No se puede decir, pero está dicho: Feijóo y Abascal no son líderes, son oportunistas. Ambos crecieron entre las grietas abiertas del Partido Popular. El gallego llegó ante la debilidad de Casado y el vasco ante la flojedad de Rajoy. Se autoproclamaron líderes sin ningún proceso interno, ni rival, ni transparencia. Como un profeta subido a un burro o un dictador africano a un Toyota. Con el mismo argumento que un inquiokupa de piso de fondo buitre.
Una amiga con cargo alto en el PP me dijo que Feijóo iba a ser el adulto que entra en la habitación infantil y enciende la luz de la política española. El que para las peleas, ventila el olor a pies y recoje las migas de galletas de dinosuario, pero han pasado tres años desde entonces y los niños han infantilizado al adulto y allí lo tienen con la lengua azul de Dipper y los dedos naranjas de Chettos. Alberto lo intenta, pero no encuentra su voz adulta. Hoy España es una y mañana veintiuna, no a la subida de pensiones de hoy pero sí a la de mañana, Puigde, ayer delicuente, hoy solo canallita, Mazón antes en shock y ahora Boyscout, un pasito palante María, un pasito patrás… “Chiquitea”,” cantinflea”, busca su sitio como un adolescente woke, no acaba de dar con el color de pelo, con las gafas, con el flow… Quiere pilotar naves pero olvida las llaves. A veces saldría corriendo hacia la playa de Moaña, como Montoya, a pedir explicaciones a quien le tentó con Moncloa. Mil días en los que se ha quedado encerrado en la habitación entre Sánchez, Ayuso y Abascal. Hay migas para siempre porque hay dos dinosaurios en la habitación de los que el PP no habla y no le dejan madurar: ¿Somos duros o blandos?, ¿somos amigos o enemigos de VOX? Valiente o gallina, paloma o gavilán. ¿Qué pájaro es este que tengo detrás?
Un verdadero líder del PP decidiría de una vez si VOX es peor o mejor que Sánchez y después actuaría. Al margen de las consecuencias. Si decide que Pedro es peor, se unirían para echarle; si no, apoyaría al PSOE en lo apoyable para que no llegue VOX. Pero ahí sigue atrapado en este merengue de la vergüencilla. Saltando en calcetines sobre la cama. Así es María, tan caliente y fría. Dando un paso atrás para ver si Sanchez va palante. ¿Qué piensa Ayuso?, ¿qué piensa Juanma?, ¿la plastilina no tapa las grietas?
Abascal, que lleva once años sin un solo proceso interno, ha renunciado a ganar el voto obrero y se ha centrado en cazar el voto taurino y patriota entregando las llaves de la sede a una secta en la que te metes porque es una organización ultra y te sales por lo mismo. Once años llevan independizados pero siguen yendo a Génova 13 a por tappers y a lavar la ropa civil de diario para el finde montar un “Fasci-Nazi-On! European Fest”, que destiñe rápido, por raro y antiguo, como una fiesta de los nietos de Blas, como una quedada de primos de Rivera, como una fiesta de menas y cristianos.
La derecha pide líderes duros y España le da a Feijóo y Abascal. Embajadores de lobos en reinos de corderos. Líderes con retraso. En cuanto se aprenden las respuestas, les cambian las preguntas. Convertidos en una poesia inacabada. Feijóo, Abascal, me gustas cuando callas. Fin de la cita.
No se puede comparar, pero está hecho: Sánchez el odioso, el que amarga el vermú de después de misa, el que arruina la cena familiar viendo Antena 3, ese felón sin ideología, es el arquetipo de líder que necesitaría la derecha fuerte. Un tipo que estuvo en un infierno pero volvió como un marine de Afganistán, un tipo que ha pegado tiros propios y extraños, un peleador que ha desquiciado a la derecha, mareado al independentismo y usado a la izquierda como un trapo hasta dejarla deshilachada. Un varón dandy y global que defiende cada palmo de territorio sin complejos y sin ser rechistado. No es no y solo sí es sí: ahí va el legado para que nadie se haga líos. La derecha subcosciente lo mataría porque mueren por él. Porque sueña que sus marrullerías defendieran los colores de su polo. Un odio tan grande que solo puede venir de un amor imposible.
No hace falta leer a Philip Selznick y aquello de que los líderes se anticipan y los oportunistas reaccionan. Con escuchar a Melody bastaría: un líder es valiente, podeeeroso.
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