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Puigdemont, el “héroe” de la cara dura

Uno vive fascinado por el procés independentista. Desde luego, lo vivo condicionado por un rechazo al nacionalismo en general y también porque la secesión representa para mí un riesgo económico y emocional. Así pues no puedo leer con objetivad Me explico, el testimonio de Carles Puigdemont sobre el procés magistralmente escrito por Xevi Xirgo (edición en castellano, Plaza y Janes, 20.80€, 2020).

Para mí Carles Puigdemont es el paradigma de periodista que, tirando de la cercanía con el poder que apareja el oficio, va escalando peldaños. Un arribista de libro. De periodista pasa a la fontanería convergente dirigiendo chiringuitos de los de a 70.000€ el chollo, para luego saltar a la política y protagonizar una fulgurante carrera. En 2011 es alcalde de Gerona y cobra fama como presidente de la Associació de Municipis per la Independència, organismo que en sintonía con Artur Mas se vuelca en la organización del fallido referendum del 9N, en 2014. Aquello fue una comedia comparado con lo que vendría después, pero dio alas a la agonizante Convergència -el partido más corrupto de España- para refundarse como proyecto independentista.

Tras ser inhabilitado por el 9N Artur Mas le designara como sucesor. Esta vez, alentados por el caso de Escocia, tocaba hacer un referéndum real, y como pocos nacionalistas dudaban de que se ganaría, preparar las estructuras del futuro Estado y la intercesión internacional. A Puigdemont le imponen un ejecutivo pactado con ERC y con una importante influencia de ANC y Omnium, organizaciones que lideraron el 9N. En el libro él mismo se presenta como una herramienta sin ambición política para desarrollar ese proyecto. “No tengo ambición”, “no estoy aquí por el cargo”, “cuando concluya mi trabajo me retiro”. Paradójicamente el libro acaba, ya en Bruselas, con Puigdemont definiéndose como el único político catalán capaz de liderar al país hacia la independencia. De retirarse nada. Típico.

La primera mitad del libro es un no parar de reuniones con embajadores, representantes de la sociedad civil, en un intento de explicar al mundo y a los catalanes lo necesaria y justa que es la independencia. Triunfales giras internacionales, vibrantes momentos de exaltación patriótica… También hay interesantes intimidades de un hombre que se sabe protagonista de la historia. Pero desde el primer momento Puigdemont confiesa que se encuentra una “hiperventilada” reacción del Estado Español rehacio a cualquier plebiscito pactado (¿qué esperaba?), así como la ambigüedad de su ejecutivo, especialmente la vinculada a la ERC de Oriol Junqueras y a su propio partido. Para estos, el nuevo referéndum es otra etapa más; para Puigdemont, en cambio, esta vez va en serio y si no ha podido ser es por culpa de España, ERC y los “tibios” de su partido. De la CUP y de Ada Colau. Es un fracaso que es culpa de todos menos de él, que estaba al frente.

Y llega la hora de la verdad. No ha habido pacto y toca asumir el referéndum desde la ilegalidad. Sobre Cataluña estalla una intensa represión contra las masas soberanistas. Se gana el referéndum. Toca declarar la independencia unilateral (DUI). Eso es lo previsto pero Puigdemont no lo hará.

Cargas en 2019 por la sentencia contra los líderes procesistas.

No lo hará porque, en primera instancia -dice- le engañaron. El 10 de octubre declara la independencia pero siete minutos después la deja en suspenso. Su versión -que encaja con la que sabemos- es que le dijeron que Rajoy estaba dispuesto a abrir una “ventana de negociación” y él se lo creyó cuando en realidad el PP estaba poniendo a punto el 155. Cuando ve que no hay negociación ni nada, se da cuenta (¡ahora!) de que todo este año y medio de giras triunfales, reuniones semiclandestinas, y encuentros con Rajoy públicos y secretos es un paripé. Contra el relato oficial mil veces machacado, Cataluña carece del mínimo esbozo de estructura de Estado, hasta el punto que el referéndum será en octubre porque en julio el Estado transfiere a las comunidades el dinero para terminar el ejercicio. Han montado un castillo en el aire. Del apoyo internacional mejor no hablar. Ni siquiera Venezuela, nadie mueve un dedo por Cataluña. Se da cuenta (¡ahora!) de que efectivamente el 1O solo ha sido un salto cualitativo en la marcha hacia la independencia.

