Fueron la Ilustración y las Luces las que, frente a la milenaria tendencia de los humanos al puro y duro castigo, sugirieron el uso de los premios para fomentar las buenas prácticas ciudadanas. El célebre marqués Beccaria, en su no menos célebre obra ‘De los delitos y de las penas’ (1764), ya nos alertaba de que ‘otro medio de evitar los delitos es fomentar la virtud… la moneda del honor es siempre inagotable y fructífera en manos del sabio distribuidor…’ Y por eso es que desde muy antiguo los príncipes y gobernantes se vienen aplicando a esa tarea, creando diferentes sistemas premiales basados sobre todo en la distribución de títulos de nobleza, cruces y condecoraciones. El Derecho Premial, opuesto al Derecho Penal, aunque mucho más pobre y menos desarrollado, ha tenido sin embargo presencia notable en España, en donde la Corona -el Estado- viene desde antiguo otorgando títulos y concediendo condecoraciones y -sobre todo desde hace medio siglo- unos premios nacionales más o menos prestigiosos. En algunos casos, esa distribución de premios llega a ser bufa y hasta cansina: así, los que constantemente se reparten entre sí los cineastas, los actores y los literatos.
No son solo las monarquías las que ponen en práctica tales sistemas de honores y premios, no: todas las repúblicas que en el mundo han sido han seguido ese mismo camino, incluso conservando honores monárquicos (recordemos a Francia y su Legión de Honor). Incluso las más exacerbadas dictaduras de izquierda, las fascistas y las comunistas, se han visto forzadas a adoptar tales sistemas, para distinguir la insaciable vanidad de sus jerarcas y ‘aparatchiks’ (la estrella de Héroe de la Unión Soviética’ fue apreciadísima).
Los premios y distinciones son, pues, consustanciales a la naturaleza humana. Y no se diga que eso es pura y dura vanidad, porque la vanidad, aparte de ser un vicio del alma, también ha sido y es uno de los motores de la evolución y el progreso de la humanidad: el primer mono que se atrevió a bajar del árbol y alardear de valor ante las monas fue un vanidoso, sin duda, pero a partir de ahí todo empezó a cambiar. No hay que menospreciar la vanidad.
Traigo esta disquisición a propósito del sistema premial del Excmo. Ayuntamiento de Segovia, y sobre todo de su aplicación práctica. Aunque el sistema premial segoviano se inició ya en el último tercio del siglo XIX, en su versión actual está plasmado en el ‘Reglamento de Protocolo, Honores, Distinciones y Ceremonial del Ayuntamiento de Segovia’, publicado en el ‘Boletín Oficial de la Provincia’ del 15 de abril de 2011.
Los premios y honores municipales son algo variopintos, y su número algo excesivo: la Medalla de la Ciudad en oro, plata o bronce; las Llaves simbólicas de la Ciudad (como corresponde a una ciudad amurallada); los nombramientos de Hijos Predilectos y de Hijos Adoptivos; el de Concejal Honorario; el de Segoviano Honorario; el Diploma de Servicios Distinguidos; la Dedicación de Vías Públicas; el de Visitante Distinguido; y las Medallas al Mérito Cultural y al Mérito Deportivo.
No es un mal sistema, y sin duda está bastante logrado en sus aspectos jurídicos y reglamentarios. Lo que no hemos logrado aún es que su aplicación sea mejor y más regular, más útil al fin al que están destinadas. Me refiero al hecho de que las concesiones sean muy escasas, y que los criterios de concesión no estén bien definidos ni aplicados.
Pondré algunos ejemplos. Así, recientemente se ha otorgado la Medalla al Mérito Cultural al artista pintor afincado en nuestra ciudad D. Carlos León, con el anejo título de Hijo Adoptivo. Así, el Concejo ha dedicado hace pocos meses una de sus vías públicas a la Gimnástica Segoviana. Así, el Ayuntamiento discierne cada año, desde 1952, los nombramientos de Segovianos de Honor a todos los oficiales y suboficiales que egresan de la Academia de Artillería.
