España ha vivido durante décadas el drama del terrorismo en sus múltiples manifestaciones. Desde los atentados de los comunistas que ensangrentaron el País Vasco y se extendieron por todo el territorio nacional, hasta los ataques islamistas del 11-M en Madrid y del 17-A en Barcelona, pasando por otros grupos terroristas que han sembrado el dolor en nuestra sociedad. Cientos de víctimas inocentes han perdido la vida, miles de personas han sido heridas y mutiladas, decenas de miles han debido cambiar de domicilio a otras regiones, sus familias han sufrido un dolor indescriptible, y la sociedad española en su conjunto ha sido perjudicada en su convivencia democrática.
Las víctimas del terrorismo no eligieron convertirse en símbolos de la lucha contra el fanatismo; fueron privadas de sus vidas cotidianas por la sinrazón de quienes pretendían imponer sus ideologías a través del miedo y la violencia. En este contexto, la creación de monumentos conmemorativos a las víctimas del terrorismo en las ciudades españolas no solo es conveniente, sino necesaria y urgente. Estos espacios de memoria constituyen una deuda moral con quienes perdieron la vida o fueron mutilados por el simple hecho de vivir en libertad y democracia, al tiempo que representan una herramienta fundamental para la educación cívica de las nuevas generaciones y la preservación de los valores democráticos. De ahí el imperativo moral de honrar su memoria y reconocer su sacrificio involuntario: no podemos permitir que la historia se difumine ni que el dolor de tantas familias quede sepultado por la desmemoria institucional. Y el deber de los poderes públicos es bien claro: la Ley 29/2011 de Reconocimiento y Protección Integral de las Víctimas del Terrorismo establece que corresponde a todas las administraciones públicas promover y preservar su memoria, garantizar su dignidad y fomentar entre los ciudadanos los valores democráticos que defendieron y por los que muchos de ellos murieron.
Un monumento digno cumple varias funciones esenciales en este sentido. En primer lugar, otorga un espacio físico donde la sociedad puede rendir homenaje a quienes ya no están, un lugar de recogimiento donde familiares, amigos y ciudadanos en general pueden expresar su dolor, su respeto y su compromiso con la memoria. Este espacio se convierte en un símbolo tangible del reconocimiento social hacia las víctimas, enviando un mensaje claro de que su sufrimiento no ha sido en vano, ni será olvidado.
Además, estos monumentos contribuyen a la dignificación de las víctimas, elevándolas del anonimato estadístico al reconocimiento individual. Cada nombre grabado en piedra o metal representa una vida truncada, unos proyectos no realizados, unas familias rotas. Esta individualización de la memoria es fundamental para combatir la deshumanización que pretenden tanto los terroristas como quienes les apoyan, recordando que detrás de cada atentado hay personas concretas con historias, sueños y seres queridos.
El monumento también sirve como testimonio permanente de los hechos ocurridos, garantizando que las generaciones futuras no sean engañadas, negando o minimizando la realidad del sufrimiento causado por el terrorismo, como viene ocurriendo en el País Vasco. En una época en la que proliferan los intentos interesados de ‘revisar’ -o sea, de falsificar- la Historia, en la que se observa una preocupante deriva hacia el olvido o incluso hacia el ‘blanqueamiento’ de los asesinos y de sus secuaces, de quienes jamás han condenado el terrorismo, la presencia física de estos memoriales actúa como un ‘ancla’ de verdad histórica, que trasciende las manipulaciones políticas o ideológicas.
Además, los monumentos a las víctimas del terrorismo poseen un valor pedagógico inestimable que va más allá del simple homenaje. Constituyen aulas abiertas donde las nuevas generaciones pueden aprender lecciones fundamentales sobre la democracia, la tolerancia y el respeto a los derechos humanos. Para los jóvenes que han crecido en una España democrática y en paz, resulta difícil comprender la magnitud del sufrimiento que el terrorismo ha causado en nuestro país. Estos monumentos les permiten conectar emocionalmente con una realidad histórica que, de otro modo, podría quedar relegada a los libros de texto, como mucho. La experiencia de estar frente a un memorial, de leer los nombres de las víctimas, de participar en ceremonias conmemorativas, genera un impacto emocional y educativo que ninguna clase magistral puede igualar. Estos espacios se convierten en herramientas privilegiadas para la educación en valores democráticos. Enseñan que la vida humana es sagrada e irreemplazable, que la violencia nunca puede ser justificada como medio para alcanzar objetivos políticos, y que la convivencia pacífica y el diálogo son los únicos caminos legítimos para resolver los conflictos en una sociedad civilizada.
Los monumentos también fomentan la empatía y la solidaridad, valores esenciales en cualquier sociedad democrática. Al conocer las historias de las víctimas, los jóvenes desarrollan su capacidad de ponerse en el lugar del otro, de comprender el sufrimiento ajeno y de comprometerse con su prevención. Esta educación emocional es tan importante como la intelectual para formar ciudadanos responsables y comprometidos con la paz.
