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Bony es Dios, cochinillo y pop

1987 en la sala Petit Comité, en la zona de las rocas, Segovia. Sobre el escenario una banda mítica, Los Negativos. El concierto, no obstante, no va del todo bien. Alguien les ha convencido de que deben probar la gastronomía local, judiones, cochinillo… Alfredo Calonge, el guitarra y con fama de tragón, el hombre considerado el primer mod de Barcelona, no puede más. Vomita entre canción y canción. “Me pareció que si normalmente tocábamos a 140 por hora aquel día tocamos a 100”, reconoce Carles Estrada.

Curioso, lo mismo les pasó a Los Elegantes. Es el síndrome cochinillo del pop. No es fácil brincar con dos kilos de cochinillo en la panza. Tomo la anécdota del libro Los Negativos: Bony es Dios (biografía oral de un grupo de Barcelona), escrito por el crítico musical Álex Oró y recientemente publicado por Milenio.  Un trabajo imprescindible para los adictos al sonido sixtie, los interesados en la historia del pop. Esto está claro.

Concierto de Los Negativos en Segovia, 1987. Foto Juanfran Martín.

Pero personalmente lo que realmente me ha tocado es el ver por dentro el proceso vital de una banda de rock. El embrión, con  dos mocosos jugueteando con una guitarra encerrados en su cuarto;  la búsqueda y el encontronazo con conmilitones por los más inesperados garitos (en este sentido la incorporación del gran Robert Grima y Calonge al dúo formado por Valentí y Carles depara momentos sensacionales); la creación y desarrollo de una mitología propia, que en el caso particular de Los Negativos, y a diferencia de la inmensa mayoría de bandas, configura un universo estético realmente, original, rico y complejo. Luego viene el momento de las alianzas con la “gente de la cuerda”. Los locos conciertos en lugares imposibles y el asalto a La Fama. La irrupción en la madurez ahora que ya sabemos tocar, componer y escenificar (y vaya si sabían). Momento de pasar a la profesionalización y lograr el éxtasis: vivir de tu sueño. La búsqueda de estudios de grabación, de compañías, de amigos que te ayudan (Campillo, el quinto negativo Enric Lido) y de egos e inercias que te saldrán al paso…

Todo lo cual desemboca en 1986 un artefacto tan deslumbrante como Piknic Caleidoscópico, que abre a la banda de par en par las puertas del mainstream en un momento especialmente excitante, cuando las bandas nacionales son las verdaderas celebridades del ámbito cultural, los motores culturales… Estrellas de verdad.

Estamos hablando de un álbum singular. Hay discos, discazos, y discazos que abren nuevas vías. Piknic pertenece a esta última estirpe como La leyenda del tiempo, Cuatro Rosas, El ritmo del garaje… Nuevos caminos.

Sin embargo, el segundo LP de la banda, 18º Sábado Amarillo es una joya (a mí me encanta), pero al decir de los expertos una joya menor. En cualquier caso por interesantes razones que se explican en el libro el disco no fue el salto cualitativo que autores, crítica e industria esperaban. La historia de los Negativos entra ahora en otra fase: esta no es una historia de winners. De desfasados rockeros viviendo un sueño pop. No.

¿Cómo continúa el proceso de un grupo así, rompedor -bueno no, lo siguiente- pero que se queda a dos metros de la gloria? Lo normal es que no continúe, que se abandone el sueño o asistamos a una decadente sucesión de fracasos.

En el caso de Los Negativos hay un poco de todo pero por más años que pasen sobre la banda vuela el impacto de sus discazos (Puzzle, Dandis entre la basura, Duplexin) y una manera de entender la música que se traslada de generación en generación y convierte sus trabajos en piezas obligatorias del canon pop. Para toda esta horda sixtie y underground actual son los pioneros cuyo legado se reivindica. No son los seres míticos apalancados en una vida de éxito, pero cuentan con el respeto total de la comunidad musical. Sois grandes.

Y la historia sigue ya en un panorama crepuscular donde no falta el drama y la tragedia, la súbita muerte de Calonge, además de músico un venerado activista musical… El ictus de Valentí… Es así que el libro, como los buenos conciertos, nos regala un bis dramático inesperado: esta es una historia de profunda amistad, con sus idas y venidas, pero amistad de la buena. De hermanos que se apoyan, se distancian, se reencuentran y se quieren…  Un bis que, pese a todo, pinta de esperanza el camino recorrido. Dice Bolaño que la vida siempre nos derrota, que lo importante es cómo jugamos la partida.

Elementos en suma que dotan a Bony es Dios de un  tremendo interés literario, vivencial y antropológico, pues la historia de una banda de Barcelona -la microhistoria de una tribu urbana en un lugar y un tiempo- trasciende en un completo retrato generacional: mi generación.

Y llega el momento de hablar del autor, que está sembrado. Oró elige para dar cuerpo a toda esta trama el género documental. Periodismo del bueno. Cientos de horas de entrevistas grabadas, tropecientos días enfrascado en la lectura de fanzines (hoy inencontrables, y al respecto Alex me contó la increíble colaboración de fans de toda España pasándole material a vuelta de email), reportajes, archivos personales… Todo eso hay que ensamblarlo con (mucho) criterio o te queda una vomitada, tal vez interesante documentalmente, pero farragosa. Y aquí viene el gran talento del autor: el hilado.

Partamos de la base de que por la grabadora han pasado no solo los protagonistas de la banda. El relato te confronta la versión de los protagonistas (bastante lúcida, la verdad, al menos alejada del cansino egotismo de libros parecidos) con la mirada externa, objetiva, de decenas de terceros que pasaban por ahí, ya sea Loquillo (poco conocido benefactor de la escena barcelonesa), los hermanos Gil, esa “nemesis negativa” que es Brighton 64, los Pardo de Sex Museum, Ordovás, Jorge “Explosión” (autor del prólogo, y qué prólogo), testigos presenciales, técnicos de las discográfica, managers, fans, críticos musicales… El casting es brutal. De hecho creo que ahí radica la clave del buen funcionamiento de libro: su carácter coral, la música sixty vista por sus protagonistas,  amantes (y algún que otro troll).

Y me quito el sombrero. Hay que pilotar un mazo para clavar cada pieza en el sitio exacto (especialmente para descargar, pues imagino que cuando se tiene tanto material buena parte del trabajo es más bien quitar que poner; saber elegir), de modo  que el libro tiene un ritmo espectacular de principio a fin y que te permite, aún más, disfrutar de la lectura. Y así, a diferencia de lo que ocurre con tantos libros  escritos por conocidos y amigos -conozco a Oró de hace la tira de años- esta vez soy yo el que está en deuda con el autor. No me lo podía haber pasado mejor leyendo: ha sido un viajé mágico y un libro genial.


Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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1 Comment

  1. Su entusiasmo anima a lee el libro, y revisar, de paso,una época en la que la cultura venía a gente de 20 años, como yo tenía entonces, sin ir a buscarla. Salías a la calle de una pequeña ciudad como la nuestra, y te lo encontrabas en cualquier bar. Fuimos privilegiados, sobre todo por lo que escuchamos. Cuánto lamento la música que ahora escuchan mis hijas. Creo que no es abismo generacional,es una pobreza en la oferta musical que me enfurece. No digo que la música tenga que servir para “culturizarse” pero es un desperdicio que no sea así.

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