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Rancho del Feo; pero ¿quién era “el Feo”?

Suena mucho estos días, en los medios, el Rancho del Feo, a costa de la estación depuradora de aguas que en sus inmediaciones está instalada desde finales de la década de 1980. Digamos, de entrada, que el viejo Rancho del Feo, recientemente reedificado con lujo, está situado en los aledaños de la carretera de La Granja a Revenga, a mano derecha, en una ladera desde la que se ofrecen unas bonitas vistas de la ciudad de Segovia.

 

Aunque probablemente casi nadie en Segovia lo sepa hoy, ‘el feo’ no fue otro que D. Gregorio Gila Álvarez, nacido en Segovia el 12 de marzo de 1830, en el Azoguejo, y bautizado dos días más tarde en la entonces parroquial de San Clemente, hoy aneja de la de San Millán. Era el sexto hijo de los siete que procreó el matrimonio formado por D. Joaquín de Gila Muñoz (1797-1860), tratante de ganados, y Dª María Álvarez Rodríguez (1798-1875), naturales ambos de Segovia. Generación, la de esos hijos, bien criada y virtuosa, porque entre ellos y los nietos se contarían algunas de las personalidades más señeras de la Segovia del 1900.

Estos Gila eran originarios del lugar de Pellejeros, más tarde despoblado en término de Palazuelos de Eresma, y se dedicaron desde antiguo a la cría caballar, al transporte de mercancías, y al obraje de los paños. Se establecieron en la ciudad de Segovia hacia 1550, primero en el Mercado, colación de Santo Tomás, y después durante casi trescientos años en la de San Millán, en unas casas con jardín que últimamente pertenecían a los Fernández de Córdoba.

Sujeto a quintas, Gregorio se incorporó a filas para cumplir los entonces obligatorios siete años de servicio militar en octubre de 1848. Fue destinado a servir en el Regimiento de Infantería de América nº 14, y en febrero de 1851 pasó al Regimiento de Infantería de Granada nº 34. Pero resulta que poco más tarde, en enero de 1852, estando en Tárrega (Lérida), comprobó que había perdido algunos fondos confiados a su cargo por su oficial y, aterrado, no tuvo más feliz ocurrencia que la de desertar. Y prófugo permaneció hasta que en marzo del mismo año se presentó al cónsul español en Burdeos (Francia), pidiendo indulto (recordemos que la segunda guerra carlista había concluido en Cataluña en 1849, y que el Gobierno isabelino era proclive a conceder esa gracia a los carlistas exiliados). Pero no la obtuvo el Gila, que vio prorrogado en cuatro años más su servicio militar, hasta 1859. Sin embargo, las instancias de su padre y el hecho de tener otros dos hermanos sirviendo en filas, causaron por fin el indulto por la Reina, y hacia 1855 pudo regresar a Segovia.

Gregorio Gila fue apodado desde muy joven ‘Gregorio el feo’, seguramente por un rasgo físico que por fortuna conocemos porque consta en su hoja de servicios militares: ‘estatura cuando se filió 5 pies, 1 pulgada y 17 líneas (o sea, 1’56 m), pelo negro, ojos pardos, cejas al pelo, color trigueño, nariz regular, barba naciente, boca regular, oyoso de viruelas’. De estas marcas de haber sobrevivido a las entonces terribles viruelas, señales a veces muy desagradables a la vista, proviene ese apodo con el que hoy le recordamos.

Gregorio el feo contrajo matrimonio en el lugar de Madrona, hoy barrio incorporado de Segovia, el 13 de enero de 1856, con la bella Dª Benita Sanz Barba, nacida en Madrona en 1837, e hija de D. Agustín Sanz Baciero, de Garcillán, y de Dª María Barba Barroso, de Perogordo. La familia de la novia tenía propiedades agrarias en Madrona, en Garcillán, en Perogordo y en Revenga. Del matrimonio hubo cuatro hijos, llamados Dª Anastasia, Dª Rosario, D. Ildefonso y D. Segundo Gila Sanz. Este último, el célebre médico y publicista que fue presidente de la Diputación Provincial, y muy probablemente hijo ilegítimo del Rey Don Amadeo I, según han publicado los estudiosos italianos de la prole de aquel breve monarca liberal.