Toca salvar los muebles, evitar el 155 y la previsible acción judicial contra el procés de parte de un Estado español, que para Puigdemont es poco menos que una dictadura que oprime y reprime -cuando no a querellas, a porrazos- la aspiración catalana de ser una nación. (Excuso decir que de la ley, de los protocolos internacionales, del controvertido derecho a la autodeterminación ni hablamos, como buen fundamentalista Puigdemont no se detiene ni por un momento en cuestionar sus premisas).

Es muy interesante la documentación que aporta del diálogo de esos días con la Moncloa (siempre a través de intermediarios, a Rajoy no lo saca del “esto de Cataluña es un lío, pero es que es un lío”), con el PSOE, Podemos y con Urkullu, a los que acusa o bien de estar instrumentalizados o de engañarle. Le prometen que si frena la DUI y va a elecciones no habrá 155. A estas alturas Puigdemont está paranoico, no se fía ya de nadie y llega a sospechar que el CNI planea su muerte (insinúa que le van a montar un accidente de tráfico). Por otra parte, la maquinaria judicial es imparable. Los Jordis están ya en el trullo. Pese a todo Puigdemont está a punto de ceder y convocar elecciones, pero nuevamente la “traición” de ERC y parte de su partido le salen al paso. El 17 de octubre, y a mala gana pues sabe a lo que se expone, la presidenta del Parlament Carme Forcadell -esta vez no Puigdemont- declara la DUI y minutos después Rajoy el 155.

Empieza la desbandada. Podría pensarse que ya que no han previsto cosas como la estructura de Estado o el reconocimiento internacional, los líderes procesistas tienen un plan de fuga. Pero tampoco. Se dividen entre los que asumen la cárcel como un momento más de la lucha y los que, como Puigdemont, piensan en seguir el proceso con un gobierno desde el exilio.

Realmente, la fuga a Bruselas se improvisa de mala manera. El libro desvela el esperpento de cinco consellers encerrados hasta la madrugada en la sede de los independentistas flamencos, sin teléfono y a oscuras, para evitar dar la cara pues no tienen un relato claro que jutifique su retirada.

Gonzalo Boyé.

En realidad es un empresario y abogado chileno, Gonzalo Boye (editor también de la revista Mongolia), el que traza la hoja de ruta que permitirá a Puigdemont sortear la acción judicial. ¡Un chileno al que no conocen de nada -eso dice Puigdemont- y que les hace llegar su plan a través de otro de Podemos!…  Es de chiste. Mira que la Generalitat ha gastado pasta en el procés… Pero al final es un abogado chileno, y en castellano, el que viene a poner claridad en este embrollo. Realmente, y perdonen lo vulgar de la expresión, ¡esto es la leche!

Yo creo que más inútil no se puede ser. “Me explico” es un manual de cómo no independizarse ni de tus padres. Por lo menos cuando uno se va de casa se busca unos ingresos, un curro, una cama, una bici para ir y venir… Pero ya les digo que no soy objetivo, aún hoy muchos indepes piensan todo lo contrario, que Puigdemont es un astuto héroe. Él mismo Puigdemont piensa así y publica el libro tanto para reivindicarse como un ajuste de cuentas con Junqueras en vísperas de seguir este bucle por pilotar el cuento y el engaño. Que es para mí la madre del cordero. Cómo vivir del poder.

Que tu lo percibas como una heroicidad patriótica o una cínica estafa eso ya dependerá de la lucidez y capacidad de auto-engaño que tengas. Poca de lo primero y mucha de lo segundo en el caso de Puigdemont. Hay segunda parte (“La lucha en el exilio”) pero me da que ya me han tomado suficientemente el pelo con la primera.

 


 

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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2 Comments

  1. Exacto señor Besa depende del autoengaño y las píldoras indepe de la escuela. Es lo que hay por ahí. País, S. A. del amigo Forges.

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  2. Crónica de un delincuente que se envolvió en una bandera para robar más. Un loco nacionalista amparado, eso sí, por todos los partidos de Izquierda, Empanada ideológica para trincar todos.

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