industria militar es uno de los sectores tecnológicos más avanzados, lo que exige una fuerte inversión en I+D+i, con todo el tiempo y recursos que eso implica.

Ante el actual panorama geoestratégico y las dificultades de financiación a corto plazo, resulta poco realista pensar en disponer de un ejército operativo en un futuro inmediato o en garantizar una inversión sostenida y constante en defensa dentro de Europa. No debemos olvidar que aún no somos los Estados Unidos de Europa, lo que complica enormemente la toma de decisiones conjuntas.
La mejor estrategia, por tanto, es ejercer una paciencia estratégica. Debemos ser conscientes de nuestras limitaciones y aceptar que, en el corto y medio plazo, la única opción viable es reequilibrar nuestra participación económica en la OTAN en todas sus vertientes. Esto supondrá un esfuerzo considerable, que será asumido por las generaciones actuales o trasladado a las futuras a través de la mutualización de la deuda militar.

Pensar en un ejército europeo propio en los próximos años es, sencillamente, una quimera. Sin embargo, eso no impide que, con humildad y visión estratégica, empecemos a asumir las tareas que hemos postergado y avancemos hacia una defensa común y autónoma en Europa en las próximas dos décadas.

Para lograrlo, será fundamental alcanzar un Pacto de Estado y comunicar esta realidad a la ciudadanía de forma clara y honesta. Sólo si contamos con una capacidad de disuasión realista frente a quienes adoptan actitudes belicistas, y trazamos un plan estratégico de defensa acorde a nuestras capacidades, podremos seguir apostando por la paz en el contexto actual.


Author: Juan Luis Gordo

Juan Luis Gordo. Segoviano de izquierdas, autónomo y polifacético

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7 Comments

  1. Gordo cada día me sorprende más, y de forma favorable. Me ha parecido un artículo de enorme profundidad, frente a la frivolidad que se marca el presidente del Gobierno. Enhorabuena!

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  2. Mientras los compañeros de partido se dedican a pegarse y a la vieja política, tu te dedicas, por vocación, a hacer política de verdad. A ver si toman nota de por dónde han de ir los tiros.

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  3. Si, una buena reflexión. Pero con los gobernantes que han aparecido en el mundo, no se yo si se puede seguir con planteamientos clásicos en las actuaciones. Además, hay que considerar las tecnologías de vanguardia, como la IA y las desinformaciones tan utilizadas en los últimos tiempos como formas de desestabilizar países y manipular opiniones. Ojo!

    En fin,… Que dios nos coja confesados y a vivir que son dos días.

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  4. Perfecto, Juan Luis.
    Si el
    Asunto es que el
    gobierno actual solo
    Se dedica al puesto y el
    Fin de mes y así no se puede planificar y ni siquiera promover medidas para nuestra defensa .
    Falta profesionales que nos lleven por los caminos apropiados .
    Y sabes dónde están , en la política por supuesto
    Que no .
    Desde el otro lado te invito a trabajar por asentar unas bases verdaderas para solucionar los problema a las personas .
    Cuando quieras .

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  5. En 2015, Pedro Sánchez dijo que había que eliminar el Ministerio de Defensa. Tenemos a un descerebrado por presidente.

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  6. Se ha descrito la situación con realismo, con claridad y honestidad y sin aspavientos innecesarios. Esperemos que los dos partidos mayoritarios acuerden una salida razonable y efectiva para aportar tranquilidad a la ciudadanía. Los exabruptos en estas cuestiones no conducen a nada positivo

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