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Alcaldes y mentiras

Allá por octubre el alcalde de Palazuelos, Jesús Nieto, nos anunció que el 14% del suelo urbanizable del término pasaba a rústico. Muy bien, ¿y qué impacto tiene la medida en la recaudación del IBI? Como saben, el suelo rústico apenas tributa una tercera parte del urbanizable. Bueno, el alcalde se rascó la cabeza -mal asunto- y dijo que “estaba compensado”, dando a entender que Montoro lo tenía todo arreglado. “No se va a notar, porque en el anterior padrón ya se normalizó la situación”. En diciembre, anunciaba incrementos del IBI, claro. Larga cambiada.

José Luis Vázquez, de La Granja, ¿cuánto le va a costar al vecino el nuevo sistema de suministro de agua? Porque el nuevo sistema incorpora bombeos, tratamientos, amortización de infraestructuras.  Es una pregunta obligada.”Na-da”, contesta el munícipe, improvisando a continuación una florida filípica sobre lo que realmente imaginaba él que quería preguntar el pobre periodista que lo preguntó. Patético.

Clara Luquero. Esto es de chiste. Va una constructora de parkings y le pide compensaciones por pérdidas de ejercicio. Tengo a Luquero (y a los anteriores citados) como persona instruida, sensata, responsable, de manera que cuándo nos responde que “no lo sabe”, sencillamente es que está engañando. Visto el papelón, la buena señora me dice que exacto, exacto no lo sabe, como si en un pleito de tres millones interesará saber si son tres millones con treinta y cinco euros o tres millones con uno y diez.

Son las típicas mentiras de alcalde, y si he sacado a colación a Nieto, Vázquez y Luquero es por ser los tres alcaldes con los que más trato. A título de ejemplo.

Cualquier periodista entiende que un alcalde quiera manejar sus tiempos. Si hay que dar una mala noticia, por lo menos elegir él el terreno. Para ello está la expresión No Coment, el “hoy no toca” de Pujol, o fórmulas igualmente breves del tipo “prefiero facilitaros mañana esa información”… Sonará borde pero es mucho mejor que largar una bola, como pasó con el caso de Palazuelos.  Porque entonces uno fiándose del alcalde escribe: “no subirá el IBI” para al mes tener que auto-enmendarse: “sí subirá el IBI”. Y eso daña al medio.

A los alcaldes les cuesta tanto dar malas noticias que puestos en la tesitura a menudo prefieren quedar como mentirosos, como bobos o como chalados. ¿Por qué? ¿Qué costará responder, en efecto, subiremos tal tasa y lo haremos en tal porcentaje? Entendería que no obraran así si hubiera forma humana de evitarlo. Pero ellos saben de sobras que si no hoy mañana la verdad saldrá a la luz en forma de recibo o de papel o de sentencia. ¿Entonces?

Puede ser que no quieran dar armas a la oposición. Pero claro, evitando la verdad lo que les dan es armas cargadas. Más pienso que es por un malentendido despotismo ilustrado. Al populacho hay que ahorrarle disgustos. El populacho no sabe.

Recurrente es cargar la culpa en el pasado. Como el alcalde saliente dejó la tesorería echa un asco, no queda otra que freír a la gente a impuestos. En parte es bastante así, sobre todo tras un cambio de mandato, pero cuando has sido el compinche del anterior alcalde (por más que ahora te caiga como un tiro)… entiéndanme… No queda bien.

“Voy a subir los impuestos porque, de otro modo, no tengo dinero ni para lavar la bandera. Y no tengo dinero para lavar ni la bandera porque años atrás nos empufamos hasta las cejas en esto que no funcionó y en esto otro que que salió horriblemente mal”. O bien: “modernizar este servicio era del interés general, para modernizarlo hemos tenido que invertir, y el dinero no se inventa”. En líneas generales, por ahí va la verdad del caso. Los alcaldes harían bien en meditarlo. En tiempos de la posverdad, de la marabunta desinformativa, el periodismo (tal como lo entiendo) debe ir a la explicación de lo que pasa, más allá de la mera descripción de lo que pasa, por no hablar ya de la descripción de lo que tal fulano dice que pasa. Ese periodismo se murió.

Author: Luis Besa

Luis Besa. Periodista,

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