Pero, sin embargo, nos parece que el sistema no se aplica bien. Quizá al pintor D. Carlos León habría que haberle dado la Medalla de la Ciudad, obviamente de mucha más categoría que la del Mérito Cultural, que más que a las personalidades egregias como era su caso, debe destinarse a quienes fomentan la cultura en un nivel más local y propiamente ciudadano.
Sobre todo, lo que me preocupa es que no se premie a los segovianos que lo merecen, que no son pocos. Para que no se diga que hablo a humo de pajas, y a riesgo de dejarme a muchas personas beneméritas en el tintero, digo que me llama la atención que la Ciudad no haya otorgado su Medalla al Mérito Cultural a Dª Rosa Velasco y a Dª Mari Carmen Torquemada, que llevan muchas décadas dedicadas a la difusión de nuestros bailes y danzas populares… Ni a D. Glenn Murray, a quien Segovia debe la recuperación del Ingenio de la Moneda… Ni, en fin, al bueno de D. Paco del Caño, que lleva más de veinte años difundiendo el pasado histórico de Segovia a través de la Asociación Plaza Mayor y su revista, que suma ya tantos números interesantísimos… Lo mismo ocurre con la Medalla al Mérito Deportivo, que no se ha dado a nuestros convecinos D. Javier Guerra, tres veces campeón de España de maratón, ni a D. Pablo y Dª Sandra Bastián, ambos campeones de España de tiro con arco, ni a D. Javier de Pablo, campeón de España de judo… Y sin duda habría que dársela enseguida a Dª Águeda Marqués, nuestra campeona de atletismo, que con admirable esfuerzo tan alto ha dejado su nombre en las recientes Olimpiadas de París. Y los nombrados son solo algunos de los muchos que lo merecen.
El sistema premial, pues, tiene una aplicación defectuosa, sobre todo en cuanto se refiere a determinar el premio que ha de concederse a cada persona, y en cuanto a la escasez de las concesiones -que en algunos casos podría hasta parecer una ‘racanería’ premial-. Quizá la constitución de una Comisión mixta del alcalde y varios concejales y ciudadanos, dedicada a la prudente y justa distribución de los premios municipales, podría contribuir a la mejora del sistema, y al aumento de su aprecio por parte de los vecinos.
Porque nada hay que guste más a una persona de bien, que el reconocimiento de sus convecinos y próximos, a través de su Ciudad, administrada por un Ayuntamiento que no solamente se dedique a imponer sanciones y multas.
17 agosto, 2024
La foto no se corresponde con la policía local, es más bien la nacional. Y digo yo que los curritos de a pie también merecen sus medallas, tiene mucho mérito tener que ir a trabajar todos los días y aguantar a tus jefes, al personal, etc. y cobrar tarde y mal. Y de eso hay mucho en Segovia. Eso sí luego nos consideramos patriotas y hacemos alarde de la bandera.
17 agosto, 2024
Don Alfonso, es la Policía Nacional quién recibió la Medalla de Oro, y no la Policía Local.
17 agosto, 2024
Rectificamos el error. No atribuible al autor si no a la selección de la foto y el equivocado pie de foto que se hizo en redacción, lo ponemos bien. Gracias.
17 agosto, 2024
Las propuestas de este edil (que poco o nada hace por la ciudad, pero le pagamos todos por ello) dejan mucho que desear. Se nota que vive alejado de la realidad del siglo XXI.
18 agosto, 2024
“Olvida” mencionar que la aplicación más defectuosa del sistema premial es conceder el “honor” de un título de nobleza a los descendientes del “merecedor” de dicho título.
18 agosto, 2024
Don Alfonso, le pido disculpas. El error fue de la redacción, no suyo.
18 agosto, 2024
El artista Carlos León no reside en Segovia, sino en Torrecaballeros, donde tiene su vivienda y estudio. Creo que el Ayuntamiento de este pueblo también le hizo hace poco un homenaje o nombramiento oficial.
Sin duda, aunque no residente en la ciudad de Segovia, es merecedor de reconocimiento.