Para que estos monumentos cumplan eficazmente sus funciones conmemorativa y educativa, es fundamental que su diseño y ubicación sean cuidadosamente planificados. El monumento debe transmitir dignidad, respeto y solemnidad, evitando tanto el sensacionalismo como la frialdad. Debe ser inclusivo, representando a todas las víctimas sin distinción de su origen, ideología o circunstancias del atentado. La ubicación también es crucial: estos monumentos deben situarse en lugares accesibles y significativos para la comunidad, preferiblemente en espacios que formen parte del recorrido cotidiano de los ciudadanos. Esto garantiza que el recuerdo de las víctimas se mantenga vivo en la conciencia colectiva y que las nuevas generaciones crezcan familiarizadas con estos espacios de memoria.
Es importante que el monumento incluya elementos informativos que contextualicen históricamente los hechos recordados, sin caer en la politización o la manipulación. La información debe ser objetiva, rigurosa y accesible para diferentes niveles educativos, permitiendo que tanto niños como adultos puedan comprender el significado del memorial.
En nuestra ciudad, Segovia, todavía no existe ningún espacio que rinda homenaje público a las víctimas del terrorismo. Ningún símbolo -un monolito, una escultura, una rotonda, un jardín, una plaza o una placa- que permita a nuestros convecinos reflexionar, honrar y comprender el sufrimiento causado por aquellos que quisieron destruir nuestra convivencia mediante el miedo, el odio y la sangre. No hay en Segovia un lugar donde poder depositar una flor el 11 de marzo, Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo, ni el 13 de julio, fecha del asesinato de Miguel Ángel Blanco, ni cuando el calendario recuerde una masacre olvidada. La dignidad de las víctimas exige una respuesta municipal y ciudadana clara, visible y permanente. Y esa respuesta, en Segovia, debe empezar con este gesto sencillo pero cargado de verdad: la creación de un espacio de memoria que diga claramente que esta noble ciudad honra a las víctimas y que jamás se rendirá ante quienes intentaron imponer el terror.
Por todo ello, desde el Grupo Municipal VOX hemos propuesto que el Ayuntamiento de Segovia impulse la creación de un espacio conmemorativo digno, permanente y visible, que rinda homenaje a todas las víctimas del terrorismo. Que se cuente para ello con el concurso de las asociaciones de víctimas reconocidas legalmente, así como con los familiares y con la ciudadanía toda. Hay que decir que el consenso de todos los grupos municipales ha sido general, y que la moción fue aprobada.
Este espacio monumental podrá ser el punto de partida para actividades educativas, escolares y culturales que sirvan para transmitir a las nuevas generaciones lo que significaron los crímenes fascistas de los comunistas vascos, de otros comunistas a secas, de algunos ultraderechistas, y de los sarracenos, lo que sufrió nuestro país y por qué la democracia debe blindarse frente a quienes atentan contra ella, por medios violentos o por imposiciones ideológicas.
Concluyamos. No se trata de vivir anclados en el pasado, sino de construir un futuro mejor sobre la base del recuerdo digno de quienes pagaron con su vida el precio de nuestra libertad. Los monumentos a las víctimas del terrorismo no son símbolos de división, sino de unión en torno a los valores que nos definen como sociedad democrática. Su construcción no es solo conveniente: es imprescindible para honrar nuestra Historia -y a las víctimas-, y para educar a nuestros hijos en los valores que queremos preservar.
27 septiembre, 2025
Aunque en principio, estoy totalmente de acuerdo a crear un lugar digno donde se rinda homenaje a las victimas del terrorismo de ETA, Terra Lliure, islamistas, etc.
Existe ya un lugar en Segovia. El abside de los restos de la Iglesia de San Agustin.
Alli, entre la miseria, suciedad y el mas absoluto abandono. Estan escritos los nombres de todos los segovianos caidos en la guerra civil, de un bando.
Sin entrar a quien tuvo la culpa. El 99 % de los muertos, eran personas dignas y honradas que por sus ideas o simplemente por estar en una determinada zona. Fueron enrolados por uno u otro bando.
En este espacio, junto a los caidos de “el bando nacional”. Que bonito seria incluir el de los muertos del otro bando. Rara es la familia que no cuenta con muertos de uno u otro bando. La mia tambien. Alli podrian rendir homenaje a sus familiares. Quedan aun muchos nietos, etc de ellos.
En el mismo espacio, adecentado, iluminado y vigilado. Podria establecerse una zona para los asesinados por atentados terroristas de toda ideologia.
No estaría mal también dedicar un espacio a los muertos en los campos de concentración o represaliados posteriores a nuestra guerra y de la segunda guerra mundial. Con ellos podrían compartir espacio, los muertos de la División Azul, muchos de esos “voluntarios” se enrolaron por ideales pero tambien en muchos casos por “limpiar” su historial. De voluntarios nada.
Podrian llevarse alli tambien, las cruces y lapidas de iglesias, etc de un bando. La placa colocada frente a la actual sala de lectura, asi como el monumento de la Plaza del Doctor Laguna.
Todo con absoluto respeto y en igualdad para todos. Segovianos y buena gente.
Inaugurando el espacio con la participacion de todas las asociaciones y sensibilidades diferentes.
27 septiembre, 2025
El gobierno actual sólo se acuerda de las víctimas del lado republicano en la guerra civil y de las víctimas actuales de Palestina.
Los cientos de muertos de ETA parece que no les interesa recordarlos.