El matrimonio con una señora ‘riquita de pueblo’ puso en sus manos un patrimonio agrario, y a su explotación y fomento dedicó D. Gregorio casi toda su vida. En el término de Madrona crio buenas ovejas merinas. Y en el término de Revenga adquirió en 1869 unos pastizales desamortizados a la Comunidad de Ciudad y Tierra, lindantes con las dehesas de Aldeallana y Fuencuadrada, la Mata de Santillana y el pueblo de Hontoria. Allí levantó una buena casa de labor de nueva planta, y estableció una explotación agropecuaria modélica que llamó ‘colonia rural de secano’, nombrada ‘Prado Largo y Tirviejo, en que, a más de cuidar los pastos, plantó castaños y nogales, y produjo trigo, cebada, centeno y algarrobas, patatas, garbanzos y avena, a más de productos de huerta y colmenas. Los trabajos de D. Gregorio merecieron en 1864 un premio de 500 reales de la Junta de Agricultura a las doce ovejas y dos sementales de raza merina estante con las que concurrió a la exposición provincial; en 1882 otro premio de la Junta Nacional de Agricultura, este de 5.000 pesetas; y en 1884, otro premio de 5.000 pesetas. La revista de la Sociedad Económica Segoviana de Amigos del País, del 9 de septiembre de 1877, se hace largo eco de una visita girada a dicha finca de Revenga.

Cuando le dieron el premio de 1882, el periódico segoviano La Tempestad publicó, el 5 de noviembre, estos versos laudatorios: ‘Debe estar muy satisfecho / Don Gregorio el segoviano / pues sus fincas de secano / le han valido honra y provecho’.

Propietario también del rancho que nos ocupa, tras darle el nombre de ‘Rancho del Feo’ con el que hoy todavía lo conocemos, es tradición familiar que en sus últimos días de vida se lo jugó a las cartas, resultando su nuevo dueño un afortunado artillero, para pasar después a manos del ilustre general Marcide.

A más de agricultor y ganadero entusiasta, fue D. Gregorio una figura notable en la Segovia de la segunda mitad del siglo XIX: alcalde de barrio de San Millán y San Clemente (1868), concejal de su Excmo. Ayuntamiento (1871), oficial de los batallones de la Milicia Nacional y de los Voluntarios de la Libertad (1871-1874), jurado del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción (1875), accionista de la Plaza de Toros (1865) y del teatro Juan Bravo (1884), que no llegó a ver construido, etcétera.

El fallecimiento de su esposa en enero de 1892 le produjo un disgusto tan grande que le llevó enseguida a la muerte: Gregorio el feo falleció súbitamente en Segovia, en su casa de la plazuela de Santa Eulalia número 7, a causa de un derrame cerebral, el 3 de marzo de 1892. Fuentes familiares relatan que realmente murió de un ‘delirium tremens’ en un café de la calle de San Francisco. Tenía 62 años de edad, y yacen sus restos, como los de sus padres, esposa e hijos, en el cementerio del Ángel.


 

Author: Alfonso Ceballos-Escalera y Gila

Doctor en Derecho e Historia. Concejal de Vox en el Ayuntamiento de Segovia.

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6 Comments

  1. Interesante artículo.
    Muchas gracias por escribirlo.

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    • Enhorabuena por ese articulo D.Alfonso.

      En tiempos de ordinariez y de mediocridad,es un placer leer un poquito de nuestra Historia relatada con un ameno estilo

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      • Buena historia. Eso sí, ‘actitud segoviana’ lee poco o no está al día de los distintos libros y “blog” sobre nuestra ciudad y provincia

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        • Em ningún momento mi comentario se refiere a los diferentes blog sobre nuestra ciudad y provincia, todos ellos merecen un respeto y seguro que son de gran valía.

          Mi comentario se refiere a la ordinariez que destila la mayoría de lo que se habla y se escribe habitualmente los medios de comunicación.

          Por ello ,me parece gratificante leer un artículo bieb escrito, sobre una parte de la historia de Segovia desconocida para mí ,y supongo que para una gran mayoría de segovianos.

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  2. Un deleite leer historias como esas. Un saludo.

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  3. Mi enhorabuena por el trabajo, como todos los del Dr. Ceballos, bien trabados y documentados. Un lujo para la ciudad de Segovia y su Tierra no siempre bien y justamente reconocido.

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